7. ¿Qué te está pasando?

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Logan

—Es increíble que lo mantuviera en secreto— Nixon bebió de la cerveza—. Si yo tuviera su voz, no me callaría ni un segundo.

Me quedé en silencio observando las luces de Manhattan desde el tejado de la casa de Nixon. Habíamos decidido comprar una caja de cervezas y pasar el rato en vez de ir a otro club a pasar la noche hasta la hora de trabajar. Yo lo preferí así. No estaba de humor para salir.

Mi mente aún seguía procesando lo ocurrido hace unos días.

Hace años Maya me comentó vagamente su gusto por la música, pero nunca pensé hasta que punto le gustaba. Creí que simplemente se refería a música en general y me la imaginaba siendo fan de One Direction y cosas así, pero nunca en la vida hubiera imaginado que la pequeña Maya tuviera esa voz. Y seguramente mi yo del pasado se hubiera reído de ella, pero, mi yo del presente tenía el corazón en la boca y el cuerpo acelerado.

—Debería cantar con nosotros— propuso en voz baja.

—No.

—¿No?— me miró incrédulo.

Muy en el fondo ansiaba estar cerca de ella y escucharla cantar todo el maldito día, pero mi orgullo me lo impedía. Llevaba un mes en el Hideout y lo único que había hecho era ignorarla, pero hace unos días, ocurrió algo sorprendente. Fue la primera vez que mantuve una conversación relativamente larga sin usar monosílabos ni movimientos con la cabeza. No entendía realmente por qué lo había hecho, pero no pude evitar preocuparme por ella. Parecía inquieta y muy cansada, y mi primer instinto fue acercarme para asegurarme de que todo estuviera en orden. Aunque intenté no hacerme el interesado.

—¿Por qué no, Maxwell?— insistió— Es guapa y sabe cantar bien, eso nos vendría genial para el grupo.

—No la quiero a mi alrededor.

—Pues buena suerte. Trabajáis en el mismo bar.

Dio un sorbo a su cerveza y yo me limité a rodar los ojos.

—Puedes seguir con tu papel de hombretón con el ego dañado, pero sabes que es muy buena idea.

Nixon a veces podía resultar muy insistente y pesado, pero el cabrón siempre conseguía lo que quería.

—No es mala idea— Nixon hizo el amago de celebrar pero volví a hablar—. Pero aún así no quiero.

—¿Qué cojones te pasa con ella, tío?— me miró con el ceño fruncido— ¿Ha matado a tu hámster o algo?

Le di un puñetazo fuerte en el hombro.

Nixon no sabía nada de mi relación con Maya, era un tema que decidí dejar enterrado el mismo día que me di cuenta que ella nunca volvería. Además, conocí a Nixon en el instituto, así que, él no necesitaba saber de la existencia del papel Maya en mi vida. Al menos no de momento.

—No quiero hablar de ello.

—Vamos, Log— hizo un puchero—. Piénsatelo.

Medité durante medio segundo.

—Mmm...— Nixon me miró con ojos brillantes—. No.

Todo brillo desapareció y me gané una colleja en la nuca.

—Eres un capullo— me miró enfadado—. Y un ciego por no ver la oportunidad que tenemos delante.

Si aceptaba eso significaba y estar con Maya, ensayar con ella, escucharla cantar y también significaba verla de cerca. Podría apreciar esas pecas con más claridad y también podría ver la pequeña cicatriz en su barbilla que se hizo con seis años al caerse de un árbol. Todas esas razones me incitaban a aceptar la propuesta sin pensarlo, pero el resentimiento habló por mí.

Elocuencia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora