Capítulo 2

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Tras un viaje en coche de lo más silencioso, Jayce las llevó a casa de Caitlyn. Su piso estaba situado en el centro de la ciudad. Para pertenecer a la sheriff e hija de un adinerado hombre de Piltover, era muy modesto. No es que fuera una especie de cuchitril o un zulo, sencillamente se trataba de un apartamento poco ostentoso. Era la primera vez que Vi lo visitaba y lo primero de lo que se percató al entrar fue del tremendo espacio que había. El salón y la cocina estaban conectados y había un pasillo que conducía a las habitaciones.

-Woah, mi casa es una habitación de invitados al lado de tu piso -exclamó mientras ayudaba a Caitlyn a moverse.

-No es para tanto. Además, los vecinos son un fastidio, la de arriba me echa lejía en la ropa...

-Vaya, no puede ser que lo estés diciendo en serio. ¿Tú, la sheriff de Piltover, con un delincuente al que no puedes controlar? Creo que no te conozco tan bien como pensaba -la ayudó a sentarse en el sofá-. He de reconocerte el gusto a la hora de elegir pisos, pero en lo que a muebles se refiere eres daltónica.

-¿Qué tienen de malo mis muebles? No tienen por qué combinar unos con otros mientras que sean cómodos y útiles.

-Así es como te has hecho con un sofá rojo, dos sillones lilas y una mesita blanca. Más les vale ser tan cómodos como dices porque definitivamente te falta feng shui.

-Bueno, dejemos el tema -hizo una pausa mientras miraba a su alrededor en busca de algo- ¿Dónde se habrá metido? ¡Capitán!

-¿A quién-? -antes de que pudiera terminar la frase, un gran perro apareció por el pasillo y saltó al sofá en el que se encontraba Caitlyn. El enorme animal la tapaba casi por completo.

-Hahaha, ya basta, Capitán. ¿Quién es mi chico? -acariciaba a su mascota mientras le hacía carantoñas. Vi no sabía muy bien qué hacer en esa situación, por lo que simplemente observó a su compañera. No podía creer su comportamiento.

-Es un gran perro y con "gran" me refiero a que es enorme y peludo -le dijo.

-Es un Alaskan Malamute -explicó Caitlyn.

-Sabes, a tu mal gusto para los muebles hay que sumarle la falta de originalidad que tienes a la hora de elegir nombres para mascotas -se burló Vi. En ese momento, Capitán se lanzó sobre ella haciendo que los dos cayeran al suelo mientras este le lamía la cara.

-No te preocupes por él, es un cariñoso grandullón.

-No hafe fasta que lo difas -apenas podía hablar debido a los lametones del perro.

Caitlyn cogió a Capitán del collar y tiró de él para que Vi pudiera incorporarse. El animal se tumbó en el hueco entre la mesa de café y el sofá y la chica de pelo rosa se colocó junto a su compañera.

-Al menos tenías razón en una cosa, sí que es cómodo este sofá -dijo a la vez que se dejaba engullir por él.

-¿Ves? Te lo dije, mis muebles son cómodos y prácticos -dijo a la vez que apoyaba la cabeza en el hombro de Vi-. Creo que los calmantes me están dando sueño.

No podía hacer otra cosa que no fuera observar cómo Caitlyn se acomodaba sobre ella y se quedaba dormida. Le resultaba imposible evitar quedarse ensimismada mirando su rostro relajado y entonces comenzó a notar cierto rubor en las mejillas. «¿En qué piensas, Vi? Está tan guapa cuando duerme... Oh, no, mierda, pensamientos impuros ahora, no», se dijo a sí misma. Se levantó con cuidado colocando la cabeza de su compañera sobre el reposabrazos del sofá y se dirigió hacia la cocina acompañada por Capitán. Comenzó su búsqueda abriendo los armarios de la encimera y los que había encima de esta.

-Pero cómo es posible que tenga todo vacío -se giró en dirección al perro-. ¿Dónde guarda tu dueña la comida? No puede alimentarse de aire, ¿verdad? -el animal giró la cabeza como muestra de su confusión- Queeee dóooonde guuuuuarda laaaa coooomiiiidaaa -intentaba hacerle comprender mediante el uso de todo tipo de gestos y movimientos, pero por más que lo intentaba, la única respuesta que obtenía del Alaskan Malamute eran lametones en la cara-. Siento ser yo la que tenga que decirte esto, colega, pero para lo grande que eres no vales nada como perro guardián.

El hambre aumentó su fuerza de voluntad, no se rendiría de ningún modo ante la adversidad. Continuó buscando por toda la cocina, miró en cada rincón y recoveco, en cada armario y cajón, hasta debajo del fregadero, pero no halló nada (al menos nada que fuera comestible). Esta era la primera vez que estaba en el piso de Caitlyn y no estaba del todo segura de si sería educado ampliar el perímetro de búsqueda más allá de la cocina por lo que decidió salir a comprar comida para llevar, sin embargo, no llevaba su cartera consigo. «Tendré que ir a casa, así de paso también puedo coger ropa para cambiarme». Se despidió de Capitán y salió del apartamento.

Debían de ser las siete de la tarde, las farolas estaban encendidas y en primavera la gente comenzaba a salir sobre esta hora. Vi puso rumbo hacia su piso a dos kilómetros de allí. El barrio en el que vivía no tenía nada que ver con el lujoso entorno en el que se situaba el hogar de su compañera, era uno de los lugares abandonados de la ciudad, un sitio triste y sucio con muy mala reputación. Todo se caía a pedazos. Pero a pesar de lo que en un principio pudiera parecer, era un lugar apacible donde vivir. Residía sobre una pequeña tienda de comestibles y al lado de un gimnasio. Cuando pasó frente al local, el tendero la saludó y ella le devolvió el gesto. Era agradable pensar que al menos no todos la seguían viendo como a una criminal.

Abrió el portón que daba paso a la escalera que subía a su casa. Cuando entró se fijó en que su piso era como la mitad del de Caitlyn. Consistía en una única habitación que, al igual que el de su compañera, compartía salón, comedor y cocina, solo que se trataba de un espacio considerablemente más reducido. A la izquierda se encontraba la habitación principal, dentro del cual estaba el baño y donde además había un pequeño balcón. Cogió una bolsa de deporte y empezó a introducir ropa en su interior, después metió su cartera en el bolsillo de su pantalón y salió a comprar unas pizzas.

Tras unas horas fuera, llegó de nuevo al apartamento de su compañera. Sacó las llaves que había cogido antes de salir y abrió la puerta. Al entrar dejó la bolsa a la derecha en la entrada y las pizzas sobre la mesita de café para que su aroma pudiera llegar a Caitlyn y así despertarla. Para más efectividad cogió una porción y se la acercó a la cara.

-Hey, sheriff, despierta... -le susurró- He comprado algo que te gusta mucho...

Caitlyn comenzó a abrir los ojos poco a poco.

-Mmm... -intentó levantarse pero las costillas le impedían hacerlo con naturalidad y tuvo que incorporarse más lentamente. Al enfocar mejor su visión pudo ver cómo Vi la miraba dulcemente con una sonrisa mientras sujetaba un trozo de pizza- ¿Pizza? ¿Por qué?

-Bueno, dado que me voy a quedar aquí unos días y estás herida «en parte por mi culpa», pensé que tu pizza favorita, una cuatro quesos, te ayudaría a mejorar -la sonrisa no se desvanecía de su rostro mientras seguía ofreciéndole una porción.

Caitlyn aceptó el trozo. Vi se dirigió a la cocina a por unos platos y al volver los dejó sobre la mesita y se sentó junto a su compañera que la besó en la mejilla nada más hacerlo.

-Gracias, por todo -dijo a la vez que le dedicaba una sonrisa-. Vamos a ver qué dan hoy en la tele- se giró y la encendió.

Fue una velada tranquila. Ambas disfrutaban de la compañía de la otra y reían y comentaban las tonterías que les ofrecía la pequeña caja tonta hasta que llegó la hora de irse a la cama. Caitlyn intentó explicarle a Vi que no había ningún inconveniente con que durmieran juntas pero su compañera insistía en que ella se movía mucho mientras dormía y que lo último que quería hacer era golpearla en las costillas estando inconsciente, aunque esta no era la verdadera razón por la que rechazó su proposición. Se decantó por dormir en el sofá, por lo que Caitlyn se fue sola y decepcionada a la cama. Le habría gustado que Vi durmiera con ella, de ese modo se habría sentido más protegida, además, en su interior se aglomeraban unas emociones que intentaba reprimir para no arruinar la amistad que tenían. A pesar de encontrarse en habitaciones distintas, ninguna de las dos pudo evitar pensar en el cálido cuerpo de su compañera junto al suyo. La casa se quedó en completo silencio mientras sus inquilinos dormían a la espera de un nuevo día.

No te dejare.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora