Prólogo

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P R Ó L O G O

Sinceramente, he perdido la cuenta de cuanto tiempo llevo aquí. Al menos, comienzo a acostumbrarme a los enormes pasillos del Castillo Italiano.

No sé que hora es con exactitud, quizás las dos o las tres de la madrugada. Me debato internamente sí es buena idea o no ir a buscarlo.

Recuerdo que siete años atrás, tenía tantos conflictos mentales sobre sí el Sr. Dorian era o no una persona mala. Ahora es básicamente lo mismo, sólo que las pruebas son aún más evidentes. Están en mis narices y me hierve la sangre que muy en el fondo, mí corazón siga creyendo en sus palabras.

¿Por qué el corazón es tan estúpido? Dorian no tiene alma ni corazón, quizás por eso es más inteligente que yo. Qué aún, con todos esos demonios encima; puede manipularme a su antojo con palabras bonitas.

Pero... Dios, esas palabras suenan tan reales.

Camino con lentitud, tomando mí vestido morado entre mis manos. Ni siquiera me he puesto el pijama, desde el inicio de la noche ya tengo el plan de ir en su busqueda. Su habitación es la más alejada y en la más arriba, porque el odia que lo molesten.

En cuánto llego, noto la puerta semi-abierta. Antes de entrar, me pregunto internamente ¿Qué hago aquí?

Es casi gracioso, me tiraron a un agujero para salvar a un perrito herido y subir. La cuestión es que, no me han dado siquiera una cuerda para hacerlo. Es sólo una metáfora, pero así me siento exactamente. Cómo alguien que camina en círculos.

Maldita sea, qué hago aquí

—Davina Flynn —su voz ronca me da un susto de muerte justo cuando intento devolvérme a mí habitación.

Me volteo, la puerta sigue medio cerrada. La abro y entro sigilosamente, no confío en el. Lo encuentro frente a un espejo, con esa larga gabardina oscura que le queda demasiado bien. Su manera de vestir tan elegante, le da un toque excelente a su porte de Rey.

—¿Cómo supiste que estaba aquí? —hablo duramente, sin dejarme intimidar.

Aún de espaldas, sus ojos oscuros me analizan en el reflejo del espejo. Ya ni siquiera recuerdo cómo era el brillo esmeralda en su iris en el pasado. Ha cambiado tanto.

Sin embargo, lo peor es que después de tantos años y apesar de tantos cambios... Aún conserva una pisca de ese Dorian del cuál me enamoré.

—Tú respiración es muy obvia —se voltea con una sonrisa amable. No me causa nada, pues estoy plenamente consciente de su plan. —¿Quieres entrar?

—Ya me iba.

Ladea su cabeza, con esa mirada dura y masculina me causa escalofríos.

—¿Ya? —sonríe con inocencia.

Idiota, lo odio

—Sí, ya —le regalo una sonrisa falsa y luego hago el intento de irme. Hasta que la sangre en su abdomen me llama la atención. No te preocupes por el, Davina. No, no, no. —¿Y... qué te pasó ahí?

Mierda

El baja la mirada, hasta la evidente herida de su abdomen. Se quita la gabardina y queda únicamente con una camisa gris puesta. Se ajusta perfectamente a todos los músculos de su abdomen, hombros y brazos que ha desarrollado con los años. Teniendo en cuenta que a los 18 era bastante delgado.

DORIAN Y EL REINADO OSCURO | IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora