Nixon
No sabía qué cojones le pasaba a Logan, pero llevaba semanas ausente y comportándose de manera sospechosa. Pocas veces mostraba alteraciones en su estado de ánimo, era como un jodido bloque de hielo impenetrable. Pero tenía su encanto. Y es que con los años he aprendido que Logan necesita su espacio y a la mínima que se siente presionado, levanta unos muros estratosféricos. Pero a pesar de eso, incluso en sus peores días, nos complementábamos bien y sabíamos trabajar en equipo.
Una gota de sudor bajó por mi cuello hasta bajar por mi pecho. Hacía mucho frío fuera, pero el taller era como una maldita sauna. O peor.
Inspeccioné el inyector del motor con detenimiento. Estaba hecho polvo y me estaba costando mucho arreglarlo, pero ese trabajo era lo que mantenía a flote mis planes futuros. Giré la llave inglesa con fuerza inclinado dentro del capó del coche.
—¡Buenos días!— un chillido me asustó hasta tal punto que mi cabeza golpeó con fuerza la tapa del capó.
Me cago en la puta.
—¡Joder, Theo!— me sobé la parte afectada— ¿Qué coño haces?
—Alegrarte el día— se encogió de hombros.
—Pues cambia de técnica, esta es una mierda— me quejé.
Theo Morales. Un chaval que contratamos hace unos meses como dependiente en la ferretería. Nos llevábamos unos cuantos años, era alto y delgado su pelo rubio siempre estaba hecho un desastre pero combinaban bien con sus ojos marrones. No era feo, pero sin duda su personalidad era su punto fuerte. Al principio se mostró muy tímido y temeroso y aún me acuerdo de cómo temblaba como un flan cuando me veía entrar por la puerta. Pero con el tiempo conseguí que no me tuviera miedo y ahora nuestra relación es más estrecha.
No intimido tanto, ¿o si?
—Veo que tienes problemas—señaló con la barbilla el inyector. Levanté una ceja.
—¿Sabes de motores?
—Lo básico—se encogió de hombros—. El inyector es casi imposible de arreglar, lo mejor será reemplazarlo por uno nuevo, sino la combustión fallará continuamente.
Con desconfianza volví a revisar la pieza y tenía razón. Me quedé perplejo
¿Cómo...?
—A veces te olvidas que soy un friki para todo— se rascó la nuca nervioso y me reí de él.
—Ven aquí, renacuajo— enganché mi brazo alrededor de su cuello y restregué mis nudillos contra su pelo. Adoraba meterme con él.
—¡Suéltame, capullo!— intentó apartarse— ¡Me ha costado mucho peinarme esta mañana!
—Tu concepto de peinarte es un poco ambiguo— me mofé. Su pelo no tenía remedio.
Con un empujón lo solté y con una sonrisa socarrona observé cómo se intentaba arreglarse ese nido de pájaros. Fingía estar enfadado pero sus ganas de reír lo delataban. Era un pésimo mentiroso. Y un friki también.
—Si tanto sabes de coches, ¿por qué no pruebas venir un día al taller?— sugerí. Vi cómo se emocionaba un poco y supe que había dado en el clavo.
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Elocuencia.
Teen FictionLa elocuencia es la principal cualidad para subirse al escenario. Maya había dudado toda su vida de si realmente tenía lo necesario para triunfar. La adrenalina que había necesitado todo este tiempo, apareció una noche en su local. Y tenía nombre y...