Segundo año: La poción multijugos

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Dejaron la escalera de piedra y la profesora McGonagall llamó a la puerta

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Dejaron la escalera de piedra y la profesora McGonagall llamó a la puerta. Esta se abrió silenciosamente y entraron. La profesora McGonagall pidió a los mellizos que esperaran y los dejó solos.

Aurora miró a su alrededor. Una cosa era segura: de todos los despachos de profesores que había visitado aquel año, el de Dumbledore era, con mucho, el más interesante. Si no hubiera tenido tanto miedo a ser expulsada del colegio, habría disfrutado observando todo aquello.

Era una sala circular, grande y hermosa, en la que se oían multitud de leves y curiosos sonidos. Sobre las mesas de patas largas y finísimas había chismes muy extraños que hacían ruiditos y echaban pequeñas bocanadas de humo. Las paredes aparecían cubiertas de retratos de antiguos directores, hombres y mujeres que dormitaban encerrados en los marcos. Había también un gran escritorio con pues en forma de zarpas, y detrás de él, en un estante, un sombrero de mago ajado y roto: era el Sombrero Seleccionador.

Harry dudó. Echó un cauteloso vistazo a los magos y brujas que había en las paredes. Seguramente no harían ningún mal poniéndoles de nuevo. Solo para ver si... solo para asegurarse de que lo había colocado en la casa correcta.

Se acercó con sigilo al escritorio, sacó el sombrero del estante y se lo puso despacio en la cabeza. Su hermana lo miraba como si estuviera loco, ella estaba muerta de miedo por lo que les podría pasar y su hermano poniéndose un viejo sombrero. Era demasiado grande y se le caía sobre los ojos, igual que en la anterior ocasión que se lo había puesto. Harry esperó, pero no pasó nada.

Pasaron unos segundos que a Aurora se le hicieron eternos, después, Harry sujetó el sombrero por la punta y se lo quitó. Quedó colgado, mugriento y ajado. Algo mareado, lo dejó de nuevo en el estante.

Aurora miraba a Harry, que parecía horrorizado. Estaba a punto de acercarse a él. Entonces, un ruido de arcadas les hizo darse la vuelta.

No estaban solos. Sobre una percha dorada detrás de la puerta, había un pájaro de aspecto decrépito que parecía un pavo medio desplumado. Ambos lo miraron, y el pájaro les devolvió la mirada torva, emitiendo de nuevo su particular ruido. Parecía muy enfermo. Tenía los ojos apagados y mientras los mellizos lo miraban, se le cayeron otras dos plumas de la cola.

Estaba pensando que lo único que le faltaba era que el pájaro de Dumbledore se muriera mientras estaban con él a solas en el despacho, cuando el pájaro comenzó a arder.

Los mellizos profirieron un grito de dolor y retrocedieron hasta el escritorio. Buscaron por si hubiera cerca un vaso con agua, pero no vieron ninguno. El pájaro, mientras tanto, se había convertido en una bola de fuego; emitió un fuerte chillido, y un instante después no quedaba nada de él más que un montoncito humeante de cenizas en el suelo.

La puerta del despacho se abrió. Entró Dumbledore con aspecto sombrío.

- Ay, Dios mío – susurró Aurora.

FEELINGS | Pansy ParkinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora