Capítulo 10 "Lilliman"

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Iban caminando por las calles de Londres como dos ciudadanos más. V traía puesto un gran abrigo azul marino, un sombrero blanco y una máscara que casi parecía un rostro de verdad… casi. Uno podía darse cuenta de la diferencia si se fijaba bien, pero nadie lo haría. V siempre hallaba la manera de ocultarse entre las sombras, y toda la atención iría a la carnada: Evey.

–Estamos sustituyendo a dos personas que por razones que estaban fuera de sus planes se vieron obligados a faltar a la cita sin enviar nota de retraso –dijo V.

Evey asintió sin dejar de mirar calle abajo donde se veía el sol ocultándose en el horizonte.

– ¿Qué te sucede Evey? ¿Estás nerviosa?

–No, simplemente pensaba en los agujeros de mis recuerdos.

– ¿Qué quieres decir?

–Mi mente está fragmentada, V. Recuerdo todo hasta los siete… estaba en mi casa con mi padre, luego hay un hueco en la historia y me encuentro con mi tía, mi padre había desaparecido. Cuando cumplí los quince años me marché de casa de mi tía Delia, no recuerdo por qué pero regresé con una puñalada en el vientre y otro hueco en la memoria –Evey no quería decirle la razón por la que le preocupaban esas cosas: Había sentido un escalofrío cuando V le contó del sacerdote Tony Lilliman. Estaba segura de que había escuchado ese nombre y no precisamente en una iglesia.

V no se dio cuenta de la cara que había puesto Evey, estaba muy ocupado vigilando que nadie que pareciera remotamente un oficial se fijara en ellos, y también deseando que cuando le hiciera la siguiente pregunta a la mujer no le respondiera como el temía. Sabía que Evey era genetista, se había graduado a la asombrosa edad de dieciocho años, cuando la mayoría de personas comenzaba la universidad. Tenía que ser una gran coincidencia que ella fuera genetista, tuviera una tía llamada Delia, y además, poseyera una inteligencia tan grande como para graduarse a los dieciocho años.

– ¿Cuál es el apellido de tu tía?

–Surridge, pero realmente no es mi tía, ella me adoptó ¿Por qué preguntas?

V hizo una mueca que la máscara ocultó. Ya estaba, Dios sí jugaba a los dados ¡Y los dados estaban trucados! No respondió a la pregunta de la muchacha, simplemente señaló la gigantesca catedral que tenían a un lado.

–Ya llegamos –dijo V–. Recuerda todo lo que te dije, y no te preocupes, estaré contigo enseguida.

Un cura los estaba esperando en la puerta. Se dirigieron hacia él.

–Traigo un envío para el padre sacerdote Lilliman –le dijo V al cura.

El hombre otro hombre miró a Evey.

–A su santidad le complacerá mucho tener una nueva feligresa, ven por aquí niña –antes de darse la vuelta se dirigió a V dedicándole una mirada escrutadora, como si viera algo entraño en él –espero que esté feliz por la donación que hicimos a su organización… solidaria.

–Muy de acuerdo –respondió V.

El padre se llevó a Evey dentro de la iglesia, por suerte la muchacha traía un abrigo que ocultaba su vestido porque tuvieron que pasar por delante de mucha gente que en ese momento abandonaba el lugar

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El padre se llevó a Evey dentro de la iglesia, por suerte la muchacha traía un abrigo que ocultaba su vestido porque tuvieron que pasar por delante de mucha gente que en ese momento abandonaba el lugar. Luego se metieron por un largo pasillo que estaba desierto hasta que llegaron a un pequeño cuarto que tenía una ventana con vista al campanario –«Exactamente como dijo V que harían» –pensó Evey.

–Espera aquí –dijo el hombre.

Evey se apuró por abrir la ventana antes de que el hombre que se llamaba Denis volviera. Lo esperó justo delante de la puerta para que no se fijara en la ventana abierta. Cuando la recogieron la fue llevada a la habitación de Lilliman y dejada allí. Media hora después un anciano entró a la habitación. A Evey se le revolvió el estómago de asco cuando el hombre le dedicó una sonrisa de hiena. El Sacerdote se retiró el crucifijo de oro del cuello y lo metió en un saquito negro como si así Dios no pudiera ver sus pecados.

–Oh que hermosa eres, niña –se acercó a Evey y ella procuró no moverse mientras él le tocaba una de las coletas y le acunaba el rostro entre las manos.

La muchacha trató de pensar en algo que entretuviera al sacerdote hasta que V llegara pero su mente se emborronó cuando Lilliman la cogió del brazo guiándola hacia la cama. Aquella cara le trajo algunos recuerdos que pensó haber olvidado. Trató de no demostrar lo mucho que le afectaban las imágenes que estaban llegando a su mente. Por fin su cerebro reaccionó.

–Padre, tengo que confesarle –dijo con voz inocente.

–Me encantan los juegos del confesionario –el hombre pareció temblar– Cuéntame hija, confiesa tus pecados.

–Soy Evey Hammond, he estado durante algún tiempo con el terrorista V, él viene a matarlo.

– ¡Nunca he jugado a este juego! ¡Qué mente más encantadora tienes! Espero que tu cuerpo sea igual de encantador –Se abalanzó sobre Evey y ella alzó una pierna y le dio una patada en los testículos.

El cura se dobló de dolor y la cara se le puso roja.

– ¡Zorra! –escupió el hombre.

–También soy Evey Hammond, la niña que intentaste violar en Larkhill.

La cara del sacerdote se contorsionó por el terror y luego con la sorpresa al oír una puerta romperse y a V entrando por ella.

–Ella tenía razón eres tú –le dijo el sacerdote a V que a su vez miró a Evey reproche.

Evey le sonrió al enmascarado –No te preocupes no iba a dejarlo ir –Se concedió la libertad de dejar que las lágrimas resbalaran por las mejillas.

V le iba a preguntar a la muchacha si estaba bien pero no era momento para eso, debía terminar con el trabajo por el que había venido. El sacerdote se dirigió hacia una biblia que al parecer tenía un arma escondida. V se la arrebató antes de que pudiera apuntar con ella a alguien y le rompió el brazo. Lilliman gimió de dolor,

– ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Yo no llegué a hacerlo! Me detuvieron ¿Por qué hacen esto? Yo no te hice nada –le dijo a Evey.

– ¿Por qué te diriges a ella y no a mi? ¿Yo soy quien está a punto de matarte?

– ¿No están aquí por lo que intenté hacer con ella? –peguntó el padre.

– ¿Qué…? ¿Evey?

–Después hablaremos de esto V, ahora haz lo que tengas que hacer –dijo Evey.

V asintió y con una cuchillada limpia le rebanó el cuello al sacerdote. Lo colocó en el suelo y le puso una rosa roja en el pecho –Vámonos de aquí.

Evey asintió y los dos se marcharon por donde mismo V había entrado.

Al llegar a la Galería de las Sombras.

– ¿El te hizo daño Evey?

–No llegó a hacerlo, pero lo intentó. Lo detuvieron a tiempo. Cuando yo tenía siete… –Evey comenzó a sollozar mientras temblaba.

–Tranquila, ya no podrá hacer daño a nadie más –le puso las manos enguantadas en los hombros – ¿Dónde lo conociste Evey?

La mujer lo abrazó y él le devolvió el abrazo –Él estaba allí V, ya recuerdo.

– ¿En dónde?

–En Larkhill.

V de Venganza - Cómplice #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora