CAPÍTULO 217: LA CALMA

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Azrael reapareció en la guarida que habían ocupado durante esa última semana; lo suficientemente lejos de Durmstrang como para que no los detectasen, pero también lo bastante cerca para vigilar el castillo

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Azrael reapareció en la guarida que habían ocupado durante esa última semana; lo suficientemente lejos de Durmstrang como para que no los detectasen, pero también lo bastante cerca para vigilar el castillo.

Tras la caída de la anterior sede, los Sombras habían tenido que reagruparse rápido. Había sido una de las mortífagas más cercanas a Azrael, una jordana llamada Mahtab, quien había encontrado aquella cueva fuera de los límites de Durmstrang, por lo que podían aparecerse sin alertar a nadie.

Mahtab era fiel a su Maestre, mucho más de lo que le fue a Igor. Como muchos otros Sombras, había creído que era más fácil recrear el mundo desde cero que seguir a una persona que no sabría aprovechar su poder. Creía que Azrael era la verdadera Heredera, que incluso siendo squib podía cambiar el mundo, que ella traería el renacer de la oscuridad.

Durante la batalla, Mahtab había permanecido en la cueva por si sucedía cualquier contratiempo. Tenía esperanza de que los Sombras venciesen, pero también era realista y sabía que podía ocurrir cualquier complicación. Se encargaba, además, de cuidar de aquella Obscurial que habían secuestrado en Brasil, una de las armas secretas de Azrael.

Estaba vigilando los sueños de la niña cuando un pequeño grupo de mortífagos se apareció en medio de la cueva. Se alarmó al ver a su señora entre ellos, sangrando por la amputación de una mano que no sanaba. La mujer gritaba, no tanto de dolor como de rabia, y sus ojos verdes recorrían la nada.

—¡Señora! —la llamó Mahtab, acercándose a ella para curarle la herida—. ¿Qué ha ocurrido?

Azrael no respondió, sino que se dejó caer en el trono que había hecho construir en medio de la caverna. El aire húmedo y denso se enrareció aún más por la furia de la Maestre.

—Cúrame —le exigió sin mirarla a los ojos. La jordana invocó varios hechizos que detuvieron el sangrado de la herida y luego la cerraron, aunque no había forma de hacerle recuperar la mano.

—¿Qué hacemos, señora? —inquirió uno de los hombres que la habían llevado hasta allí—. ¿Retirada?

—¿¡Retirada!? —Azrael se incorporó como pudo por el dolor y fulminó al mortífago con la mirada—. No vamos a rendirnos ahora, imbécil.

—Pero... Está herida, señora. Y ahora Víktor tiene el poder del Heredero. No creo que pueda hacer nada...

Azrael no le dejó terminar. Tomó su canalizador, que llevaba colgando de la cadera, y le cortó la cabeza sin siquiera parpadear. Mahtab aguantó una sonrisa de admiración; le encantaba cuando su Maestre era así de fría y decidida.

—No consentiré la presencia de ningún cobarde —farfulló con los dientes apretados—. Y mucho menos si me cuestionan.

—¿Es cierto eso, señora? —preguntó una de las mortífagas más ancianas, que se había quedado en la cueva junto a otros más mayores. Azrael creía que, por mucho que fuesen débiles para la lucha, eran sabios y sus mentes podían ser mucho más útiles que las varitas de quienes peleaban en el lago helado—. Lo del Heredero...

Gran Prix Mágico: La Final (Yuri!! on Ice)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora