Primer año: El callejón Diagon

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Aurora despertó temprano aquella mañana, por el golpe que le había dado su hermano

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Aurora despertó temprano aquella mañana, por el golpe que le había dado su hermano. Sabía que era de día, pero sus ojos se mantenían cerrados, pensando.

"Ha sido un sueño – se dijo a si misma con firmeza –. He soñado que un gigante llamado Hagrid, que, por cierto, me cayó muy bien, consiguió que Dudley pareciera más cerdo de lo que era. Y su misión era decirme que soy una bruja y voy a un colegio de magos y brujas. Cuando abra los ojos estaré en casa, en la alacena."

Se produjo un súbito golpeteo.

"Y ésa es tía Petunia llamando a la puerta", pensó con el corazón en un puño. Pero todavía no abrió los ojos. Había sido un sueño precioso...

Toc. Toc. Toc.

- Está bien – escuchó a su hermano –. Ya nos levantamos.

Aurora se incorporó y se le cayó el pesado abrigo negro de Hagrid. La cabaña estaba iluminada, la tormenta había pasado, Hagrid en persona estaba dormido en el sofá y había un búho golpeando con su pata en la ventana, con un periódico en el pico.

Aurora se puso de pie deprisa, pisando a Harry, tan feliz como si un globo se expandiera en su interior. Fue directamente a la ventana y la abrió. El búho bajó en picado y dejó el periódico sobre Hagrid, que no se despertó. Entonces el búho se posó en el suelo y comenzó a atacar el abrigo de Hagrid.

- No hagas eso.

Harry trató de apartar al búho, pero éste cerró el pico amenazadoramente y continuó atacando el abrigo. Aurora se rio de la cara de indignación del azabache.

- ¡Hagrid! – dijo Aurora en voz alta –. Aquí hay un búho...

- Págale – gruñó Hagrid desde el sofá.

- ¿Qué? – preguntaron a la vez.

- Quiere que le pagues por traer el periódico. Busca en los bolsillos.

El abrigo de Hagrid parecía hecho sólo de bolsillos, con contenidos de todo tipo: manojos de llaves, veneno para babosas, ovillos de cordel, caramelos de menta, bolsitas de té... Finalmente, Harry sacó un puñado de monedas de aspecto extraño.

- Dadle cinco knuts – dijo somnoliento Hagrid.

- ¿Knuts?

- Esas pequeñas de bronce.

Harry contó las cinco monedas, mientras Aurora acariciaba el suave plumaje del búho, y el búho extendió a la pata para que el niño pudiera meter las monedas en una bolsita de cuero que llevaba atada. Después el ave salió volando por la ventana abierta, luego de atacar el dedo de Aurora.

Hagrid bostezó con fuerza, se sentó y se desperezó.

- Es mejor que nos demos prisa, chicos. Debemos ir a Londres a comprar todas las cosas del colegio.

FEELINGS | Pansy ParkinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora