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LA RELACIÓN DE OLIVER WOOD Y AMARA POTTER era complicada. No se soportaban, afirmaban que se odiaban y, sin embargo, las miradas persistentes y la evidente preocupación era difícil de pasar por alto.

Amara Potter hechizaba a Oliver Wood sólo por diversión y Oliver le lanzaba agua helada a Amara sólo porque le apetecía. Se insultaban e insultaban a diario, pero eso era de esperar de dos personas tan ferozmente y apasionadamente competitivas por un deporte.

Algunos dirían que en algún momento su rabia por el otro acabaría con uno de ellos gravemente herido. Ya había pasado mucho tiempo cuando Amara, conocida como la princesa entre los hermanos Potter, finalmente hechizo a Oliver en su escoba en medio de un partido. La adrenalina estaba a flor de piel y Oliver no dejaba de bloquear todos los intentos de Amara por anotar puntos y, tras un desagradable choque con una bludger que casi la hace caer de su escoba, el temperamento de Amara, uno que heredó de su madre y el ego y la arrogancia de su padre, se apoderaron de ella.

Por supuesto, el hechizo que había utilizado era completamente inofensivo si no fuera porque habían estado flotando a sesenta pies sobre el suelo. Sin embargo, Amara no podía negar el miedo que sintió en el pecho cuando él cayó de su escoba, no podía negar el arrepentimiento instantáneo cuando se precipitó hacia él, volando más rápido de lo que lo había hecho en toda su vida y definitivamente no podía negar las noches que pasó en el ala del hospital para hacerle compañía.

Había sido Maxwell el primero en darse cuenta cuando la había pillado saliendo a escondidas de la sala común de Slytherin y entrando en la de Gryffindor, robándole la capa de invisibilidad a Thomas y el mapa del merodeador a Harry.

Y definitivamente Amara no podía negar las noches que pasó con él en las aulas vacías, en la torre de astronomía y en los escondites de Hogwarts, incluso después de sanarse.

Había sido la noche anterior al comienzo de las vacaciones de verano cuando Oliver finalmente reunió el valor para acercar su cara y estrellar sus labios contra ella.

Ella había estado riéndose, con la cabeza echada hacia atrás y sus ojos avellana brillantes que rivalizaban con las estrellas. Era hermosa, etérea, y tal vez él se había dejado llevar por el momento, pero nunca nada se sintió tan bien como el contacto de sus labios con los de él.

No hubo fuegos artificiales, la tierra no dejó de girar de repente, pero las mariposas en su estómago y el furioso latido de sus corazones fue suficiente. Cuando los brazos de Oliver rodearon la cintura de Amara, cuando los de ella rodearon su cuello, eso fue suficiente.

No necesitaban fuegos artificiales. No necesitaban que el mundo dejara de girar. No, la pequeña burbuja en la que se encontraban era suficiente. 

Y esa noche, con la cabeza de Amara sobre su pecho y su inteligente lengua que no dejaba de dejarle sin palabras y sus brazos alrededor de su cintura, era suficiente.  Pero claro, eso había sido hace un mes y ninguno de los dos había hablado realmente de ello.

Llegó el verano y Amara se fue a casa con su familia, pero los dos nunca dejaron de mantener el contacto, enviándose cartas llenas de bromas ingeniosas e insultos a medias.

—¿Estas hablando con Wood de nuevo?— preguntó Harry, irrumpiendo en su habitación y haciendo que Amara le arrojara una almohada al instante —Cálmate, ¿Quieres? Mamá ha dicho que estamos a punto de irnos

Amara puso los ojos en blanco antes de tomar su chaqueta. Lucas había salido de los Puddlemere United tiempo atrás, pero había elegido entrenar para convertirse en auror primero. Al parecer se aburrió de ser auror y después de muchos ánimos de James finalmente regreso al quidditch.

HURRICANE, james potter ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora