CAPÍTULO I

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En las fronteras del reino—casi imperio—de los Todoroki se encuentran los Valles de Ashbel, una serie de valles escondidos por varias cordilleras. El territorio de las montañas estaba prohibido para cualquier criatura.

Sin embargo, muchos valientes o mejor dicho muchos idiotas trataron de conquistar las montañas y poder tener la posibilidad de conocer los Valles de Ashbel pero, nadie volvía de aquel viaje. Con el paso del tiempo, todos dejaron el interés de conocer dichosos valles, dejando en la mente de otros que esos valles no existían y sólo era un viejo mito.

Lo que pocos saben, es que aquellos valles sí existen y que sí están habitados.

Hace muchos años, se había acordado que los dragones se establecerían en su último territorio, según sus tratados con los humanos. Esta especie se estableció en el territorio de las montañas y ahí, forjaron su nuevo reino.

Para llegar al reino, se tiene que escalar una de las montañas y, si tenias suerte, encontrarías uno de los túneles que conducen a los valles. Existen 2 maneras de lograr entrar al reino, claro si es que quien sea que quiera entrar logre burlar a los guardias que están en cada túnel, por los ya mencionados túneles o por aire. Algo imposible pero no para los dragones.

Los Valles de Ashbel podrían ser perfectamente considerados cómo un equivalente al jardín del Edén. Aquel reino estaba lleno de vegetación, algunas áreas de los valles estaban adornados con árboles gigantescos y en el suelo fértil crecía, sin ningún control, el césped.

El reino estaba protegido por las mismas laderas de las montañas. En las mismas montañas habían peñascos en los que comúnmente estaban ocupadas por dragones pequeños o era dónde las hembras hacían sus nidos.

En uno de los peñascos, se encontraba lo que parecía ser un castillo en ruinas. Los muros de aquel castillo estaban llenos de enredaderas y de musgo debido a la humedad. Dentro de los muros de este palacio dañado, se encontraba en el ala norte una de las habitaciones más grandes y esta pertenecía al joven príncipe heredero, ya cumplidos sus 21 años y una primavera por lo que, debido a su fecha de nacimiento, estaría cerca de cumplir 22 años. El joven príncipe observaba en uno de los espejos su propio reflejo.

Su cabello rubio ceniza estaba desordenado indicando que tenía poco de haberse levantado, sus ojos rojos como rubíes analizaban cada parte de su anatomía. Al ver su reflejo se imaginaba a sí mismo sentado en el trono al término de su coronación con todos los demás dragones regocijándose ante su esplendor de grandeza y de futura esperanza para su especie.

Sobre sus hombros recaía el peso de que, él como futuro Rey traería grandeza, orgullo y fuerza para la especie dragona. Después de la guerra con los humanos les había sido imposible recuperarse desde entonces. Pero en ese momento el rubio cenizo no estaba pensando en eso, sino más bien en su brillante futuro cómo el monarca que haría renacer su reino como uno de los más grandes y poderosos. Ya que él daba por hecho que lo único que necesitaba el reino era a él.

Perdido en sus pensamientos no se percató que en los pasillos se escuchaban pasos firmes en dirección a sus aposentos. El estrepitoso sonido de la puerta abriéndose con brusquedad fue lo que hizo que despertara de su trance.

— ¡Ah! ¡Benditos sean los Dioses! Por un momento pensé que tendríamos que levantarte, mocoso.— dijo un tanto molesta una mujer con el que el príncipe compartía bastantes facciones físicas, era su madre. — Después de semanas por fin esta listo tu atuendo para la ceremonia.—
La mujer extendió sobre la cama el atuendo. Consistía solamente en una capa de color rojo carmesí junto con varios grabados en color negro. Dejando eso de lado, él podría escoger que otra cosa vestir. Había decidido que iría a su coronación con el pecho descubierto mostrando orgulloso un tatuaje que tenía en su hombro derecho, un detalle que había ganado un día que se enfrentó a invasores humanos.

𝓑𝓮𝓷𝓰𝓪𝓵𝓪𝓼 𝓘𝓭í𝓵𝓲𝓬𝓪𝓼|| BAKUGŌ X TN || MEDIEVAL AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora