4. La reunión con la realeza, el mineral divino.

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La princesa podía ver el alboroto que todos tenían en el castillo por causa del torneo que su padre había creado. Al final sabía que el rey buscaría talentos para enseñar a los candidatos a tomar su mano y una buena forma era la atracción a través del dinero y el prestigio.

—Entonces princesa, ¿No está preocupada de los planes para casarla?—la sirvienta preguntó.

La princesa que estaba sentada en la silla de su habitación de manera cómoda y refinada no parecía nerviosa en lo absoluto. Estaba tomando su té del medio día mientras leía un pequeño libro de tapa roja.

—Mentiría si dijera que no estoy preocupada, no es posible que yo sea la mejor en todo.—La princesa dijo sin despegar sus ojos del libro—Lo importante por el momento es que me dejan tranquilamente leer los libros.

—¿Pero no hará nada para impedirlo o es que realmente buscas el matrimonio?—La sirvienta no sabía porqué no hacía algo por su futuro.

—¿Es así como me ves?—por primera vez levantó la vista del libro—Para casarme debe ser mas inteligente que yo.

—Esa es la condición princesa.—la sirvienta asintió.

—Conozco todos los nombres con quién mi padre no tendría inconvenientes, todos esos príncipes los conocí en la fiesta de los dieciocho años.—dijo la princesa.

—No lo entiendo, si los conoces y no te gustan como marido ¿Porqué no sabotear o al menos retrasar los planes del rey?—la sirvienta en la habitación de la princesa se tomaba algo de libertad a la hora de hablar.

—Eso es porque los príncipes son orgullosos, ególatras y no estudiarán lo suficiente para serme un problema.—la princesa dijo volviendo la mirada al libro—Además, mientras leo libros de la biblioteca real solo estoy expandiendo mi conocimiento. Siendo así, nunca podrán casarse conmigo.

—Oh, así que por eso se ve tan tranquila.—La sirvienta sintió que la princesa podría lograr cualquier cosa que se propusiera.

—Es emocionante aprender lo que no conoces, los libros son lo único que no me resulta estúpido en este mundo. Deberías leer más, es interesante.—la princesa dijo.

—Lo siento princesa, no soy una mujer a la que le gusten los libros.—La sirvienta dijo inclinándose.

—...Ya veo.


* * * *

Kail ha pasado de hacer exámenes para sus alumnos a realizarlos. Estaba esperando algo como las olimpiadas de matemáticas del instituto donde dos equipos respondían preguntas después de pulsar la campana. Había al menos doscientas personas solo para el concurso de matemáticas, era normal que hubiera un examen.

«Entiendo que la vida diaria de este mundo no hagan falta ecuaciones pero incluso este examen es demasiado fácil. Solo hay veinte de cada. Dan una hora pero ni siquiera tardaré media hora.»

Sumas y restas de números, en total cuarenta que terminó en pocos minutos. Ni siquiera se esforzó en realizar sumas y restas, eso era de primaria.

Cuando llegaron a las divisiones gastó cerca de siete minutos y las multiplicaciones cerca del mismo tiempo. Tranquilamente dejó la pluma de escribir volteando su hoja de examen y se levantó de su asiento.

—Oye tú, no puedes moverte en medio del examen.—un soldado fue hacia Kail.

—Pero las reglas que dieron fueron que al terminar el examen podían irse los concursantes. Ya terminé.—Kail dijo.

El soldado miró el reloj de arena al fondo y ni siquiera había pasado la mitad del tiempo, sin creérselo recogió el examen y le echó un ojo.

Todos los demás intelectuales en la sala miraron a ese joven con ojos tristes, pensaron que sucumbió al examen y renunció. Los más cercanos al pupitre que escucharon hablar con el soldado se mofaron internamente pensando que estaba loco por terminarlo tan pronto.

The EngineerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora