Prólogo

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Harry supo que ese día seria diferente desde el momento en el que despertó. Eran las 6:30 de la mañana, cuando sintió un fuerte tirón en su pecho que lo hizo despertarse de golpe.

El pequeño de apenas siete años no sabía cómo expresar lo que sentía en el lado izquierdo de su pecho; era una sensación totalmente nueva para él. Sin saber que aquella extraña cosa terminaría siendo algo que querría sentir por el resto de su vida.

(...)

—Entonces, ¿Puedo salir a jugar, mami? —preguntó aquel pequeño niño de cabello rizado, con un toque de ilusión en su mirada y voz. —Porfavooor.  —dijo alargando la última letra, con un pequeño puchero formándose en sus labios.

—Harry, ya hablamos de esto, no puedes salir solo, tienes siete años, amorcito. — Intentó reprender aquella mujer de cabellos largos y color chocolate. —Papá está trabajando y yo tengo que salir para una entrevista de trabajo. —Volvió a hablar intentando que el pequeño entendiera. —¿Prometes que no saldrás de casa? —dijo con un toque de preocupación en su voz.

—Pero mami, vivimos en una privada, si salgo nada va a sucederme. —respondió el crio volviendo a intentar.

—Hazzie, te prometo que te voy a recompensar, si me prometes que no saldrás de casa hasta que Tina venga a cuidarte. —La gran Tina, siendo la niñera del pequeño desde que este tiene memoria. El rizado pasó sus manitas con cuidado atrás de su espalda. —Lo prometo. —dijo suspirando exageradamente para después recibir un beso en la frente, proveniente de su madre para después verla partir por la puerta principal.

—Perdón mami, pero tengo que comenzar a vivir mi vida de adulto independiente. —Se dijo para sacar sus manitas de detrás de su espalda, viendo sus deditos índice y medio, cruzados entre sí. Su plan era simple; salir de casa, explorar los alrededores, jugar un poco, y volver a casa antes de que Tina llegara. Nada podría salir mal...

¿O sí?

Había unas cuantas fallas en su plan; ya que él, al ser el pequeño de la casa, no tenía llaves de ésta; si se cerraba la puerta, no tendría alguna otra forma de volver a entrar.

—¿Qué haría Superman en esta situación? —dijo deteniendo la puerta para que no se cerrara por completo. Y un pequeño -pero notorio- puchero formándose en sus labios —Piensa Harry, piensa. —Se dijo a si mismo antes de recordar una pequeña varita con la que jugaba creyéndose Harry Potter.

El pequeño decía "Ya tengo el nombre, solo me faltan los poderes".

Después de subir corriendo a su pequeña habitación, regresó con aquel pedazo de plástico que utilizó para atrancar la puerta y que ésta no se cerrara por completo. —Soy un genio de aquí al suelo... ¿O era al cielo?, no importa, corre Harry, corre. —Se dijo a si mismo antes de poner en marcha sus cortas piernitas.

El rizado corrió hasta un pequeño parque que tenia la privada, en donde solo gente del conjunto podía estar. No pasó ni dos minutos ahí; recuperando el oxigeno perdido, cuando se vio tirado de cara al suelo. 

—¡¿Oye niño, ¿Eres sordo, o que te pasa?! —Levantó su mirada al escuchar una voz un poco aniñada sin ser capaz de reconocerla y sintiendo unos pasos rápidos tras él. —Vaya golpe te metí— Visualizó una mano un poco mas grande que la de él, lista para ser tomada y ayudarlo a levantarse.

Se esperó de todo, menos que el calor que sintió horas atrás en su pecho, regresara sin explicación. Era un niño poco mas alto que él, su cabello era lacio y tenía... ojos azules. Harry creyó haber visto esos ojos en algún lugar antes.

—Oye niño, ¿Estás bien?, te quedaste como tonto... ¿Qué tanto me miras?, ¿T-Tengo algo en la cara? —No recibió respuesta del pequeño niño frente a él, y tras notar que su pequeña palma seguía unida con la contraria, su semblante se pintó de un leve tono carmín. —V-Vamos deja de mirarme así —dijo, para después romper el agarre de ambas manos y apartar la mirada.

—Lo siento... ¿Te incomodé? —Habló por fin el rizado tras perder de vista el-muy probablemente-azul más bonito que había visto en toda su vida. —No sé por qué te pido disculpas, si fuiste tú el que me tiro al suelo con esa cosa. —Volvió a hablar señalando el balón de fútbol que se encontraba a unos metros de ambos.

—Fue tu culpa, yo grité: "¡Cuidado!", y después tú estabas tirado en el suelo. — dijo a regañadientes tras la acusación del contrario. —Bueno... lo siento por eso— volvió a hablar tras volverse a encontrar con la mirada del rizado.

—¿Cómo te llamas, niño alto? —Enarcó una ceja tras escuchar aquel apodo tan de la nada — Yo me llamo Harry, como Harry Potter —Sonrió tras escuchar la infantil presentación del pequeño frente a él.

—Louis, mi nombre es Louis— ¿Qué era ese inexplicable calor emanando de su pecho?, y ¿Por qué el niño frente a él se le hacía tan conocido? —¿Cuántos años tienes ricitos? —¿Ricitos?, ¿Acaso esto se volvió una competencia para ver quién le ponía un apodo más rápido al otro? 

—Tengo siete, y antes de que digas algo, lo sé, lo sé, soy todo un adulto —dijo orgulloso levantando el mentón. —Seguro tú eres más pequeño que yo, ¿Cuántos años tienes loueh? —Atacó con un toque de superioridad.

Una risa sonora fue lo que se escuchó del contrario tras lo que acababa de decir. —Nueve, ricitos, tengo nueve años. —dejó de reír para responder, y por supuesto, volver a repetir ese apodo que le había dicho antes. —Y dime, Harry, ¿Qué hace un niño, digo, lo siento, un adulto en este parque a medio día? —Contra atacó con clara burla en su voz, no soportando la carcajada que salió sin permiso de su boca.

—Que molesto eres. —No evitó volver a carcajearse tras escuchar la respuesta claramente enojada del menor. —Quería jugar, pero mi mami tuvo algo del trabajo nuevo y salí solo. —Desvió su mirada hacía el balón frente a él, con un nuevo puchero formándose en sus labios.

Si, los hacía todo el tiempo, inconscientemente.

—Bueno, yo tengo un balón y a exactamente nadie con quien jugar, te gustaría... —No terminó de hacer aquella pregunta, cuando vio a aquel pequeño con rizos avanzar hacia su balón; tomarlo en sus manitas y asentir repetidas veces con una sonrisa con dientes formada en su rostro.


➳➳➳ 


Ambos niños jugaron en aquel parque durante un tiempo aproximado de una hora. El menor recibiendo alientos del mayor, quién le gritaba que él podía parar la pelota cuando le tocó ser portero, y recibiendo aclamaciones del mismo cuando logró anotar un gol.

El primer gol anotado de toda su corta vida. Y celebrado por un pequeño niño que acaba de conocer.

Fue tan rápido como se conocieron, como el pequeño de rizos salió corriendo a su casa tras recordar a una persona encargada de cuidarlo -que muy probablemente- ya estaría con veinte policías y una alerta Amber tras no encontrarlo en casa. No sin antes despedirse de Louis y llamarlo "mejor amigo" solo porque sintió la necesidad de decirle de esa forma.

Cuando llegó a su casa tras casi haberse perdido, dado que las casas son casi totalmente idénticas; visualizó como el pequeño trozo de plástico seguía puesto donde lo dejó y con una sonrisa en su rostro, entró de nuevo a su casa, pronunciando un casi inaudible "lo logre" cerrando su puño en señal de victoria, corriendo a su habitación para esperar a Tina y con una sonrisa en su rostro, recordar aquel azul cielo que lo dejó hipnotizado por unos segundos que se sintieron como horas.

Lo que el menor no sabía, es que no era el único feliz de haber hecho un nuevo amigo; había cierto pequeño de cabellos lacios contándole a su madre como fue que conoció y jugó con un niño rizado y de ojos verdes.

Y lo que ambos no sabían, es que tanto en sus memorias como en el calor agradable que ambos sentían en el pecho, se aguardaba una gran historia detrás; una que no podía esperar a ser contada.

Se encontraban todas las emociones existentes ligadas al corazón que, con el paso de los años, se harían expertos en esa cálida sensación. En donde no ganaba el bueno o el malo; ganaba todo aquel que era capaz de descubrir la verdad escondida en dos miradas llenas de un inocente azul índigo y dos verdes esmeraldas.

A la sombra de un robleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora