Capítulo 3

2.3K 150 61
                                    


Narra Alma

Le pedí a la familia Guzmán que se dirigieran conmigo a una pequeña sala de estar para hablar mientras mi familia ponía la mesa en el patio de la casita.

–¿Y cómo han estado?– pregunté sonriente.

–Muy bien, Alma, ¿y tú? ¿Qué tal Antonio?– me devolvió la pregunta la señora Guzmán, Carolina.

–Hemos estado de maravilla, y Antonio parece bastante nervioso– respondí riendo. 

–Cómo no estarlo– se integró a la conversación Mariano, sonriente.

Reímos Carolina y yo, justo antes de dirigirle una pregunta ahora a la joven Ana.

–¿Y tú cómo has estado, Anita? Ya creciste mucho, ¿qué edad tienes?

–Tengo quince años– respondió con una amable sonrisa.


Narra Félix

–¿Alguno ha visto a Camilo?– pregunté al darme cuenta de que no había bajado aún.

La familia me miró con curiosidad de su paradero.

–No, amor, ¿puedes ir a buscarlo?– me pidió mi Pepi, a lo que accedí.

Una vez entré de nuevo a la casa, pude ver en la sala de estar a la familia Guzmán hablando con la abuela. Pero no pude ver a Camilo, así que subí las escaleras y me dirigí a su habitación.

Al llegar a la puerta de esta, toqué y escuché casi al instante la voz de mi hijo permitiéndome el paso.

–Camilo, ya llegaron los Guzmán– le comenté confundido por el hecho de que no hubiese bajado aún.

–Ya sé, papá– me respondió alterado desde debajo de las sábanas de su habitación.

Aún confundido, me acerqué lentamente a su lugar y me senté a su lado.

–Hijo, ¿estás bien?– le pregunté preocupado.

Nunca había visto a Camilo así, parecía... asustado, o nervioso. Tardó un poco en responderme.

–Sí– susurró.

–Si ya sabes que llegaron... ¿por qué no has bajado a saludar?– pregunté.

Camilo se mantuvo callado.

–¿Cómo sabes que ya llegaron?– le pregunté. Si alguien le hubiese dicho ya, esa persona lo haría bajar a saludar.

–Los vi desde mi terraza– respondió aún bajo las sábanas.

–¿No quieres ver a Ana?– le pregunté –¿Tienes miedo o qué?– continué en tono burlón con el fin de hacerlo reír.

No respondió. Reflexioné un momento, supongo que se puso nervioso.

–Hijo...

Camilo se metió más profundamente dentro de su cama.

–Camilo... ¿te enamoraste?– pregunté intentándolo hacer reír. El hecho de que no respondiera, me hizo darme cuenta de que no se trataba de una broma.

Y lo reflexioné un momento, ahora que lo pienso, no se me ocurre otra razón por la que estaría nervioso, supongo que porque a Ana no creo que le agrade mucho él después de lo que ocurrió, pero ¿por qué se pondría nervioso?

–Hijo, ¿te gusta Ana?– le pregunté ahora sonriente.

Si es así, creo que esta sería la primera vez que se enamora mi hijo. No pude evitar reír por su situación.

Camilo Madrigal y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora