Capítulo 3

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Emma llegó más dormida que despierta a la tienda de antigüedades a eso de las siete de la mañana. Las luces apagadas y el letrero de "Cerrado" le parecían una clara burla. La molestia la hizo intentar abrir con brusquedad. La puerta cedió y la campana colgante hizo lo suyo. Alcanzó a aferrarse bien de la perilla evitando la caída.

—Señorita Swan —dijo Gold entre dientes entrando por las cortinas que separan la tienda con el cuarto de dentro—. Le aconsejo que no rompa nada —la vio reincorporarse.

—No lo haré —replicó cerrando tras de sí lo más digna que pudo—. ¿Qué hay? —Se acercó metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta roja. Gold sonrió de medio lado, burlón pues, a su parecer, los modales de Emma Swan dejaban mucho qué desear—. ¿Qué te hizo llamar a altas horas de la noche y obligarme a venir a horas que no deberían ser legales? —exageró, expresando su descontento.

El hombre, sin cambiar la expresión, puso la bola de cristal sobre el mostrador.

—¿Vamos a adivinar mi futuro?

—Su futuro no es algo que me quite el sueño, señorita Swan. —La rubia alzó ambas cejas y giró los ojos hacia un lado. Puso una mano sobre la bola de cristal con fuerza y se agazapó hacia el frente. Emma se espantó al ser tomada desprevenida y retrocedió un poco—. Escuche bien lo que le voy a decir.

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Regina despertó tan pronto como los rayos del sol empezaron a colarse por las cortinas mal cerradas. Miró hacia su derecha y ahí estaba David, reafirmando lo sucedido entre ellos. Se veía sumamente apuesto con las facciones relajadas, la boca entreabierta y la respiración apacible. Descansaba como si no existiera preocupación alguna en el mundo. Como si no estuvieran encerrados porque era posible que se hubieran contagiado del virus ese que hasta podía matarlos.

Torció los ojos. Era tan extraño que de pronto existiera una amenaza como esa en la tierra sin magia. Cada día que pasaba, en las noticias, parecía como si hablaran de una película apocalíptica.

Inspiró hondo, lo más que pudo y soltó el aire hasta que los pulmones se le vaciaron. Volvió a ver al príncipe que a pesar de estar ahí estaba ausente. Se mordió el labio inferior al recordar el buen sexo. Nunca pensó que se sentiría tan bien hacerlo con él. Debía admitir que fue mucho, mucho mejor que el sexo con Graham.

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—¿Qué ganas con esto? —preguntó Emma, desconfiada después de escucharlo.

—Por si no lo has razonado, Neal vive en New York. Dudo que entre tus planes este dejar a Henry sin padre —puntualizó amenazante, siseando entre dientes.

Un escalofrío recorrió la columna de la rubia cuando Gold dijo eso. No por sus palabras, sino la forma en que lo hizo. En definitiva, era una amenaza disfrazada.

—Bien —accedió a regañadientes. Al menos el Oscuro tenía un motivo válido—. Tengo muchas dudas. —El Oscuro la miró con fastidio—. ¿Con quién hablaron ellos? ¿Por qué David y Regina precisamente? —Le bombardeó con la premura de obtener información para saciar dichas dudas.

—Nuestro valiente príncipe es importante más no la pieza clave. Es Regina —aclaró limpiando la bola de cristal con un pequeño pañuelo especial para ello.

—¿Qué tiene Regina? —insistió—. Por cierto, el que esa cosa brille cuando lo hacen te convierte en un pervertido. ¿Lo sabías? Podría arrestarte por eso.

—Enfóquese, Swan —la reprimió. Soltó el aire por la nariz ruidosamente—. Regina es un ser mágico único. Pensé que era como Cora, pero no es así —se fijó que Emma le miraba con tanta atención que tenía el ceño fruncido—. Es capaz de amar verdaderamente aun sin su corazón. ¿Sabes lo que es eso?

AislamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora