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—¿No decías que haría calor?— Cuestiono Reki mientras se abrazaba a si mismo.

Habían llegando a la dichosa caballa cerca del mar. Claro que el clima era el peor, sentían su cuerpo sin poderse mover por el gran frío.

—Se supone que ese era el pronóstico para hoy.— Dijo Miya abriendo la caballa lentamente por el frío.

Reki miro de reojo a Langa, lo veía más pálido que de costumbre.

—¿Te sientes bien?— Le pregunto acercándose al el, alzo su mano para tocar su frente.

Langa por instinto evitó el toque.

—Estoy bien, solo hace frío.— Sonrió despreocupadamente tomando de la mano a Reki para caminar hacia dentro.

Reki solo se quedó mirando sospechoso a este, debería de estar atento más por el cuerpo débil de Langa. No sería para nada bueno que se enfermara.

—Tendré que volver por Takashi, al parecer si le dieron permiso de último momento.— Murmuró cansado Miya con el celular en mano.

—¿Ahora?

Miya solo asintió con la cabeza, le tomaría varias horas así que llegarían en la madrugada.

Ya era tarde en ese mismo momento.

—Ve con cuidado.— Exclamó Langa sentado en el sofá.

—Regresare lo más pronto posible, hay comida en los cajones de ahí. Si tienen más frío pueden subirle a la calefacción. Cualquier cosa deben de llamarme.— Exclamó con detenimiento.

Miya claramente se iba preocupado, no por Langa si no por Reki. Reki hay ciertas situaciones que no puede sobrellevar.

No tardó en irse despidiéndose de sus amigos.

—¿Seguro que estás bien?

Volvió a preguntar Reki al ver a Langa más pálido de lo normal y un poco roja su rostro.

—Estoy bien...solo debo de estar cansado.— Murmuró para que esté no se preocupara.

Reki claramente no se quedó satisfecho y tocó su rostro.

Estaba ardiendo en fiebre.

—¡Dios! Estás ardiendo en fiebre.— Exclamó demasiado preocupado.

—Estare bien.— Murmuró con dificultad mientras sentía su cuerpo temblar.

—Claro que no estarás bien, necesito encontrar tus medicamentos.— Exclamó desesperado.

Rei empezó a vaciar todas las maletas rápidamente en busca de los medicamentos. Repetidamente se pasaba su manos por su cabello en forma de desesperación. Aquellos medicamentos simplemente no aparecían.

—¡Mierda! ¿No recuerdas dónde los acomodarte?— cuestiono Reki mirando y quitándole un pañuelo mojado de la frente de Langa.

No sé preocupaba por la calefacción, ya le había subido y mantenía a Langa en cama mientras le ponía un pañuelo cada vez que fuera necesario.

—Yo creo que se quedaron en el coche de Miya.—murmuro Langa viendo a Reki que se pasaba por toda la habitación.

Reki solo maldijo, el viaje fue un mala idea.

Era noche buena y Langa estaba enfermo y los medicamentos no estaban.

—Buscale si en la cabaña hay algún medicamento que sirva.

[...]

Reki se dió por vencido después de buscar y no encontrar nada.

—Estare bien... solo quédate a mi lado.— Murmuró Langa mientras entrelazaba su mano con la de Reki.

—Langa...— Reki solo lo miro con ojos llorosos.— Fue mala idea viajar, está es la peor navidad.

Reki solo se acurrucó a lado de este mientras lloraba.

—Las navidades a tu lado nunca son malas. Las navidades a tu lado son las más valiosas para mí.— Murmuró Langa con una sonrisa.

Langa seguía recibiendo cartas de Reki, le sorprendió el hecho de que esté siguiera mandando. Pero Langa era más que feliz leyendo sus cartas, adoraba el hecho de leer como contaba como se conocieron y el cuánto lo quería.

—¿Ya mandaste la carta a Santa?— Pregunto Langa mientras sentía como Reki paraba de llorar poco a poco.

—No, se me olvidó mandarla. Pero no creo que haya problema...— Murmuró acomodándose para abrazar a Langa.

—¿No crees que santa extrañará tus cartas?— cuestiono mientras observaba como Reki empezó a acariciar suavemente su mano.

—No lo creo... capaz y tengo a santa fastidiado con mis cartas.— Murmuró divertido.

Langa sonrió al ver que Reki había dejando de llorar. Langa amaba ver sonreir a Reki.

Recordó la vez que un compañero de clases de Reki le dijo que Santa no existía. Odio ver el rostro de Reki hecjo un lío de tanto llorar, ese día Miya no se contuvo y se peleó a golpes con ese chico.

Entonces ese día tuvo que cuidar a dos niños, uno que no paraba de llorar y otro que tenía todo el rostro con rastro de tierra y rasguños.

—Capaz y santa adora tus cartas. Después de todo quien llegaría a odiarte.

Langa con sus manos temblando acarició la mejilla de Reki. Seguía con fiebre y no podía negar el gran dolor que estaba sintiendo por todo el cuerpo.

Sentia que podía morir.

Las llamadas y mensajes simplemente no le llegaban a Miya, la señal era pésima en ese lugar.

—No creo. Ya no soy un niño y talvez ni lee mis cartas.— murmuró con un puchero viendo a Langa.

Langa sabía que era momento de decirle a Reki... era momento de que supiera que su querido Santa era el.

—Reki...

Langa lo llamo.

—Lo se querido santa.— Dijo con una sonrisa.

Cartas a Santa| RengaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora