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jueves 17 de octubre de 2019, 21:03

Habían pasado dos días desde esa horrible noche, Mireya no se había movido de su habitación, pasaba las horas mirando la foto encima de la mesita. Seguía en casi la misma posición que hacía dos noches.

Su abuelo le traía comida y bebida y después se iba, entendiendo que necesitaba espacio, suponiendo que ella lo agradecería. No estaba totalmente en lo cierto, no porque no quisiera estar sola, si no porque no se había parado a pensarlo, de hecho, hacía dos días que no pensaba en nada, se sentía como una solitaria concha vacía en medio de un gran océano.

Llamaron a la puerta y sin que Mireya contestara entraron, era su abuelo.

- Mireya, tus padres y yo hemos acordado que vuelvas a casa un tiempo, ¿si?

Ella asintió con la cabeza, apenas enterándose de lo que su abuelo le decía.

Minutos después el timbre de la casa sonó, y se escucharon las voces de los padres de la chica saludando al abuelo.

- Ferran, muchas gracias por todo. - le dijo la madre de Mireya a su suegro

- No me las des mujer, estamos para eso. Ya le he dicho que venias, ¿os vais ya?

- Sí, padre. Hemos dejado a los Núñez solos en nuestra casa. Se quedarán en ella unos días, hasta que se recuperen un poco de todo.

- Lo siento mucho por todo, saben algo de la causa de su... bueno...

- Todavía no, - esta vez habló Isabel - están haciendo la autopsia.

Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Mireya, se levantó y abrió la puerta.

- Hola. - dijo

- Oh, hola cielo - le saludó su madre

- ¿Nos vamos ya?

Los adultos parecían sorprendidos, pero rápidamente se recompusieron y esbozaron grandes sonrisas.

- Sí, sí. Nos vamos ya...

Isabel recogió su bolso y el matrimonio se despidió rápidamente de Ferran. Bajaron las escaleras del piso y subieron al coche, de camino al pueblo. 

El caso ChloeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora