Capítulo 4

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Pasaron varias horas hasta que Vi llegó a la comisaría. Atravesó las puertas de cristal del recibidor. Cada vez que entraba en aquel lugar notaba una corriente de aire frío recorriéndole la espalda. Las miradas de todos los policías se clavaban sobre ella a cada paso, y a pesar de llevar dos años trabajando a su lado, nada impidió que se empezara a formar una marea de cuchicheos a su alrededor. La recepcionista, una mujer de unos cincuenta años con el pelo cano y una falsa sonrisa, se interpuso en su camino.

-Lo siento, no tienes acceso a esta zona -dijo a la vez que la analizaba de arriba a abajo con la mirada. O más bien de abajo a arriba, ya que su corta estatura la obligaba a levantar la cabeza para poder mirar a Vi a la cara.

No sabía qué había de extraño en su atuendo para recibir un trato así. Llevaba unos vaqueros limpios, una camiseta de un grupo underground (pero nada ofensiva) y una sudadera roja. Quizá sería que las zapatillas de deporte que llevaba no eran de marca.

-¿Disculpe? A mí me han llamado y he venido, nada más -intentó esquivar a la mujer, pero esta la detuvo abriendo los brazos-. ¿Se puede saber qué hace?

-No le está permitido el paso a gente como tú.

-¿Gente como yo? -estaba empezando a perder la paciencia, de la cual, todo hay que decirlo, no tenía mucha -Mire, cada vez que vengo me hace lo mismo. Y vengo muy poco. Ya me tiene harta, ¿me oye desde ahí abajo? Harta. O se aparta o la hinco en el suelo como si fuera una seta, ¿me ha entendido? -se inclinó hacia delante con expresión amenazante.

-¿Ves? La gente como tú no cambia nunca.

Antes de que todo fuera de mal en peor, Jayce apareció y colocó su mano sobre el hombro de la mujer. Esta se giró y sucumbió a su sonrisa arrebatadora.

-Tranquila, señora Hasbro.

Vi no podía creer lo que estaba viendo. «El hombre que susurraba a las viejas», pensó. De todos modos tomó ventaja de la situación y siguió su camino por el pasillo que llevaba al despacho del comisario. Una vez allí abrió sin llamar, esperando una entrada dramática, pero no había nadie. Cambió de planes y puso rumbo al despacho de Caitlyn para recoger unos informes que le había pedido, ya que ella seguía en su casa descansando. Justo iba a entrar cuando el comisario la llamó desde el otro extremo del pasillo. Dejó la puerta y fue a encontrarse con él. Después de todo la había llamado.

La puso al día de la situación con Viktor y Vi accedió a entrar a la sala del interrogatorio. Solo que tenía una condición: Caitlyn debía estar con ella. El comisario accedió y mandó a Jayce a recogerla. Una media hora más tarde llegaron ambos y comenzó el interrogatorio. Vi entró primero a la sala.

-Oh, Dios, por fin alguien... Llevo horas aquí sol- Oh, si son la sheriff y la peli rosa -el grato recibimiento de Viktor.

Se sentaron donde anteriormente estaban Jeff y Jayce. Vi se encontraba algo incómoda a la par que cabreada. Por el contrario, Caitlyn, a pesar de las pequeñas punzadas de dolor, mantenía el semblante tranquilo.

-Bueno, chicas, ¿alguna quiere un polvo esta noche? Ja, ja, ja. Solo estoy bromeando, nunca podréis tener un bocado de este dulce manjar -se burló Viktor mientras apoyaba las manos esposadas sobre la mesa.

-Y bien, ¿qué es lo que quiere decirnos? -interrumpió Caitlyn.

-Bueno, deciros... No mucho, en realidad. Mi interés principal era hablar con la pequeña, aunque ya no tan pequeña, Vi. Pero mi jefe sí que tiene algo para ti, mi sensual sheriff.

Vi apretó los puños bajo la mesa mientras que Caitlyn le observaba.

-Le conociste en Demacia, sí. Creo que te dejó un regalito. Vendrá para terminar con su pequeño... desliz.

No te dejare.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora