Capítulo 6

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El viernes, puntuales como un reloj, llegaron los tres amigos hasta la comisaría en la que trabajaba Rafael . Alejandra iba pensando en las escenas que iba a fotografiar, barajaba diversas opciones que hicieran que el calendario fuera interesante, elegante y al mismo tiempo picante. Este último ingrediente era el que hacía que un producto como ese se vendiera o no. Susana estaba nerviosa, porque su hermana había aceptado contratarla como chica para todo y esa era su prueba de fuego. Y Brunito iba pensando en sus cosas: unas ideas recurrentes en las que intervenían policías con uniformes, porras y esposas y que le rondaban por la cabeza desde los catorce años.

Una vez presentada toda la plantilla, Alejandra pudo comprobar que durante sus «rescates» casi los había conocido a todos. Los estudió con aire profesional, había buen material para el calendario, lástima que las mujeres no participaran, hubiese sido una idea innovadora que el calendario fuera mixto.

Visualizó lo que quería hacer y se dejó a Rafael , a su amigo Nelson y a Tomás para el final, sin duda eran los más atractivos. Les haría fotos individuales y se centraría en agrupar a los otros para que salieran justos los doce meses del año.

Se negaba a fotografiar el típico calendario en el que los policías salían ligeros de ropa, sudorosos y sin fundamento. Llevaba desde el instante en que aceptó hacerlo dándole vueltas a la idea de hacer algo diferente. Todavía sin saber muy bien lo que quería, guiándose solo por su instinto, se volcó en su trabajo, aprovechó la primera luz en el patio de entrenamiento y después trasladó el escenario a los vestuarios, jugó con toallas y torsos mojados y sacó provecho de los cuerpos musculados de los modelos, centrándose más en la idea de sugerir que de enseñar. Todos se mostraron profesionales y poco pudorosos. Cuando hubo terminado de fotografiar a los grupos se centró en los otros tres.

En ningún momento perdió su aire profesional, mientras que Susana y Bruno se removían incómodos en las banquetas. Parecía que fuera la primera vez que veían a hombres atractivos con poca ropa.

—Necesito... —se quedó callada pensando qué atrezzo pondría en la foto.

—Una porra —dijo Bruno mientras la miraba desafiante para que negara que era exactamente eso lo que necesitaba. Tanto Alejandra como Susana captaron el doble sentido de sus palabras.

—Sí, una porra y una gorra también —Ratificó ella con las mejillas encendidas.

—Cuánto más grande mejor —comentó Bruno con cara de santo.

Susana, a quien no se le había escapado la intención de su amigo al decirlo, soltó una fuerte carcajada, pero en cuanto su hermana la miró tan seria se calló de golpe. No era plan de molestar a la jefa el primer día de trabajo.

—¡Ya lo tengo! —exclamó eufórica—. Bruno , búscale a Susana una camisa que le sirva, una gorra y unos pantalones de uniforme, va a salir en las fotos.

—¿Qué dices? —el horror era evidente en la chica.

—Una idea fabulosa —elogió Bruno que había comprendido la idea de su amiga—. Aunque yo también le añadiría una corbata, unos taconazos y una fusta.

—Me gusta, consíguelo —pidió sin perder su aire profesional.

Media hora después, Susana apuntaba con su porra a Nelson , mientras iba subida en unos zapatos de tacón de aguja de quince centímetros. Alejandra comenzó a lanzar fotografías a la pareja que conectó inmediatamente. La escena se volvió sexy y natural, el ambiente se cargó de electricidad y la fotógrafa consiguió la foto de portada que tanto había ansiado. Una imagen agresiva y sensual, pero principalmente erótica, acorde con la moda actual y la demanda, el calendario iba a ser un éxito, estaba segura.

Rafael se sentía extrañamente nervioso, estaba casi desnudo frente a una mujer atractiva que parecía observarlo con lupa. El hecho que lo hubiera dejado para el final, no ayudaba mucho a tranquilizarlo. Tras la sesión de Nelson y Susana , que había alterado los ánimos a todos, Rafael era incapaz de apartar de su mente las escenas tórridas que saturaban su imaginativo cerebro, lo que le llevaba a que cierta parte de su anatomía, le estuviera jugando malas pasadas.

Intentando controlarse se dedicó a darle vueltas a otros temas menos peligrosos, pero que no se alejaban mucho del objeto de sus fantasías. ¿Por qué narices había elegido a Tomás y no a Damián, que estaba mucho más cuadrado? ¿Sería que Tomás le gustaba? Elucubró. Ya le había comentado en una ocasión que el rubio le atraía. En ese momento se lo había tomado a broma, pero ahora no estaba tan seguro de ello, aunque por otro lado, ¿qué le importaba a él que a ella le gustara su compañero?

El roce caliente de sus manos le sacó de golpe de sus divagaciones.

—¿Puedes recolocarte la toalla?

—¿Perdón?

—Necesito que se te vea un poco más la pelvis —pidió sin alterarse.

Era sorprendente ver cómo Alejandra se transformaba cuando estaba trabajando, sus maneras eran seguras y decididas, y se notaba en todo momento que sabía lo que quería y cómo lo quería.

—Creo que será mejor que se la pongas tú, Ale —aconsejó Bruno—. Así seguro que queda exactamente como tú quieres que quede.

Rafael se estremeció solo al imaginarse sus dedos rozándole la delicada piel de las caderas, de... «¡Mierda! Piensa en algo triste, piensa en algo triste...» se repitió intentando que su cuerpo no reaccionara.

—Sí, mejor. Rafael , por favor, levántate.

Con la cara impasible y los dedos temblorosos, Alejandra desenrolló la toalla de las caderas del hombre semidesnudo que tenía delante y volvió a ponerla de manera que dejara más piel al descubierto. El pequeño slip que llevaba no era suficiente como para ocultar las partes más notables de su más que notable anatomía. Estaba a punto de darse la vuelta y volver a su sitio cuando se atragantó con su propia saliva, y le sobrevino un ataque de tos tan fuerte que se tambaleó sobre sus pies, consciente de que el equilibrio no era una de sus habilidades se agarró a aquello que tenía más cerca... Rafael dejó escapar un gemido que Alejandra no supo dilucidar si fue de dolor o de otra cosa. Consciente de lo que estaba asiendo, lo soltó tan rápido que cualquiera hubiera dicho que quemaba, y no hubiese ido muy errado, la parte del cuerpo de Rafael que la había salvado de la caída estaba caliente y firme, muy, muy firme.

Tomó nota mental de que le debía una muy gorda a Bruno , por su culpa acababa de hacer el mayor ridículo de su vida, y el más placentero, volvió a tomar su cámara consiguiendo con ello olvidarse del calor abrasador que sentía.

—¿Cómo podemos pagarte por tu ayuda? —preguntó Rafael , una vez terminada la sesión mientras la acompañaba al coche. La hermana de Alejandra y Nelson iban detrás de ellos absortos en una conversación que duraba ya más de media hora. Seguían sonrientes y mirándose con ojos de cordero degollado, al parecer y sin proponérselo, había ejercido de celestina con la parejita estrella del calendario.

—Puedes invitarme a cenar —ofreció Alejandra en un ataque de valentía.

—Hecho. Te recojo a las nueve —dijo Rafael antes de que ella se arrepintiera de sus palabras—. Ponte cómoda, vamos a cenar a una tasca, no hace falta que te arregles mucho, el ambiente es informal, lo importante es la comida.

—De acuerdo —aceptó mientras esperaba a que llegaran sus amigos.

Cinco minutos después, los tres amigos se marchaban a disfrutar de su fin de semana libre. Aunque Alejandra no estaba tan impasible como cuando llevaba la cámara en las manos.

NO TE VAYAS ESTA NOCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora