2. Logan

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Logan

Llevaba días con una melodía metida en la cabeza reproduciéndose en bucle y sin parar. Había intentado plasmarla en mi cuaderno varias veces pero cada vez que cogía la guitarra dispuesto a componer, la inspiración se esfumaba como por arte de magia. Puf. Adiós canción.

Encendí un cigarrillo para matar la frustración y tiré la libreta de mala manera sobre la cama. Mis ideas estaban paralizadas en una especie de bloqueo musical y sabía que Nixon estaba ansioso por tener el material suficiente para echar a Mason de su bar.

Éramos un poco cabrones, pero necesitábamos cambiar de localización para poder aumentar nuestra lista de contactos y salvar nuestros culos de problemas futuros. El Cooper's solía ser un buen bar para tocar de vez en cuando y además pagaban bien, pero desde hace tres meses el local había estado recibiendo muchas deudas y estaba prácticamente al borde de la quiebra, y nosotros no queríamos tener nada que ver. Una decisión un tanto egoísta, pero ¿qué más daba? No queríamos más líos así que buscamos sitios alternativos para tocar y ganar algo de dinero y Hideout resultó ser una de las mejores opciones en Brooklyn.

Moví los dedos por las cuerdas de la guitarra de forma distraída mientras mi mirada se dirigía hacia el reloj colgado en la pared. En menos de dieciocho minutos había quedado con Nixon en el Hideout para observar un poco el panorama.

Guardé la guitarra en su lugar, apagué el cigarro y agarré la chaqueta para bajar hacia el vestíbulo. El olor a lasaña impregnó toda la planta baja de casa y por un momento estuve apunto de mandar a la mierda a Nixon y al bar, pero un compromiso siempre se debe cumplir.

Al entrar en la cocina divisé a nuestra cocinera Beatrice mirar el horno donde suponía que reposaba la cena. Y sentada en la ostentosa mesa, se encontraba mi madre. La examiné y me pareció ridículo verla enfundada en un caro vestido Chanel y con su pelo intacto a pesar de ser las las diez menos cuarto de la noche. Perlas caras colgaban de sus orejas y lucía una manicura de al menos doscientos dólares en sus uñas. Una persona muy humilde y minimalista sin duda.

—Logan, querido—mi madre levantó la mirada de su portátil para saludarme—.Justo a tiempo para la cena.

—He quedado con Nixon, volveré más tarde.— dije sin dar mucho detalle.

Vi cómo su sonrisa se congelaba un poco y sus cejas se empezaban a juntar

Ahí vamos otra vez...

Mi madre era una persona demasiado cuadriculada y perfeccionista. Cualquier cosa que no se ciñera a sus planes, era un estorbo para ella. Pero mi preocupación era equivalente a cero.

—Log...

—Nos vemos.— le corté de forma fría.

Antes de que abriera la boca para protestar de nuevo, cerré la puerta de casa con un golpe seco. Al salir del porche, el frío azotó mi cara con rabia y con largas zancadas llegué al coche aparcado en la calle de enfrente. Una capa gruesa de nieve reposaba sobre él y tuve que quitarlo con mis manos desnudas. Genial, más frio aún. Cojonudo(1).

Joder, odio el invierno americano.

La casa de Nixon estaba en la otra punta de Brooklyn, apenas había coches por la calle y llegué en nueve minutos. Desde lejos aprecié su metro ochenta y ocho en el borde de la acera junto a una figura delgada a su lado, no me costó deducir qué se trataba de Megan. Fruncí el ceño inevitablemente al verla. Pensaba que hoy iba a ser una noche de chicos y por muy bien que me cayera Megan, ella no pintaba nada ahí.

—Ya era hora, cabrón— saludó Nixon entrando al coche—.Llevo diez minutos esperando aquí fuera. Hasta mi abuela conduce más rápido que tú.

Él y su maldito humor. Miré la hora otra vez y vi que había llegado antes de lo acordado. Me limité a rodar los ojos y saludar con la cabeza a Megan a través del retrovisor.

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