Si algo había aprendido Azrael tras cederle sus poderes a su madre era que no merecía la pena estar en un mundo libre si ella no tenía magia que usar. Aquel había sido el mayor tema de disputa con su madre. Irina, por supuesto, se negaba a devolvérsela.
Así que le mostró a su hija otras formas de recuperar su magia. Todavía le quedaban resquicios de su antiguo poder en las venas, pero, al igual que sucedía con los squibs, Azrael era incapaz de exteriorizarlo al ser cantidades tan ínfimas.
La inscribió en la Academia Komorowski para gente «como ella», con la diferencia de que los niños que estudiaban allí nunca habían experimentado la magia, mientras que ella sí. Y la echaba de menos, muy de menos. La añoraba como a un amante que naufragó en el mar, sabiendo que sus restos se encontraban en algún lugar inalcanzable para ella, que nunca podría recuperarlos.
En la Academia Komorowski, no obstante, aprendió a ser fuerte en un mundo donde la fortaleza estaba medida por la magia. Aprendió a luchar, a utilizar su cerebro como la pieza más importante, a ser inteligente, fiera y útil. Y cuando envió una solicitud para prepararse como aurora, para sorpresa de todos —incluso de su madre—, estos le aceptaron. Porque vieron potencial en ella y porque tenían las herramientas adecuadas para explotar ese potencial: los canalizadores.
Una forma de enfocar la magia más explosiva y de extraer la de los squibs. La única forma que tuvo Azrael de volver a sentirse una bruja.
Los aurores se lo habían regalado tras graduarse para que pudiera realizar el trabajo de campo y, así, la mortífaga descubrió que su magia no estaba muerta, solo que dependía de un trozo de madera para liberarla.
Y, aunque era mejor que nada, tampoco era suficiente.
Con su identidad de Reyna Galloway, apellido que adoptó de una familia de mortífagos afiliados a los Sombras al oeste de Inglaterra, Azrael se hizo un nombre dentro de la comunidad de aurores. Entre sus objetivos se encontraban varios Sombras a los que tuvo que encerrar en Azkaban, todos con la promesa de que, en el futuro, podrían salir; y así fue, al fin y al cabo. Por otra parte, también se la conocía como una aurora algo mortífera, un papel que siempre la representó como una mujer a la que temer, incluso entre sus filas; pues ella solo mataba cuando alguien se lo merecía.
Era difícil creer que una squib podría ser la mano derecha del Maestre, pero allí estaba Azrael; y ni siquiera su falta de poder supuso una debilidad entre los Sombras.
Su doble vida como mortífaga y aurora sirvió para obtener información muy útil y, al mismo tiempo, que nadie sospechase de ella. Se convirtió en una aurora en la que confiar, tanto como para reclutarla como parte de la seguridad del Gran Prix Mágico. Algo que le sirvió para observar de cerca a su hermano y al resto de Elegidos.
Siempre contó con un plan para escapar. Imaginó que su tapadera no funcionaría para siempre, pero le dio pena tener que abandonar a su equipo. Aunque no tuviese un vínculo emocional con ellos, eran muy competentes y leales, algo que a veces faltaba entre sus filas oscuras. Los aurores podrían llegar a ser muy buenos mortífagos, si no fuese por su estúpida idea de hacer el bien.
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Gran Prix Mágico: La Final (Yuri!! on Ice)
FanfictionSegundo libro de Gran Prix Mágico. ¡¡NO LEER ESTE LIBRO SIN HABER LEÍDO ANTES EL PRIMERO!! El Gran Prix Mágico, la competición de magia más asombrosa de todos los tiempos, está a punto de terminar. Sus Doce Elegidos, sin embargo, tienen otras preoc...