10- Cumpleaños en Halloween

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–¡Te prohíbo salir de noche, Cindy!– dijo su padre con aspereza, un par de horas más tarde –En las noticias han salido cosas horribles sobre niñas desaparecidas por la zona.

–Pero le prometí a Enrique que saldríamos en Halloween– respondió ella con el tono más persuasivo que había usado alguna vez con su padre. A éste le temblaron los labios, pero se mantuvo firme en la negación del permiso.

–Definitivamente no. Mira– le puso un periódico en la mano –Hubo otra desaparición anoche, y se trata de una niña de tu edad. Con esta son ya 5 desaparecidas. No quiero ni imaginar que pudieras haber sido tú.

–Pero papá, voy a estar con…

–Ni hablar. Te vas a quedar aquí en tu fiesta de cumpleaños, y no se diga más.

Muy molesta, se fue a su habitación, completamente convencida de que, de una u otra forma, conseguiría contactar al señor Poeta para asegurarse de que viniera a la fiesta.

Sin embargo, por más que esperó en los lugares de siempre, no consiguió dar con él.

La tarde del 31 de octubre llegó y los globos negros y anaranjados adornaron la humilde casa señalando a los vecinos que esa tarde había una fiesta. Los primeros en llegar fueron los tíos y tías que habían asistido al funeral, incluidos la tía Prudencia y un recién recuperado tío Hipólito. Ninguno de los familiares parecía muy feliz de ver a Cindy, pero todos venían con regalos, lo que hizo que ella se alegrara de verlos, al menos hasta que los abrió.

–¡Vaya!– exclamó con fingida emoción –Un paquete de 15 metros de vendajes.

–No me lo agradezcas– dijo la rechoncha tía Petra. En realidad Cindy sí había llegado a pensar que dada su condición ella era una especie de momia, pero, ¿Vendajes? ¿Qué tenía esa mujer en la cabeza? Prefirió ahorrarse los comentarios y abrió otro regalo.

–¡Chocolates!– anunció sorprendida.

–Mis favoritos– dijo la tía Prudencia –Y caros, además. Espero que te gusten, querida.

–Bueno, la cosa es que, ya no puedo comer nada, tía.

–¡Cómo!– exclamó con un gesto de reprobación.

–¡Abre el mío, hermosa!– dijo el tío Facundo, que estaba cercano. El tío Facundo no era muy cercano a la niña, de hecho, rara vez le hablaba, lo que hacía que en términos de popularidad, fuera uno de los tíos favoritos de Cindy (al menos, uno que no le caía tan mal). La muchacha buscó el regalo que él le señalaba y abrió una hermosa y brillante bolsa adornada con rosas y repleta de moños de colores, de la que sacó…

–¡Unas pinzas de electricista!– dijo con sarcasmo, sin poder contenerse más –¡Ustedes sí que saben qué regalarle a una niña de 15 años! Sí, no es como si alguien de mi edad pudiera querer ropa, zapatillas o un ipad.

Cindy siempre había sospechado que tío Facundo estaba mal de la cabeza, pero ¡Por Dios! ¿Unas pinzas? ¿Acaso había decidido regalarle la primera cosa que encontrara tirada en el suelo? o era que tal vez pensó que daba igual, después de todo, la niña ya estaba muerta, y no valía la pena regalarle algo que realmente le sirviera.

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⏰ Última actualización: Apr 10, 2015 ⏰

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Las oscuras aventuras de la Siniestra CindyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora