Capítulo 2

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Narra Ana

–Tengo miedo por Antonio...– me confesó Mirabel a solas en mi habitación –¿y si se acabó la magia?

–Dudo que haya ocurrido, no te preocupes por eso.– la consolé –De igual forma... pasará lo que tenga que pasar, no es como que alguna de las dos pueda hacer algo al respecto, así que trata de evitar pensar en ello– continué.

–Sí...– respondió después de una corta espera –supongo que es cierto.

Unos golpes en mi puerta nos sacaron de nuestros pensamientos.

–Pasa– exclamé, permitiéndole a mi hermano entrar a mi habitación.

–Mirabel, ya son nueve, ya te debes ir– dijo este al entrar.

–¡Oh! gracias, cuñado– respondió con una sonrisa mientras ambas nos poníamos de pie.

Mariano sonrió en respuesta y se fue cerrando la puerta detrás de él.

–Gracias por venir– le dije sonriente.

–No te preocupes, somos mejores amigas.– respondió mientras tomaba sus cosas –Y... tampoco te preocupes por Camilo.– su comentario me tomó por sorpresa –Sé que... aunque no lo menciones... estás asustada o tal vez nerviosa...

–Enojada, más bien– interrumpí, ella rió.

–Como sea, tranquila, ya maduró.

–No te creo.

–Bueno... un poquito– respondió riendo, yo la imité.

Una vez tenía ya todas sus cosas en su bolsa, la acompañé hasta la puerta de la entrada.

–Nos vemos mañana, Mira– le dije mientras se alejaba.

–Hasta mañana, Ana– respondió con un movimiento de mano antes de que cerrara la puerta.

Una vez volví en dirección a mi cuarto, me detuvo Mariano.

–Si pasa algo mañana... avísame, ¿okay?– dijo, a lo que sonreí.

–Gracias– respondí antes de abrazarlo, él me correspondió el gesto y retomé mi trayecto.

Al llegar a mi habitación; tomé mi pijama y me desvestí para posteriormente vestirme con ella. Dejé mi ropa sobre la pila de ropa sucia en la esquina de mi habitación y me aproximé a mi cama para meterme debajo de las sábanas. Un largo rato de la noche lo dediqué a dos pensamientos: Antonio, y Camilo. Reflexioné tanto sobre cuál sería el don de Antonio, como si Camilo sería grosero conmigo de nuevo. No lo he visto en bastante tiempo, ahora que lo pienso... tal vez ni lo reconozca. Me pregunto si seguirá usando aquella ruana que siempre usó.

Suspiré.

Solo espero que no sea un cretino.

Y terminando con esa reflexión, caí dormida.

Al día siguiente, me despertó Mariano recordándome el evento del día, para posteriormente salir de mi habitación. Me levanté de la cama, me estiré, y me aproximé a mi armario para rebuscar entre mi ropa algo mínimamente formal para la ocasión. Terminé escogiendo un vestido largo y floreado, y vistiéndome con él después de ir a bañarme.

–Buenos días, hija– me saludó mamá desde la cocina al verme bajar las escaleras.

–Buenos días, mamá.– respondí para luego dirigirme a mi hermano –Buenos días Mariano.

–Bwonos dwiash– respondió masticando un trozo de tamal.

–¡¿Compraste tamales, mamá?!– pregunté emocionada.

Camilo Madrigal y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora