Cap. 44: Rastros

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Mientras tanto Layron el cual no estaba enterado de los sucesos de Hairo había aceptado una misión sobre un grupo de esbirros dominados por el esbirro que supuestamente había asesinado a sus padres, su deber de la misión era eliminar a los esbirros de la zona los cuales habían hechos ataques a la ciudad, con apoyar en un ataque bastaría, pero para conseguir las pistas debía ir mas haya, debería descubrir su base y desmontarlos uno a uno hasta tener de frente al asesino de sus padres, almenos eso era en lo que pensaba mientras se comía una sopa de lentejas, mientras que escuchaba lo que hablaban las personas, una cosa le pareció de interés, –Escuchaste que los esbirros esos consiguieron armamento de contrabando de la zona de los lagartos, si antes ya causaban estragos no los quiero ver ahora–, el compañero de este respondió –Si lo escuche, pero no fue la chica esa a investigar, ¿No era rango A1 supongo?, debería ser capaz de apoyar–, su compañero respondió –Si, seguro masacrara a esos idiotas en el bosque–.

Layron se paró dejando el plato de comida aún hay y dirigiéndose hacia el bosque que estaba al oeste de la ciudad cerca de las montañas. Ya ahí, este se mantuvo oculto acercándose lentamente a los ruidos, este se colocó dentro de un gran arbusto y vio desde ahí, eran dos esbirros hablando, presumiendo sus crímenes, este decidió esperar y en ese momento, no vio nada, pero las gargantas, estómagos y caras estaban totalmente cortadas. Eso sin duda fue hecho por una habilidad existencial, un ligero olor a vomito se asomaba desde uno de los arbustos, pero antes de que pudiera hacer cualquier cosa aparecieron mas esbirros, estos tenían unas armaduras las cuales los cubrían de cuerpo entero, aunque con unos diseños de barras extraño en prácticamente todo el cuerpo, pero con finas hendiduras para poder ver en los ojos, toda la armadura era de color negro.

Layron escucho una espada romperse y un corte, pero de nuevo no vio nada, solo que una de las armaduras de los esbirros había una mancha de sangre y en el suelo un pedazo de algo similar a una daga. Un esbirro grito –¡LE DI A ESA PERRA, BUSQUENLA!–, un esbirro se dirigió hacia donde Layaron estaba escondido, antes de que el esbirro pudiera verlo, Layron saco una aguja y se la introdujo rápidamente en el ojo atravesando el cerebro y el tronco encefálico, este lo introdujo rápidamente en el arbusto donde estaba escondido.

Un aroma a vomito no dejaba de molestar a Layron, este se dio la vuelta y vio a una mujer que le dijo –¿Me podrías prestar esa aguja niño?– .

Voluntad Renaciente: El Capricho de DiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora