Estuve aproximadamente diez minutos parada al lado de padre, frente al profesor Misaki, observando mis zapatos y el suelo, no quería verles la cara.
Cuando Misaki terminó de vaciar su buzón de quejas imaginario relacionado con mi comportamiento, padre sólo me miró mal y se despidió felizmente del profesor y de unos cuantos alumnos que ya habían llegado.
Caminé hasta mi asiento y me acomodé con lentitud, temía moverme bruscamente y romper en llanto.
Más y más perdonas se adentraban en el aula, pero Chifuyu no se encontraba entre tanta gente.
Después de mirar fijamente la entrada durante minutos y perder la esperanza de la llegada de Chifuyu, recargué la cabeza sobre la pequeña mesa y cerré los ojos, le daría más contenido a Misaki para su maldito buzón de mierda.
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La escuela es un asco, mucho más si no esta ese rubio platicador, y mucho, mucho, mucho más, si te despiertas cuando suena el timbre que avisa el inicio del receso y comes completamente sola dentro del salón.
Masaru fue a recogerme cuando terminaron las clases, y me trajo directo a casa. No decía absolutamente nada, y eso asusta; no tengo idea de que es lo que dirá cuando estemos en privado.
Estacionó el auto fuera de casa y salió sin hablar, lo seguí después de cargar todas mis cosas.
Al entrar él ya estaba sentado sobre el sillón individual, mirándome con tanta concentración que ni siquiera parpadeaba.
Tragué saliva, nerviosa y con miedo.
Él hizo unas cuantas señas, pidiendo que me acercara a donde se encontraba. Dejé mi mochila al pie de las escaleras y luego fui hacia él.
Me irá mucho peor si voy corriendo a mi habitación para encerrarme. Sé que hará algo estúpido, pero no quiero descubrir que es.
―parate aquí, y no te atrevas a levantar la voz― con el dedo índice de la mano derecha señaló el mosaico del suelo, frente a él, muy cerca.
Asentí sin rechistar, luego me posicioné donde indicó, tratando de mantener la espalda recta y parecer segura de mi misma, incluso cuidando mi respiración y movimiento corporal.
―no te muevas a menos que yo te lo indique― dijo mientras sacaba una cajetilla de cigarros y un encendedor de su pantalón.
No contesté, ni siquiera asentí, tal vez lo tomaría mal y...
Suspiré sin hacer mucho ruido, para relajar un poco los músculos.
―¿estás cansada?
Negué rápido con la cabeza, observando sus movimientos.
―me parece que si lo estas, después de todo te la pasas estudiando en la escuela y limpiando en casa. ¿te parece si te doy unos premios por todo el esfuerzo que haces?― volví a negar ante esa fea pregunta, sabía lo que significaba, pues ya la había hecho antes, no sólo a mi, también a madre, y a ella le iba peor.
―bueno, entonces acercate.
Me ignoró y siguió con sus mandatos, mismos mandatos que temo desobedecer.
―buena chica― comentó después de dar una larga calada a su cigarrillo y expulsar todo el humo por la boca ―. Quítate ese abrigo.
Hice lo que pidió, sosteniendo mi sueter con la mano derecha y sintiendome expuesta.
―dame tu mano― le tendí la mano izquierda, él la tomó y acarició con el pulgar.
―tus brazos son muy lindos, y se verán mejor con los premios que te tengo― con la mano derecha se sacó el cigarro de la boca y lo llevó hasta mi brazo, dejándolo un poco separado de mi piel. Dió unos leves golpecitos al pequeño cilindro blanco, dejando caer todo el trozo que ya se encontraba consumido, dolió sólo un poco, pues la mayoría era ceniza.
―ujum, justo como lo pensé, eres resistente― de un rápido y simple movimiento estrelló por completo aquel rojo vivo sobre mi piel. Mordí el interior de mis mejillas para no emitir ningún tipo de sonidos.
Su risa se hizo presente, y me fue inevitable soltar unas pequeñas risillas, me daba gracia la cara rara que ponía.
―¿te gustó?, bien, probemos con más cosas. La casa esta sola y ambos tenemos mucho tiempo libre― mientras hablaba encendía otro cigarrillo, ahí me di cuenta de la estupidez que había hecho.
¿por qué no me mordí más fuerte?
―traeme una lata de cerveza, estan en el refrigerador. Apurate, estoy ansioso por adornar tu repugnante y grande cuerpo.
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Todo mi cuerpo temblaba, en especial los brazos y piernas.
Abrí la llave del lavabo y enseguida puse ambos brazos bajo el chorro de agua, quitándome toda la ceniza y sangre a medio secar que tenía mi piel.
Tomé el jabón de barra que estaba por ahí y lo esparcí en mis brazos, el olor a sangre es desagradable.
Mierda, tengo tanto por limpiar.
Paré en seco mis acciones al escuchar bullicio en la parte baja de la casa, suspiré aliviada y pensé que sería mejor tomar una larga ducha.
Por lo menos ya terminé de asear la asquerosisad que dejé en suelo de la sala.
Me despojé de toda prenda que llevaba puesta, quedando desnuda y a simple vista.
Miré los mosaicos blancos del piso que adornan el baño, y pude ver mínimamente todo mi torso y piernas, rápidamente apagué la luz.
Encendí la regadera para comenzar a bañarme, era un poco difícil teniendo al luz apagada, pero de esa forma es más cómodo mi aseo corporal.
Asi es... en la oscuridad no puedo ver esas marcas, tampoco los defectos de todo mi cuerpo.
Seguí con mi ducha, se sentía tan bien aquella agua helada cayendo sobre mi cuerpo, luego de servir durante horas como el cenicero personal de Masaru.
Los muslos y brazos arden como un demonio, mucho más al entrar en contacto con el agua, pero a la vez se siente bien. Es maravillosamente refrescante quitarme la sensación de sus manos asquerosas apretando mi piel abruptamente, al no poder ser traspasada con facilidad por las latas que el mismo cortó luego de acabar con su contenido.
Quité la liga que mantenía unido mi cabello, para poder lavarlo mejor.
Tapé mi cara con ambas manos, sintiendo una necesidad excesiva por llorar. Toqué fuertemente las partes enrojecidas de mi piel, para concentrarme más en el dolor físico, para mi, ese tipo de dolor es mucho más fácil de soportar.
No tengo que llorar, mis ojos se verán raros y no quiero contestar estúpidas preguntas.
Al terminar salí del baño con la ropa ya puesta, secando mi cabello con una toalla húmeda.
Tome asiento en la orilla de mi cama e hice lo que mejor se hacer: nada.
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❝No Importa❞
FanfictionFujiwara ____, una chica "indiferente" y distraida, no desea ni considera nada en especial, a excepción de su madre. Con el tiempo corriendo y los pensamientos volando, se sumerge lentamente en un lago de inseguridad. Mitsuya Takashi, un chico pert...