Capítulo 3

94 10 0
                                    

8 de Septiembre de 2012
Ciudad Nacional

Se abre la puerta, ello anima a las mariposas que tiene en el estómago a qué levanten el vuelo. Hace una pausa lo bastante larga para permitir que se calme un poco el pulso y entra. La recorre un escalofrío cuando oye el chasquido de la puerta sellarse a su espalda.

La sala de aislamiento mide tres metros por seis. Por enfrente de ella hay una cama de hierro. Frente a la cama hay una solitaria silla, atornillada al suelo. En la pared derecha hay un cristal ahumado: ventana de observación, nada disimulada.

Kara se ha puesto de pie y tiene la cabeza ligeramente inclinada, de modo que ella no puede verle los ojos.

Lena extiende una mano y esboza una sonrisa forzada.

-Lena Luthor.

Kara levanta la vista y deja ver unos hermosos ojos de color azul, un azul intenso, un azul de un hermoso mar.

~Lena Luthor. Lena Luthor~ Kara pronuncia cada sílaba con esmero, como si quisiera grabársela en la memoria~Resulta muy agradable que...

De pronto desaparece la sonrisa, una expresión falsa que queda en blanco.
Lena siente cómo le retumba el corazón en los oídos. <Conserva la calma, no te muevas>
Kara cierra los ojos. Le está ocurriendo algo inesperado. Lena advierte que su mandíbula se alza ligeramente y deja de ver la cicatriz.

~¿Permite que me acerque un poco más?
Han sido palabras pronunciadas con suavidad, casi en un susurro. Lena percibe que se resquebraja la contención emocional que hay detrás de esa voz.
Lena reprime la necesidad de girarse hacia el cristal ahumado.
Los ojos se abren de nuevo.

~Le juro por el alma de mi madre que no le haré ningún daño.
<Vigila sus manos. Si te ataca, clávale la rodilla donde más le duela>

-Sí se puede acercar un poco más, pero nada de movimientos bruscos, ¿de acuerdo? La doctora Arias la está viendo.

Kara dio dos pasos al frente y se queda a medio brazo de distancia. Inclina el rostro hacia delante, con los ojos cerrados, inhalando, como si la cara de ella fuera una exquisita botella de vino.

La presencia de aquella mujer está haciendo que a Lena se le ponga de punta el vello de los brazos. Detrás de esos ojos cerrados empiezan a formarse lágrimas. Se escapan unas pocas que bajan toda do por las mejillas.

Por un breve instante, el instinto maternal consigue bajar sus defensas. <¿Estará fingiendo?> Sus músculos se ponen nuevamente en tensión.

Kara abre los ojos, que ahora son dos estanques de agua.

~Gracias. Creo que mi madre usaba el mismo perfume.
Lena da un paso atrás.
-Es Calvin Klein. ¿Le trae recuerdos felices?
~y también desagradables.

~¿Prefiere la cama o la silla?
-La silla está bien.

El Fin del MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora