Prólogo. Un nuevo comienzo.

232 14 3
                                    


Era como si se hubiera desatado una guerra en el Olimpo y ahora estuviéramos pagando las consecuencias. La tormenta arreciaba de tal manera que era imposible ver nada a más de dos palmos de distancia. Esto era un inconveniente, en especial para Caitlyn, cuyos intentos por conseguir distinguir algo a través de la mira de su rifle francotirador quedaban frustrados a causa de la lluvia. El edificio opuesto a donde se encontraba estaba siendo usado como almacén de drogas, y ella, como sheriff de Piltover, no podía permitirlo. Se encontraba en la azotea, el punto perfecto desde donde observar el bloque, pero debido al aguacero no podía saber cuántas personas había en él. El intercomunicador que llevaba al cuello comenzó a sonar.

-Ca... Cait... -lyn ¿Estás ahí? -había interferencias.

-¿Jayce? ¿Dónde estás? -preguntó mientras se resguardaba de la tormenta bajo una cubierta que había encontrado en la azotea.

-Estoy en la parte trasera del edificio, escondido en un contenedor. Desde mi posición solo alcanzo a ver a dos hombres y un perro viejo -dijo a la vez que levantaba la tapa de su escondrijo y examinaba el entorno.

-Yo no puedo distinguir nada desde aquí con esta lluvia. ¿Está Vi contigo? -intentaba secar el rifle mientras hablaba.

-¿Vi? No, no está conmigo, ¿debería estarlo?

-¡Claro! Le dije que fuera contigo a la parte trasera.

Durante este festival de gritos de Caitlyn a Jayce a través del intercomunicador comenzaron a oír bramidos y ruidos procedentes del edificio. La sheriff cogió de nuevo su rifle y usó la mira para otear rápidamente el interior del bloque. A pesar de la cantidad de agua que estaba cayendo llegó a discernir el pelo rosa de Vi. «Maldita loca», pensó.

En el interior del edificio los hombres transportaban las mercancías de un lado a otro hasta que la pared lateral se resquebrajó y en ella se abrió un enorme agujero. Cuando el polvo se disipó, una figura entró veloz como un rayo y comenzó a golpearles dispersándolos por toda la estancia.

-¡Me encantan los huevos revueltos! -gritaba Vi mientras agarraba a sus atacantes y los arrojaba contra las columnas.

Sus puños Hextech le permitían asestar golpes extremadamente fuertes y con una gran potencia. La chica reía ante los intentos de esos hombres de abalanzarse sobre ella, le resultaba sencillo esquivarlos e inmovilizarlos. Al darse cuenta de la situación en la que se encontraban, algunos de ellos tomaron sus armas y comenzaron a disparar. Vi reaccionó rápido y se cubrió tras una pila de escombros. Ninguna de las continuas llamadas de Caitlyn le llegaba puesto que el intercomunicador que llevaba incorporado en los guantes se había estropeado al recibir un balazo.

En el exterior, Jayce y Caitlyn se encontraban anonadados.

-¡Jayce, deshazte de los de atrás, yo voy a entrar por delante! -ordenó la sheriff mientras bajaba corriendo las escaleras y se dirigía a la entrada del almacén.

-¡Pero, Cait! Genial, ahora hablo solo...

Jayce abandonó el contenedor de un salto y comenzó a lanzar rayos con su martillo. Cuando hubo eliminado a sus oponentes intentó abrir la puerta, pero estaba cerrada. «¿Por qué protegían una puerta cerrada?» se preguntó, acto seguido se puso a buscar una entrada alternativa.

Caitlyn se encontraba frente a una enorme puerta metálica que trataba de abrir con todas sus fuerzas. Al ver que era inútil decidió subir por la escalera de incendios y entrar por una ventana. Una vez en el interior pudo ver a Vi refugiada tras los escombros, intentando protegerse de las balas con sus guantes. Ya no había nada que le impidiera disparar su rifle. Lo colocó entre los barrotes y mientras se concentraba en apuntar, uno de los lacayos se abalanzó sobre ella, lo que hizo que soltara su arma para poder zafarse de él. Logró esquivar el primer puñetazo aunque el siguiente golpe le dio de lleno, un puntapié que hizo que cayera al suelo de rodillas. Volvió a esquivar el siguiente ataque y de una patada le rompió la rótula a su atacante que se desplomó en el suelo retorciéndose de dolor. Cuando Caitlyn se giró para recuperar su rifle se encontró con que había caído al piso inferior. «Diablos», se dijo a sí misma. Cogió el intercomunicador y empezó a llamar a Jayce.

No te dejare.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora