3- La tienda de animales

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Aquí es donde la historia comienza a ponerse extraña.

–Hija. ¿Puedo pasar?

–No– respondió Cindy –No estoy vestida.

Pero la mamá entró de todas maneras. Aquello había sido una mentira, pues había dormido con la misma ropa negra con la que la tarde anterior la habían vestido para el funeral. Esa mañana la niña había escuchado el despertador, pero no se había levantado. No porque no pudiera, sino porque se dio cuenta que en toda la noche no había sentido la necesidad de dormir y estaba absorta en sus pensamientos.

Y así habían dado las nueve de la mañana, hora en que la madre finalmente se había armado de valor para subir y averiguar si la niña se seguía moviendo.

Lo primero que hizo su mamá al sentarse sobre la cama fue mirar a la pequeña tortuga muerta flotando en el agua recién cambiada.

–¿Qué le pasa a Winston?– preguntó ella, aunque sabía perfectamente qué sucedía.

–Está agotada– respondió Cindy, levantándose para mirarla –Nadó toda la noche.

–¿No querrás decir que flotó?

–Es lo mismo– dijo ella sonriendo. La madre miró a los ojos de su hija tratando de encontrar algo de su hija en ellos, pero era como si no pudiera detectar su alma.

–¿Por qué no te has preparado para ir a la escuela?

Cindy lo pensó un momento, finalmente contestó.

–No recordaba que debía ir a la escuela.

Esta vez la que se quedó callada fue la mamá, mientras la hija sacaba a su tortuga muerta y jugueteaba con ella. El animalito mecía la cabeza de un lado a otro conforme ella la mimaba.

–¿Cuál es tu nombre?– le preguntó su madre.

–¿Qué pregunta es esa?– respondió la niña –Yo soy Cindy, tu hija.

–¿Y cómo me llamo yo?

Esta vez, Cindy vaciló, como si le hubieran preguntado algo difícil pero ella no quisiera que se enterara que no sabía la respuesta.

–¡Pues eres mi madre!– respondió impaciente –Eso lo sé muy bien.

–¿Pero cuál es mi nombre?– dijo la mujer tratando de contener una lágrima.

–No lo recuerdo– dijo tartamudeando.

Cindy sintió una punzada de miedo cuando la mujer que tenía enfrente lo abrazó. Ahora que lo pensaba bien, no podía recordar muchas cosas .¿Cómo se llamaba su mamá? ¿En qué trabajaba su papá? ¿Cuántos años tenía? Ni siquiera había recordado que debía ir a la escuela. ¿Acaso su cerebro estaba empezando a secarse?

Las oscuras aventuras de la Siniestra CindyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora