-Andrés, ¿has visto mis pinceles? -pregunté sin poder encontrarlos.
-¿Los has perdido? -dudó riéndose de mí.
-Bueno, vamos a ayudarle y ya está. No hagamos de eso un problema -habló Sergio colocándose las gafas de esa forma tan especial que tenía.
-La concha de tu madre, te duraron tres días -respondió Martín un tanto furioso.
-Venga, coño. Vamos a buscar los putos pinceles ya -Afirmó Santi.
El grandullón de bigotes se quedó en silencio en señal de que estaba de acuerdo mientras sostenía a Sofía, su hurón, en las manos.
Me llamo Luna, tengo 26 años y llevo viviendo con estos cinco hombres unos 2. No sé exactamente cómo acabé aquí, pero he de decir que no me arrepiento en lo absoluto.
Soy una ingeniera bien conocida en la ciudad, nunca he tenido problemas con la justicia pero todo el mundo conocía mi historia.
Fui abandonada a los tres años de edad en el orfanato de la localidad con una nota que decía: "Estamos hartos de ella. Os la dejamos para que se la lleve una familia que la aguante. Suerte con eso".
Triste, ¿verdad? Yo nunca me lo tomé así, y conseguí salir adelante por mí misma; a los trece ya trabajaba en un bar, a los dieciséis logré matricularme en la escuela secundaria, me saqué el bachiller y me aceptaron en la universidad de ingeniería a los dieciocho.
No me gustaba estar con gente y me estresaba con facilidad si alguien me hablaba o tenía que mantener una conversación con otra persona, nunca salía de casa más que para hacer la compra o llevar a cabo algún que otro pasatiempo. No tenía mucho dinero y mi casa era un apartamento en ruinas que daba mucho que desear, pero no podía permitirme nada mejor ya que el dinero escaseaba.
Todos los días bajaba a desayunar al bar de debajo de mi casa, y un día como cualquier otro, Andrés me expuso la idea de participar con ellos para desarrollar el mayor atraco de la historia, al Banco de España.
La idea me pareció tan increíble como imposible, pero el aburrimiento pudo conmigo y accedí a ayudarles.
Fue ahí donde conocí a Martín, Santi y un hombre de bigotes que al parecer no tenía nombre, por lo que le llamábamos "bigotes". Al principio me costó ganarme su confianza y al cabo de varios meses parecíamos amigos de instituto, quienes acababan de reencontrarse tras varios años.
Me daban cama, comida y un alojamiento de lujo a cambio de colaborar y trazar los planos del banco, exponer mis ideas y resolver los posibles fallos que el plan pudiera tener. Me sacaron de las calles y me regalaron un propósito para seguir adelante.
Planeábamos el atraco como si la vida nos fuera en ello, y logré encariñarme del plan hasta tal punto que sentía mariposas cada vez que hablábamos de ello. Podría decir que es el trabajo más importante que he hecho nunca y no es difícil averiguar que tanto Andrés como Martín lo sentían igual.
-No lo hago queriendo, ¿vale? -respondí ante su comentario.
-Venga, Martín. No seas así -pidió Andrés con una sonrisa que era capaz de derretir a cualquiera.
-La concha de su hermana...
Pude oír cómo se quejaba por lo bajo y Andrés y yo nos lanzamos una mirada divertida. Nos encantaba poner nervioso al argentino con cualquier tontería.
Al final supimos que se rendiría y nos ayudó a encontrar los pinceles perdidos, tal y como siempre acababa haciendo.
Estaba agachado mirando entre los muebles y no tardé ni tres segundos en lanzarme a su espalda dejando caer todo mi peso en ella.
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Milán y Palermo
FanfictionTras el abandono repentino de Martín, Andrés y Sergio, Luna se había convertido en una sicaria profesional sin ningún tipo de sentimientos. ¿Qué pasará cuando Sergio y Martín vuelvan para pedirle ayuda? ¿Perdonará que la dejaran tirada?