La espectadora del balcón

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Me mudé a este pueblo hace un mes, creyendo que terminaría sumida en el aburrimiento. Porque la ciudad es mucho más entretenida, mucho más grande, mucho más variada. Al menos eso pensaba en los primeros días, cuando me la pasaba tumbada en mi cama mirando el techo. No fue hasta el viernes de la primera semana cuando decidí asomarme por el balcón de mi habitación, sentándome en un banquito para observar la zona trasera del parque que está detrás de mi casa.

Desde aquella vista logro ver a los niños jugando en los juegos, a lo lejos, y a las señoras tejiendo sentadas en las bancas. La zona trasera del parque está llena de árboles y casi siempre está solitaria. De repente, al atardecer, logro ver una que otra parejita que se come a besos, tocándose el cuerpo levemente sobre la ropa. Nada que me logre excitar lo suficiente como para volver a mi cama, sacar mi vibrador y entregarme a la memoria y el placer.

Todo cambió ese primer fin de semana, cuando me senté en mi banquito para ejercer mi papel de espectadora discreta, y vi llegar, aproximadamente a las seis de la tarde, a dos muchachos. Uno de ellos era alto, con físico de atleta y cabello rubio corto; el otro era de estatura media, delgado, de cabello negro corto con fleco. No sé cómo se llaman en realidad, pero en mi mente he decidido llamarlos Damián y Joseph.

Damián viste casi siempre pantalones de mezclilla o deportivos, con camisetas de deporte o una sudadera roja con capucha que le da el típico aspecto de un bully norteamericano. Joseph, por su lado, casi siempre está vestido de negro, en un aspecto emo/femboy que me estremece. Él es quien me gusta más de los dos. A veces incluso usa faldas negras por encima de un par de mallones del mismo color. Trae un choker con el dije de un corazón azul marino y algunos aretes en la oreja. Se mueve de manera sútil pero con aires de superioridad y feminidad seductores.

Siempre vienen los sábados, los domingos y los miércoles a las seis de la tarde. En ese primer día que los vi, los dos se sentaron en un tronco tumbado que había sido tallado a manera de banca improvisada. Hablaban de manera tranquila y normal, yo no alcanzo a escuchar muy bien lo que dicen, pero la voz de Damián es muy grave y siempre enuncia palabras de manera pausada, como un hombre ceremonioso. Joseph tiene la voz grave también, y habla demasiado rápido, como si tuviera ansiedad. Los dos son tal para cual.

Me quedé absorta mirándolos porque me parecían bastante curiosos. Estaba allí, esperando a que comenzaran a comerse a besos o a manosearse, pero en vez de eso, Joseph se levantó para echar un vistazo a los alrededores. En ese momento yo me escondí levemente en el balcón, aunque sé que no pueden verme desde el ángulo en el que están posicionados. Una vez que Joseph se aseguró de que no había nadie cerca que pudiera verlos, regresó hacia Damián y le hizo una seña con la mano para que se levantara del tronco. Se nota demasiado que es él quien da la órdenes y quien lleva el sartén por el mango. Damián se levantó y se acercó a Joseph, poniéndose detrás de él para abrazarlo, recargando la boca sobre su nuca y dándole suaves besitos mientras sus manos se aferraban por el frente. Joseph soltó un par de suspiros ante los besos de Damián sobre su cuello y su nuca. Después, las manos de Damián soltaron las de Joseph para agarrarle la cintura, tanteando con sus dedos el borde de su pantalón negro con cadenas.

Mis ojos se abrieron de par en par al ver cómo Damián sacaba levemente la ropa interior de Joseph, asomándola de manera tentadora. Sentí un extraño hormigueo en los dedos al ver el tono azul de aquella prenda que Damián sostenía en sus manos, sin hacer nada con ella más que tentar a Joseph y a mí. Se acercó para susurrar algo al oído de Joseph, ante lo cual él asintió, y entonces asió la ropa interior con fuerza para tirar de ella, provocando que Joseph se doblara levemente y que sus pies se pusieran en puntillas. Lo escuché soltar un leve gemido al mismo tiempo que Damián reía suavemente. Apreté las manos en torno al barandal del balcón y sentí cómo las mejillas se me llenaban de rubor. Me estaba quemando.

"¿Estás bien?" preguntó Damián, y Joseph asintió. "¿Lo hago más fuerte?"

Joseph asintió de nuevo y entonces Damián soltó la tensión para volver a aplicarla, con un poco más de fuerza, levantando ligeramente a Joseph y haciendo que sus delgadas piernas temblaran. Abrió la boca para dejar salir un gemido más fuerte, que el viento y el ruido lejano de los niños jugando en el parque silenciaba, dejándolos a los dos en la más privada intimidad. Excepto por mí, que observaba todo, húmeda y deseosa por tocarme con esa imagen en la cabeza.

Damián siguió así, dando tirones y haciendo gemir a Joseph mientras le decía cosas al oído. ¿Qué le habrá dicho? Muchas veces fantaseo con eso, con las cosas que Damián le susurra a Joseph.

¿Serán cosas dulces y cursis? Como: "Eres encantador, muñeco, me encantan los ruidos que haces...porque eres adorable".

¿O serán cosas más fuertes y de juego de humillación? Cómo: "¿Qué pasa, cerebrito? ¿No te gusta? Porque yo veo que lo disfrutas demasiado, no dejas de hacer ruido..."

Lo que sea que le diga, me enciende. Ese día, Damián se detuvo luego de unos quince minutos de estirar y aflojar. Soltó a Joseph con cuidado y este se acomodó la ropa interior, sobándose entre risas y volteándose hacia Damián para abrazarlo. Ahí comenzaron a besarse en los labios, pero no hicieron más. Se fueron entre risas y plática, tomados de la mano.

Desde entonces los espero, viendo cómo llegan puntuales. Hay ocasiones en las cuales Joseph trae falda y medias, y cuando Damián lo levanta de los calzoncillos, alcanzo a ver su trasero por debajo de la falda. Muchas veces, Damián le levanta levemente la falda para sobarle las nalgas y azotarlo de tanto en tanto. Otras veces, lo levanta por el frente, abrazándolo y haciendo que Joseph patalee a causa del dolor y el placer. Una vez incluso dijo que estaba cansado, y lo que hizo fue colgar a Joseph de la rama de un árbol, dejándolo allí, moviendo los pies y retorciéndose mientras que él se sentaba a observarlo.

Jamás pensé excitarme tanto sólo por ver eso. Me dan ganas de bajar al parque con ellos, decirles que he estado espiándolos todo este tiempo y que yo también quiero participar en sus juegos. Lo mejor será que no haga eso, pensarán que estoy loca, estoy rompiendo con su privacidad de pareja. O tal vez no, tal vez me acepten y tal vez yo pueda estirar también la ropa interior de Joseph...no lo sé.

Por ahora me quedaré aquí, con los ojos de águila y el cuerpo de verano, siendo una simple espectadora de balcón.

Soñando con extrañosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora