—...—sin palabras.
Kail Tarao recordaba que estaba en su despacho escribiendo numerosas fórmulas para calcular cada acción. Sólo entre los números, logaritmos y sus cálculos podía sentir que controla el destino de las cosas. Estaba en un proyecto innovador acerca de los motores de combustión interna. La potencia de esos motores, aunque sorprendente, solo aprovechaban algo menos de la mitad de la energía total generada.
La fricción real de los cojinetes y segmentos, la velocidad óptima del ralentí, el tiempo que cada pequeña pieza puede ser útil. Incluso la dispersión y la explosión en el cilindro podía ser calculado. Todo estaba en las hojas dispersas por su escritorio. Esas hojas eran suficientes para conseguir visualizar el motor de combustión Interna.
En éste caso un motor de combustión diésel de cuatro cilindros en línea. Solo podía ver lo hermoso que la máquina completamente funcional podía hacer. Cercano al 50% de la potencia de esa joya automovilística era perdido por el calor generado.
Es normal, pero quería utilizar ese calor no sólo para ser usado en la calefacción. Además, quería sustituir el dañino diésel de éstos motores por un combustible diferente.
Agua.
¿No es increíble pensar que el agua es capaz de crear explosiones caloríficas? Utilizar la disposición del H2O para generar hidrógeno, un gas con gran volatilidad. No solo eso, incluso el oxígeno liberado no es contaminante y el hidrógeno es varías veces mas amable con el medioambiente que los gases que produce el diésel.
Todo esto solo usando la electrólisis, un procedimiento simple que es causado al dejar pasar una corriente eléctrica por el agua para separar sus componentes. Tenía pensado utilizar el alternador para esta electrólisis, incluso la capacidad de viaje se incrementaría ya qué puede usarse el agua de la lluvia como combustible.
Sus treinta y tres años de vida fueron con la gran idea de ser recordado en la historia como a Einstein por sus cálculos o Alexander Fleming por el descubrimiento de la penicilina.
Sin embargo todo eso parecía un sueño, no, es más bien lo que sus ojos ven un sueño. Ni siquiera sabe que decir ante lo que estaba a su alrededor. Kail estaba rígido viendo de izquierda a derecha que ya no estaba en su despacho.
—Jajajajaja ¡pues yo me convertiré en un héroe!—dijo el niño a su izquierda.
—¿Hah? ¡Tu en todo caso obtendrás el trabajo de demonio! Jajajaja.—respondió un niña audaz mientras se burlaba.
—¡Oye! ¡No puedo tener un trabajo que no existe marimacho! ¡Tal vez tu tengas el trabajo de Marimacha! Wajajajaja.—dijo el niño mientras veía a la niña enfadada con él.
—Pues espero que mi trabajo no sea con pelear, da miedo. Algo como boticario o comerciante.—comentó otro niño.
—Yo quiero el trabajo de mago.—dijo alguien más.
—Pues yo espero...
—Yo también...
Kail había visto imágenes de lugares hermosos del mundo, incluso una imagen de su protector de pantalla para el ordenador era el interior del Vaticano. Siempre quiso dejar huella en el mundo y especialmente sintió lo hermoso que ese edificio reflejaba. El que ideó esa obra arquitectónica de tal calibre fue un genio, sin embargo, no podría ser comparado con quién creó el edificio en el que se encontraba justo ahora.
Si el Vaticano es hermoso y pulcro, entonces este edificio no era menos que santo y divino. Aunque no es imposible crearlo con la actual tecnología sabe que el costo no sería inferior a unos cuantos rascacielos y se sorprendió.
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The Engineer
Science FictionUn hombre de treinta y tres años se da cuenta que ya no se encuentra en su despacho ideando un método revolucionario. No se encontraba en la Tierra ni tampoco tenía su antiguo cuerpo. Es solo un ingeniero en otro mundo en el que existe la magia. ¿Po...