O7: No tenías que escuchar eso, ni ver eso, ahora estás en embrollos

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     Buscar entre las mesas de una cafetería no era una cosa tan sencilla como sonaba. Seokjin ya había atravesado más de cinco filas de mesas y no encontraba por ningún lado a Jungkook, la única información que este le dio para localizarlo fue: "Guíate por la ventana que da a la estatua, Hyung". Pero Seokjin ya había pasado por esa ventana muchas veces y no había ningún Jungkook sentado comiendo sopa. Estaba perdiendo un poco la cabeza en el embrollo que era todo eso, la cafetería jamás se había visto tan aterradora como en ese momento.

     De pronto sintió un brazo rodeando su nuca, en un saludo bastante informal considerando que no conocía a nadie ahí. Se dio la vuelta sorprendido y a su lado estaba Jimin, con su cabello negro perfectamente peinado en una franja, sosteniendo la bandeja de comida con su mano libre.

     —Hola, abuelo de Ken —le saludo, con una sonrisa sin dientes bastante burlona.

     —¿Puedes dejar de decirme así?

     —No si sigues vistiéndote así —lo vio de arriba a abajo, reparando tan descaradamente en sus pantalones caqui y camisa azul—. Me tientas a hacerte cuantas burlas se me ocurran.

     Seokjin solo suspiro rendido y regresó su vista a la población estudiantil alimentándose.

     —¿Buscas a Jungkook? Taehyung y él prefieren la mesa que está por la ventana, la grande que da a la estatua.

     Maldita ventana que daba hacia la maldita estatua, no entendía esa jodida dirección y ya se estaba cansando un poco.

     —No encuentro la mesa, he pasado por esa ventana unas treinta veces —dijo hiperbólico.

     —Es porque no has buscado bien, esa mesa está oculta hasta atrás. Puedo llevarte si quieres —dio otra sonrisa plana. Su amabilidad estaba confundiendo un poco a Seokjin—. Anda, deja de dudar.

     La verdad era que, por más que Seokjin intentaba analizar a Jimin, no lograba sacar una conclusión siquiera cercana a lo que el chico pensaba o era. Era sarcástico, bastante descarado, a veces serio y cortante, pero también burlón, con un sentido de la moda fino, lo cual era obvio considerando que su madre era una diseñadora. Pero en sí, Seokjin no podía definir cómo era Jimin en general, analizarlo era inútil.

     —Mientras no me hagas una broma, acepto —se dejó guiar.

     —Ah Jungkook me prohibió hacerte bromas de mal gusto —dijo, su voz sonando bastante dolida por haber sido privado de sus chistes. Mientras, empezaron a caminar hacia la dichosa mesa escondida por la ventana que daba hacia la estatua—. Me sorprende el hecho de que luces bastante inteligente, Seokjin, pero no te has dado cuenta.

     —¿De qué se supone que debería darme cuenta, si puedo saber? —inquirió bastante curioso, con su ceja alzada y todo.

      —De que estás siendo cazado.

      —¿Disculpa?

     —Verás, Jungkook tiene una reputación de chico que no rompe ni un plato, su cara le ayuda muchísimo. Ya sabes, ojos grandes que destilan inocencia, labios bonitos y una voz angelical que te hace creer que estás en el cielo —comenzó—. Es así como él consigue todo lo que quiere, es tan listo porque sabe usar la imagen a su favor.

     —Te estás yendo por las ramas.

     —Cierto, trataré de ir al punto. La cosa es que esa noche en Itaewon, Taehyung y Jungkook fueron atacados por un hombre.

     —Sí, y ni siquiera te importó ¿Siempre dejas a tus amigos tirados y que les pase lo que sea? No eres un buen compañero de fiestas —alegó pero Jimin soltó una risita.

The Jeon's CaseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora