Varias horas después, Alejandra se sentía tonta mientras esperaba a que Rafael le abriera la puerta, «¿¡cómo no se me ocurrió pedirle el teléfono!?» pensó. Seguro que no estaba o peor estaba durmiendo y su interrupción lo pondría de mal humor.
Además no quedaba muy bien que estuviera allí para decirle que aceptaba realizarles las fotografías para el calendario. Si hubiese tenido su número, hubiese hecho que Susana le llamara para comunicarle su decisión, eso hubiera sido lo más adecuado, dándole un toque más profesional a la situación y al mismo tiempo haciendo que su hermana se sintiera parte de su nuevo trabajo.
Se oyeron unos pasos y unos segundos después cómo le daban la vuelta a la llave, y ahí estaba Rafael , en bermudas y con una camiseta de manga corta. Se le escapó la sonrisa al verle con ropa normal, era la primera vez que se lo encontraba así. Lo había visto con el uniforme, incluso sin camisa, pero nunca con ropa normal de calle y la verdad era que impresionaba bastante.
—Hola, ¿quieres pasar, Ale ? —le ofreció mientras se apartaba para dejarla entrar, aunque no lo suficiente rápido como para que no se rozaran al hacerlo.
Iba a ser lo mejor, se dijo. Estaba casi segura que su querida hermanita estaba pegada a la mirilla de la puerta, intentando escuchar todo lo que decían. Si aceptaba su ofrecimiento y entraba en su casa, se iba a quedar con las ganas de saber de qué hablaban, además, ¡qué narices! Sentía curiosidad por ver su casa por dentro.
—Gracias.
—¿Te apetece una cerveza? —preguntó mientras se dirigía a la cocina girándose para ver si Alejandra le seguía.
—Sí, gracias —contestó esta, mientras con su mirada fotográfica, tomaba nota de los detalles que conformaban su casa.
La cocina estaba decorada en tonos plateados, blancos y negros, a pesar de las baldosas oscuras y los electrodomésticos plateados, los armarios blancos, daban luminosidad a la estancia. Un enorme ventanal permitía que entrara la luz de la galería. Alejandra se dio cuenta que Rafael sabía cocinar. En un rincón de la amplia encimera había una gran colección de tarros de especias, y colgados sobre la isleta de la misma había cacerolas, pucheros... Pero sobre la encimera destacaba principalmente por su tamaño, una batidora XXL.
Rafael le tendió una Mahou bien fría, que ella aceptó de buena gana. El líquido fresquito entró en su cuerpo relajando un poco la tensión que sentía en esos instantes, fruto de la compañía y de la cafeína que contenía su sistema. Después de comer con su hermana, habían estado hablando sin parar de infinidad de cosas, y todo ello sin poder levantarse del sofá en el que se habían sentado después del café. Cada vez que había intentado moverse para ir a la cocina, su hermana la había retenido con algún nuevo tema de conversación o bien haciéndole sentir culpable por dejarla con la palabra en la boca.
—Verás, Rafael —comenzó nerviosa, estar cerca de él ya la alteraba y si a eso le añadía que estaban en su casa los dos solos, pues de nerviosa pasaba a alterada, en el sentido figurado de la acepción—, he venido a decirte que acepto haceros las fotos para el calendario. Os las realizaré el viernes a las siete de la mañana, me gusta la luz matutina, es perfecta para hacer fotografías —explicó con ojos brillantes.
—De acuerdo, como tú digas, eres la jefa. Muchas gracias por aceptar —dijo. Parecía sorprendido de no recibir una negativa.
—Solo una cosa más —comentó mientras se levantaba del taburete en el que se había sentado para tomarse la cerveza—. Os haré las fotos, las digitalizaré, borraré imperfecciones y os las enviaré. El calendario es cosa vuestra. Yo solo me encargo de la parte artística.
—Claro, claro. Lo entiendo y te lo agradezco. Supongo que lo demás lo podrá hacer cualquier compañero o podemos mandarlo a algún sitio para que lo hagan.
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NO TE VAYAS ESTA NOCHE
RomanceAlejandra es una mujer de éxito, fantástica en su trabajo como fotógrafa de moda. El problema es que es un desastre en la vida real, propensa a los accidentes y con un nulo sentido de la orientación, su vida transcurre entre percances domésticos y c...