Capítulo 11

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Narra Mariano

Mamá estaba ayudándome a atender mi lastimada nariz cuando, por el dolor, me comencé a quejar.

–Agh– exclamé en un susurro.

–Tranquilo, hijo...– respondió –ya casi acabo.

Hubo un corto silencio que rompí al poco tiempo.

–No puedo creer que Anita haya estado saliendo con Camilo– comenté.

Mamá no respondió.

–¿Crees que hayamos sido muy duros con ella?– me preguntó tomándome por sorpresa.

–¡No!– exclamé sin pensarlo dos veces, pero al poco tiempo continué –Bueno...– hice una pausa –tal vez sí... un poco.

Mamá bajó la mirada.

–Pepa dijo que había cambiado, y además nada de lo que ocurrió en la cena fue culpa suya– dijo.

Quizás sí hayamos sido muy duros con ella, es su primera pareja hasta donde yo sé. Tal vez cometa errores, o tal vez no, pero supongo que... es su vida.

Yo solo quiero lo mejor para ella.

Creo que deberíamos hablar con Ana.

Después de aquella pequeña reflexión, me volví a dirigir a mi madre.

–Tal vez deberíamos hablar con ella– sugerí.

Mamá me miró con una ligera preocupación, acarició mi mejilla, y asintió ante mi sugerencia.

Me puse de pie al igual que mamá, nos sonreímos y juntos fuimos en dirección a las escaleras. Subí poco a poco cada escalón teniendo a mamá al lado, y una vez llegamos al segundo piso, me dirigí a la puerta que conducía a la habitación de mi hermanita.

La toqué cuatro veces.

–¿Ana?– llamé con cariño desde mi lado de la puerta –Mamá y yo queremos hablar– agregué.

Desanimado por no escuchar respuesta, miré a mamá con desilusión, luego de esto, ella se acercó a la puerta.

–Cariño, queremos disculparnos– dijo, y nuevamente, no se escuchó respuesta alguna.

–Voy a abrir– le advertí a mi hermana mientras tomaba la perilla de la puerta.

Una vez me encontré frente a la puerta ahora abierta, le permití a mi vista y a la de mamá observar el cuarto con intriga.

Ana no estaba.

Mis pasos bagaron alrededor de la cama y mi mirada se posó debajo de cada mueble, hasta finalmente escuchar el comentario de mamá.

–Se escapó– susurró.

Fue ahí cuando vi la ventana abierta.


Narra Camilo

Nos encontrábamos sentados aún, al borde de mi cama, y Ana dejó caer su cabeza suavemente sobre mi hombro derecho. Rodeé su cintura con mi brazo, deseando que este momento nunca acabase.

–Perdón por la cena– le dije.

–No fue tu culpa– respondió girando su mirada hacia mí, ahora con una sonrisa.

Enamorado de su sonrisa, dejé un suave beso sobre su cabeza para luego abrazarla fuertemente.

Rió. Y sonreí.

–Ven aquí– exclamó empujándome sobre la cama.

Sin buscar defenderme, mantuve mi sonrisa mientras ella se recostaba sobre mí para abrazarme riendo.

Camilo Madrigal y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora