🔸El intruso en el campamento🔸

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Capítulo XXIII

Este capítulo contiene mención de sustancias dañinas para la salud, prohibido normalizar estas cosas si estás en una reunión de amigos.

(Logan)

Llego con gafas a la empresa, no quiero dar mal ejemplo a mis empleados aunque me importe una mierda lo que hablen de mí. Paso por al lado de Carlos y le hago una seña la cual este entiende y me sigue a mi oficina...

— Dígale a Scotti que quiero verla dentro de quince minutos —le digo seriamente a una de las empleadas cercanas a mi lugar de trabajo y esta me mira algo temerosa porque sabe que mi humor hoy anda de perros. Me conoce bien.

— No...ha llegado señor —eso me toma desprevenido y me aumenta los malos ánimos. Necesito hablar con ella, anoche la cagué realmente feo.

Sigo de largo y entro, me sirvo un tequila el cual bebo como si fuera agua. Me siento en mi puesto y retiro mis gafas para refrescar mis ojos de una vez, mientras veo a mi amigo entrar como siempre a mi oficina sin pedir permiso.

— ¿Buena noche? —sonríe Carlos sentándose frente a mi

— Más que eso —afirmo

— ¿A qué te refieres? —pregunta curioso

— Me acosté con Ángela —suelto sin más y los recuerdos de esa adictiva noche vuelven a mí como una sombra fugaz.

— Joder amigo te pasas, ¡desvirgaste a la pequeña hermano! —habla sorprendido y creo que algo enojado— Dijiste que no... —lo interrumpo...

— Sé lo que dije, pero ella...se me está metiendo en la jodida cabeza y desde anoche no pienso en más nada que no sea su delicado y diminuto cuerpo —paso los dedos por mi sien— Necesito arrancarla de mi cabeza, mis intenciones no son buenas —confieso sin vergüenza alguna

— Estás jugando con ella Logan, Ángela no se merece eso, es demasiado buena para ti —la cruda verdad impactando en mi cara

— ¿Cuál es tu preocupación por ella tan repentina? —pregunto y se torna nervioso— ¿Acaso te gusta? –suelto sincero como siempre

— ¿Si así fuera...te enojarías? —frunzo el ceño y lo miro fijamente a los ojos, pues lo que dice me está sacando de mis casillas a un nivel en el que no lo pensaría dos veces para golpear a mi mejor amigo

— No juegues con las palabras Carlos —le dedico mi mirada retadora y a la que por lo general todos le temen a mi alrededor

— Quizás cualquiera que no seas tú o yo pueda hacerla feliz, darle lo que jamás le darías —la gota que colmó el vaso, me levanto y lo paro de esa silla estampándolo contra la pared más cercana, el es alto y fuerte igual que yo, otras veces nos hemos lanzado a los golpes pero esta vez no hace nada y solamente permanece tranquilo, como si su intención fuera provocar mi ira.

— Escucha Carlos, esa cabellera rubia a partir de ahora me pertenece solo a mí, yo fui el primero en acariciar su cuerpo y seré el último, matare a todo aquel que se atreva siquiera a tocarle un dedo, así de simple —hablo directo con el enojo subiendo a todos los lugares de mi cuerpo y mi amigo solo sonríe.

Después me di cuenta de lo que intentaba hacerme, pienso en lo que acabo de decir y lo suelto pasando mis manos por mi cabeza. Solo estalla a carcajadas el muy cabrón, sigo enojado y con ganas de patear su trasero.

— Hermano, te estás enamorando de esa niña —ríe más fuerte y yo solo suspiro

— Ella es linda, sí —afirmo— Pero no es lo que estoy buscando o necesito, no entendería o aguantaría mis juegos, nunca podría destruir su inocencia —confieso mirando al suelo— Es todo lo que un hombre desearía, pero yo en verdad no soy lo que a ella le conviene.

"Enamorando a un mafioso" {Trilogía: Corazones malheridos} Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora