Raíces

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-Por favor, váyanse- susurró

-¿Estás demente? No hables, podrían escucharnos, y todo terminará-

-Sí algo pasa... te amo-

Y un momento de silencio ocurrió en la habitación, un silencio tan ensordesedor y un pequeño "te amo" saltando hacia los oidos de esas personas, voltearon hacia acá y una voz de afuera se escuchó...
-¿Quién está debajo de la mesa?-
Se acercó la dueña de esa voz, descubrió el mantel y todo se derrumbó.

Meses antes

Salí de mi habitación sabiendo que hoy sería un día diferente, no se, tal vez al fin sería recompensada por hacer tanto a la sociedad... Lo olvidaba, no he hecho nada, ¡Oh Dios! Soy un desastre, mi cabello es tan chino que no lo puedo peinar, ¡Y se esponjó demasiado! Con razón nunca salgo bien en las fotos. Pero, aún así se que hoy llegará algo que por fín me haga sonreír, lo necesito enserio que si.

-Madre me voy a la escuela nos vemos en un rato- le dije mientras ella seguía acostada en su cama.

Caminando hacia la escuela, un grupo de chicos corría hacia mi y tiraron la mochila que yo cargaba, y se empezaron a burlar de mi... Tan patética me veo.

¡Oh Dios mío! Eh olvidado la contraseña de mi casillero, o, que yo recuerde era... 1999, la fecha de mi nacimiento. ¿Qué haré? Ya casi me toca filosofía, tendré que copiarlo en otro cuaderno y después lo paso.

-Jóvenes pongan atención- ordenó la maestra de filo. - Hoy se unen con nosotros dos compañeros, les presento a Tamara y Aaron-.

No soy una chica muy popular que digamos, es más, no tengo amigas ni mucho menos amigos y normalmente no me gusta nadie ni nunca he tenido novio, pero ese día voltear a ver a Aaron, creó una sensación cálida en mi.

-Porfavor Aaron y Tamara sientense donde gusten- les dijo la maestra con cierta impaciencia de comenzar su clase.

Había un lugar vacío en frente de mi y a dos bancas también había otro lugar vacío, me hubiera encantado que el se sentara en frente de mi, pero se sentó Tamara, no me molesta es sólo que... No la verdad es mejor así, igual no tengo ninguna oportunidad frente a tanta chica bonita y muy seguras de sí mismas, si tan solo yo fuera tan carismática como ellas.

Cuando acabó la clase me quedé en mi lugar sentada, como siempre en descansos y todo mundo salió, nadie me espera. Volteo a ver a la ventana que da vista a un hermoso pasto y un cielo azul impresionante. -Aaron es un chico muy guapo, creo que todas las chicas se dieron cuenta de eso, y Tamara una chica imponente y muy bella con curvas bien definidas y una sonrisa envidiable-. - Nada cambiará en mi vida, seguiré siendo la misma chica anti-social que siempre he sido- Metida en mis pensamientos y en eso...

-Hola, oye disculpa ¿Sábes dónde está el salón 502?-

Volteo hacia la puerta y Aaron estaba parado ahí.

-Está en el pasillo B junto a la cafetería- Y regresé a mis pensamientos enfocados a la ventana

-Gracias amiga- - Oye, ¿tu casillero es el 324?-

No hubo respuesta alguna de mi parte, estaba tan distraída.

Cuando acabó el día pasé por mi casillero a intentar de nuevo poner mi contraseña. Cuando llego, mi casillero estaba abierto y llena de hojas cortadas de mis cuadernos que tenían escritos "tabla" o "maldita monja". Me sentí tan mal al ver cuanto odio me rodeaba sin que yo hubiera hecho algo para merecer esto, arranqué todos los papeles pegados en la puerta del casillero y para mejorar la situación Melisa Golobish y su banda de decerebradas me miraba desde una esquina del pasillo con caras burlonas y risueñas.

-¿Qué pasa Sara? ¡Oh Santo Cielo! ¿Quién púdo haber hecho eso?- Dijo con un tono tan sarcástico que me dió ganas de darle un puñetazo en la cara, cerré mi casillero y me fui mientras esas risitas sonaban como tormenta en mi cabeza.

Llegando a casa, tiré los papelitos a una cubeta y les prendí fuego.
Al momento de cambiarme de mi uniforme a mi ropa normal me quedé un momento en ropa interior. Soy tan blanca, ese lunar a lado de mi ombligo, y un vendaje para cubrir estas cosas que estorban en cierta forma, pero al mismo tiempo quisiera poder demostrar que no soy tan "plana" como me dicen, pero que mas da, yo quiero a alguien que se enamore de mi por como soy, no por mi cuerpo.
Me puse una blusa verde y unos pantalones acampanados de mezclilla, abrí "Amor en tiempos de cólera" y comencé a leer y leer hasta que el sueño me ganó y fuí a dormir un momento a la cama. Cuando desperté mi madre estaba a lado de mi.
-Querida, te quedaste dormida y aún no has comido, ven tu padre ya llegó del trabajo- susurró mi madre

Bajé al comedor principal y mi padre vestía de un traje negro, una camisa blanca y una corbata roja.
-Hola Sara ¿Cómo estás?-
-Bien papá y ¿tú?-
-También muy bien gracias -
-¡Vengan a cenar!- rugió mi madre

Mi padre comentó durante la cena que su conpañía va mejor que nunca, ya que el es dueño de una compañía enorme por lo cual tiene muchas fiestas y reuniones de su trabajo en mi casa, y se llega a volver incómodo.

Caí En Tus AlasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora