Socio enfermo

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Anteriormente... Después de los sucesos del tercer juego...

—Hmm...

Desperté de inmediato al escuchar ese quejido.

—¿Spyro?

Me alegré al verlo parpadear cansadamente, intentando incorporarse pero fallando en el intento.

—Cuidado.

Le ayudé a recostarse de nuevo. Sólo en ese pequeño movimiento comenzó a jadear de cansancio.

—Hmm... ¿Dónde estamos? —preguntó.

—No lo sé —respondí mientras revisaba su cuerpo en busca de alguna herida—, desperté hace un par de días y estábamos aquí, en esta especie de isla flotante — me sentí aliviada al no encontrar ninguna.

—¿Un par de días? —preguntó Spyro visiblemente extrañado.

Mi mirada se encontró con la suya, leyendo la duda y preocupación en sus ojos.

—Llevas tres días dormido, por lo menos desde que desperté —confesé.

—¿Qué? ¿Tres días?

Spyro intentó incorporarse, pero sus brazos comenzaron a temblar, me apresuré a sujetarlo antes de que cayera al suelo.

—Tómatelo con calma, aún estás débil después de lo que pasó.

Con esfuerzo, logró permanecer sentado, jadeando ante el sobreesfuerzo que le exigía esa pequeña acción.

Me quedé a su lado hasta que finalmente dejó de jadear. Su mirada se perdió en el panorama, mirando asombrado lo mismo que yo.
—¿Qué pasó? ¿No funcionó? —preguntó más para él que para mí.

Realmente no sabía qué responderle, lo que había hecho salvó miles de vidas, pero no fue lo suficiente como para unir de nuevo por completo nuestro mundo.

—Spyro...

Su mirada decayó. Gentilemente tocó una de mis patas que lo sostenían, en muda señal de que lo soltara. Con algo de cuidado lo solté, viéndolo simplemente permanecer sentado, perdido en sus pensamientos.

—Fracasé. No pude ayudarlos.

Al oír esas palabras salir de su boca me planté frente a él y lo obligué a verme a los ojos.

—Escúchame bien Spyro. Derrotamos al Gólem de lava, derrotamos a El destructor, derrotamos a Malefor juntos... Salvaste este mundo y les diste una nueva vida, no tienes que culparte de nada.

Sus ojos me miraron como si trataran de creer las palabras que había dicho.

—Hiciste más de lo que podrías haber hecho, y debes estar orgulloso de eso —comenté, dejándolo solo para que pudiera reflexionar.

—¡Espera!

Me detuve y giré mi rostro, viendo como caía hacia el suelo.

—¡Spyro! Con cuidado, aún estás muy débil.

Corrí hasta él para ayudarlo a incorporarse.

—Me siento fatal.

—Tranquilo, no muy lejos de aquí hay cristales, iremos cuando te sientas un poco mejor. Por ahora lo mejor será que descanses un poco más, no tarda en anochecer. Te traeré algo de agua —comenté, dejándolo recostado en la hierba mientras tomaba la corteza de árbol que había conseguido ayer.

—No tardo.

Y sin más me apresuré a llegar al pequeño riachuelo, llenando la corteza con agua y regresando hacia donde estaba Spyro, con cuidado de no tirar el líquido.

Al regresar con Spyro la noche estaba a escasos momentos de caer. Bebió agua y se durmió casi al instante, pues su cuerpo aún necesitaba recuperar sus fuerzas.

Con cuidado de no despertarlo, me acosté frente a él, viéndolo dormir tranquilamente.

Mi mirada se perdió en el cielo nocturno. Aún no sabía dónde estábamos y en estos pocos días antes de que Spyro despertara no pude encontrar a nadie más en la cercanía. Estábamos completamente solos. No había una dirección con la cual pudiéramos llegar hacia Warfang o hacia cualquier lugar conocido, pero me reconfortaba el saber que Spyro estaba a mi lado. Eso era todo lo que necesitaba para no perder la esperanza.

Con un último vistazo hacia él, cerré mis ojos y me sumí en un profundo sueño.

SpyroXCynder FlufftoberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora