Arteth

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Casi siempre sueño que estoy en una fiesta.
Será tal vez mi reciente apatía social, o el deseo profundo que en verdad siento por acudir a una fiesta. Reunirme con amigos, escuchar música, reírme, comer frituras, dulces, bailar... sí...suena bastante bien. Será tal vez por eso que anoche volví a soñar con una fiesta. Una fiesta entre cuartos deformes, con puertas dobladas, posadas en el techo.
Luces Technicolor, la luz de la luna afuera, en el cielo nocturno.
Y yo me encuentro solo.

No conozco a nadie. Tengo un vaso en la mano y paseo la mirada de un lado a otro. Casi siempre, me doy cuenta de cuando estoy soñando...parado allí en medio de extraños, escuchando música y bebiendo un vaso con agua de color lila, me doy cuenta de que estoy soñando.
No pasa nada, y como no es desagradable, decido quedarme en el sueño en vez de despertar.

Camino entre las habitaciones de la casa, encontrando personas riendo, bailando, besándose, pasando un buen rato. Entonces llego a la cocina y me encuentro allí con una chica alta, de cabello castaño, laceo, largo hasta la altura del cuello. Tiene un porte rudo y tosco. Huele a sudor, tiene uno que otro barrito en la cara. Pero su mirada es hostil. Me pone nervioso apenas la veo. No la conozco.

-Te estaba buscando, enano. ¿Dónde estabas- Dice, y yo tuerzo el gesto ante su vulgaridad.

-¿Yo?- pregunto, volteando a ver si hay alguien más detrás de mí. Pero no. Estamos solos.

-Claro que tú, ¿quién más?-Espeta, agarrándome con su brazo por el cuello. Es mucho más alta que yo. El sudor de su axila me moja la nuca y me asqueo...pero hay algo...un algo que me hace no apartarla y quedarme justo donde estoy. Parece como si yo la conociera de hace tiempo, como si no fuese la primera vez que ella hace eso.

Respiro profundo y dejo que me arrastre fuera de la cocina hasta una habitación donde cuatros personas conversan. Parecen conocerla también, me suelta para ir a saludarlos, y yo me quedo dónde estoy, acomodándome el cabello y la camisa. Su mirada me busca y me acecha de tanto en tanto. No puedo entender por qué me pone tan nervioso. Y tampoco entiendo por qué no me voy. Siento un hormigueo en la punta de los dedos y entre las piernas.

Trago saliva en cuanto la veo acercarse a mí. Me toma de las mejillas y me sonríe.

- ¿Qué te pasa, enano? Estás muy callado.

Niego con la cabeza y ella me da una nalgada que hace reír a los demás, pero a mí me llena de enojo.

- ¡Qué te pasa!-Le grito, y entonces ella me toma de los hombros, haciéndome temblar en una excitación extraña que no sé de dónde salió. Los demás susurran, divertidos ante la escena, y ella sonríe ampliamente.

-No te pongas así, muñeco...¿Quieres que ellos vean cómo te castigo por ser tan grosero?

-Cas... ¿castigarme?-susurro, y entonces escucho que una de las personas la alienta a hacerlo. Las demás le siguen en coro y entonces ella me besa la frente para después darme la media vuelta y agachar levemente mi  cuerpo, sosteniéndome los brazos detrás de la espalda.

-Espera...-jadeó, pero ella toma mi ropa interior y la lleva hacia arriba, provocando que se meta entre mis nalgas y que mis pies se pongan en puntillas. Escucho las risas de los demás y mi rostro se pone colorado. No puedo negar que esta dolorosa y humillante situación me excita. La presión de la tela entre mis nalgas y  mis genitales me hace estremecer.

Gimo despacio y entonces ella relaja la tensión para volver a subirla, una y otra vez. Torturándome y haciendo que mi vulva se ponga mojada.

No hago otra cosa más que agarrarme la cintura y tambalear las piernas mientras ella me da tirones a diestra y siniestra frente a los demás. Llega un punto en que me alza en el aire, haciendo que no toque el suelo. Me deja así unos segundos, y yo muevo los pies, desesperado por tocar el suelo.

Soñando con extrañosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora