Amantes monocromáticos

648 9 0
                                    

Por fuera lo único que se escucha es la música que hay dentro de la casa.
Respiro profundo y reviso por veinteava vez el último mensaje que Jakob me escribió. Suelto un suspiro y avanzo, tocando a la puerta de la gran casa blanca donde se está llevando a cabo el evento de cada mes.
Y cómo cada mes, he venido a ver a Jakob.

La puerta se abre y me recibe una mujer alta vestida de negro. Me mira de pies a cabeza y luego pregunta:

- ¿Nombre?

-Alana- Contesto, y ella revisa en la lista que tiene en la hoja de papel. Ubica mi nombre y pone una palomita a su lado con la pluma roja.

-Pasa.

Asiento y entro a la casa. Dentro hay ya varias personas vestidas de negro o blanco, todos están en sus asuntos. La guardia llama mi atención y me muestra la mesa a su derecha, donde hay varias camisetas blancas y negras de diferentes tallas. Me señala también una cesta donde hay varios teléfonos celulares, etiquetados con el nombre de sus dueños. 

-Deja tu teléfono aquí, y toma una camiseta. La blanca es para nerds, la negra para bullys. Ya sabes las reglas, no se permiten abusos de ningún tipo, ni agresiones no consensuadas, tampoco puedes grabar ni tomar fotografías, así que si traes otro dispositivo móvil, déjalo aquí. Si alguno de nosotros te pilla rompiendo las reglas, estás fuera de la casa y vetada por siempre de estas reuniones.

-Bien, lo sé-Asiento, dejando mi teléfono en la cesta y poniéndome encima del top una camiseta negra. Me acomodo mi cola de caballo y suelto un suspiro, dándole las gracias a la guardia y pasando a la sala, dónde veo cómo un sujeto con camiseta negra hace que un chico de camiseta blanca se coloque contra el sofá. A su alrededor hay dos chicas de camisetas negras, y observan entre risas como el chico de negro comienza a jalar la ropa interior del muchacho de blanco, cuyas mejillas se ponen rojas por la vergüenza y la excitación.

Sonrío discretamente ante ello y me concentro en buscar a Jakob. Me dijo que estaría en una de las habitaciones, pero no me dijo en cuál. Le encanta jugar al escondite, y a mí me encanta que me provoque así. Siempre lo hace, y siempre me genera un placentero cosquilleo en el estómago. 

Conocí a Jakob hace dos años, en el primer evento que organizó el administrador del grupo al que pertenecemos. Apenas lo vi, quedé hechizada por él, por el brillo de sus ojos, por su sonrisa tentadora, el sonido de sus jadeos cuando lo levanto de la ropa interior...más allá de lo físico y lo erótico, Jakob se ha convertido en un gran amigo al que acudo cada que me siento triste. Sus mensajes y las videollamadas que llevamos a cabo me levantan los ánimos hasta en los días más oscuros. Por eso Jakob es importante para mí.  Y por eso tenemos la confianza de hacer estos juegos. 

Camino por los pasillos de la gran casa, pero no lo veo. Lo único que veo es a los bullys y los nerds conviviendo en la plena paz que esta actividad permite. Hay algunas personas que cuelgan de sus calzoncillos en los ganchos de las paredes (los que se usarían más bien para colgar abrigos) y uno que otro me llama para que lo baje, pero yo solamente los miro, sonriendo maliciosa, y les digo que se ven muy bien así, que para qué quieren bajarse, y ellos se retuercen entre gemidos mientras algún bully cuelga a un nuevo nerd, y tal vez, a un costado, un nerd cae al suelo después de que su ropa interior se rompe. 

Sigo caminando y subo las escaleras hacia el segundo piso donde, mientras estoy distraída buscando a Jakob, un muchacho rubio de lentes choca contra mí. Agacho la mirada para observarlo. Soy muy alta y algo fornida, entonces la visión de mi presencia lo hace temblar ligeramente, tal vez por verdadera intimidación o por placentera excitación. Está vestido con una camisa blanca, y al ver que yo estoy de negro sonríe ligeramente y me toma de la mano. 

Soñando con extrañosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora