Diario de Zor-el

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                            24 de Agosto de 2000

Hoy me encuentro en Harvard, organizando estos extractos mientras espero mi turno para subir al estrato. Es mucho lo que implica mi discurso, sol muchas vidas. Ni mayor preocupación es que los egos de mis compañeros sean bastante grandes para que se permitan escuchar mis hallazgos con la mente abierta. Si se me diera la oportunidad de presentar los datos, sé que puedo apelar a ellos como científicos. Si caigo en ridículo, me temo que todo estará perdido.

Miedo. No me cabe duda del efecto motivador que ejerce en mí esa emoción en estos momentos, pero no fue el miedo lo que me impulsó a realizar el viaje aquel fatídico día de mayo de 1969, sino el deseo de fama y fortuna. En aquel entonces yo era un joven e inmortal, y todavía estaba rebosante de seguridad y de energía, pues acabada de obtener mi título de doctorado con sobresaliente en la Universidad de Cambridge. Mientras el resto de mis llegas estaban ocupados en protestar contra la guerra de Vietnam, hacer el amor y luchar por la igualdad, yo partí de viaje con la herencia de mi padre, acompañado de dos arqueológos y compañeros: mi (antiguo) amigo íntimo Morgan Edge y la deslumbrante Vanessa Rosen. Nuestro objetivo era desvelar el gran misterio que rodeaba al calendario maya y a su profecía del juicio final que habría de cumplirse en el plazo de dos mil quinientos años.

¿Que no te suena nada la profecía del calendario maya? No me sorprende. En la actualidad, ¿quién dispone de tiempo para preocuparse por un oráculo de muerte que tiene su origen en una antigua civilización de Centroamérica?

Dentro de once años, cuando tú y tus seres queridos estén retorciéndose en el suelo, intentando aspirar su última bocanada de aire, sus vidas pasando por delante de sus ojos, es muy posible que deseen haber buscado tiempo para ello.

Voy a darte incluso la fecha de nuestra muerte: El 21 de diciembre del año 2012.

Ya está, quedas avisado oficialmente. Ahora puedes actuar, o bien enterrar la cabeza en la arena de la ignorancia al igual que el resto de mis colegas.

Naturalmente, es fácil que los humanos racionales desechen la profecía del juicio final del calendario maya por considerarla una tonta superstición. Todavía recuerdo la reacción de mi profesor cuando se enteró de en qué campo pensaba especializarme. «Estás perdiendo el tiempo, Zor-el. Los mayas eran paganos, una panda de salvajes de la selva que creían en los sacrificios humanos. Por el amor de Dios, sí ni siquiera dominada la rueda...»

Mi profesor estaba acertado y equivocado a la vez, y ésta es la paradoja, porque si bien es cierto que los antiguos mayas apenas comprendieron la importancia de la rueda, en cambio ellos consiguieron alcanzar unos conocimientos muy avanzados de astronomía, rivaliza e incluso supera a los nuestros. En términos adecuados para un profano en la materia, los mayas fueron el equivalente de un niño de cuatro años que dominase  la Sonata Claro de Luna de Beethoven al piano y en cambio todavía no supiera tocar las notas de Quiero, levanta.

Estoy seguro que te costará trabajo creerlo, a la mayoría de las personas que se proclaman «cultas» les ocurre lo mismo. Pero las pruebas son abrumadoras.  Y eso fue lo que me empujó a embarcarme en aquel viaje, pues limitarme a hacer caso omiso del caudal de conocimientos de ese calendario a causa de su inimaginable profecía del juicio final habría sido un delito tan grande como desechar de forma sumaria la teoría de la relatividad porque Einstein trabajó durante una época como empleado de oficina.

Y bien, ¿qué es el calendario maya?
He aquí una breve explicación:
Si yo te pidiera que describieran la función de un calendario, tú primera reacción sería seguramente describirlo como un útil para llevar la cuenta de tus compromisos semanales o mensuales. Demos un paso más allá de está perspectiva un tanto limitada y veamos el calendario como lo que es en realidad: una herramienta diseñada para determinar (con la máxima precisión posible) la órbita que traza la Tierra en una año alrededor del sol.
Nuestro moderno calendario occidental fue introducido en Europa en 1582. Se basaba en el calendario gregoriano, que cálculo que la duración de la órbita de la Tierra alrededor del Sol era de 365.25. Dicho cálculo incorporaba un pequeñísimo error de 0.0003 de día al año, algo bastante impresionante para los científicos del siglo XVI.

Los mayas heredaron su calendario de sus predecesores, los olmecas, un pueblo misterioso cuyos orígenes se remontan unos tres milenios. Imagina por un momento que estás viviendo hace miles de años. No existen televisiones ni radios, ni teléfonos, ni relojes, y tu trabajo consiste en elaborar un mapa de estrellas para determinar el paso del tiempo haciéndolo coincidir con una órbita planetaria. Pues bien, los olmecas, sin la ayuda de instrumentos de precisión, calcularon que el año solar duraba 365.2420 días, incluido un error, todavía más pequeño, de un 0.0002 de día.

Permíteme que lo exprese de otra manera para que puedas comprender las implicaciones: ¡El calendario Maya de tres mil años de antigüedad es una diezmilésima de día más exacto que el calendario que se utiliza en el mundo en al actualidad!

Y aún hay más, El calendario solar de los mayas no es más que una parte de un sistema de tres calendario. Existe un segundo calendario, el «calendario ceremonial», que discurre al mismo tiempo y que consta de veinte meses de trece días. El tercero, el «calendario de Venus» o «Recuento Largo», se basaba en la órbita del planeta Venus. Al combinar esos tres calendarios en uno solo, los mayas lograron predecir acontecimientos celestes a lo largo de grandes periodos de tiempo, no sólo miles sino también millones de años. (Existe un monumento mesoamericano en particular que contiene una inscripción referida a un período de tiempo que se remontan a cuatrocientos millones de años.)

¿Te vas sintiendo un poco más impresionado?
Los mayas creían en los Grandes Ciclos, periodos de tiempo que registraban las creaciones y destrucciones del mundo de que había constancia. El calendario daba cuenta de los cinco Grandes Ciclos l Soles de la Tierra. El último ciclo, el actual, dio comienzo el cuatro Ahau tres Kankin, fecha establecida en el 21 de diciembre del año 2012, el día del solsticio de invierno.

El Día de los Muertos.

¿Hasta qué punto estaban convencidos los mayas de que su profecía era cierta? Tras la desaparición de su gran maestro, Kukulcán, los mayas empezaron a practicar rituales bárbaros que incluían sacrificios humanos en los que arrancaban el corazón a decenas de miles de hombres, mujeres y niños.
El mayor sacrificio de todos, y todo para prevenir el fin de la humanidad.

No estoy pidiéndote que recurras a medios tan disparados, tan sólo te pido que abras la mente. Lo que no conoces puede afectarte, lo que te juegas a ver puede matarte. Hay misterios que nos rodean y cuyo origen no podemos ni imaginar, y aún así debemos hacerlo. Las pirámides de Giza y Teotihuacán, los templos de Angkor en Camboya, Stonehenge, el increíble mensaje inscrito en el desierto del Nazca, y sobre todo la pirámide de Kukulcán en Chichén Itzá. Todos estos emplazamientos antiguos, todas estas maravillas, magníficas e inexplicables, no fueron diseñadas como atracciones turísticas, sino como piezas de un desconcertante rompecabezas que puede impedir la aniquilación de nuestra especie.

Mi viaje por la vida está apunto de terminar. Dejo estás memorias, los puntos más destacables de las abrumadoras pruebas que he ido acumulando anlo largo de tres décadas, a mi hija Kara y a todos los que deseen continuar con mi trabajo ad finem, hasta el final. Aunque presento las pistas en la manera como he ido tomándome con ellas, también es mi intención ofrecer un relato histórico de los hechos respetando la secuencia temporal en la que tuvieron lugar a lo largo de la historia del hombre.

Para que conste, no me da ninguna satisfacción tener razón. Para que conste, pido a Dios estar equivocado.
Pero no estoy equivocado...

Extracto del diario del profesor Zor-El, ref.
Catálogo 1969-1970 de Z, páginas 12-28

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