Prólogo

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El apenas visible sol se ocultaba entre las nubes, como si quisiera protegerse en ellas de la desastrosa vista que la tierra le ofrecía. Una matanza cruel cometida por un grupo de personas.

Todo era un caos.

La arrebatadora muerte con su fiel acompañante, la desgracia, paseaban con tranquilidad por lo que parecían ser calles, vigilando con burla a los temerosos seres que aún vivían. Mismos que se acurrucaban aterrados, mirando a las personas que ocultaban su rostro con máscaras y les apuntaban con armas.

Sus rasgados ojos color negro observaban con miedo a la persona que le apuntaba con un arma en la cabeza. BeoNa no entendía como se salió de control tan rápido en aquella misión de rescate a la que le habían enviado.

Sus manos estaban atadas tras su espalda, su boca estaba amordazada. Sin embargo, y aún así ella no lloraba.

— ¿Qué? ¿Tienes miedo? — se burló él hombre que le apuntaba con un arma.

BeoNa lo miró con una furia abrazadora, misma que ocultaba su temor.

Él hombre le quitó la venda de la boca.— ¿Qué? ¿Quieres decirme algo? — la burla clara en sus ojos hizo enojar a BeoNa.

La chica le escupió el rostro. Él hombre río antes de darle un fuerte golpe que la hizo soltar una queja. Sangre en su boca por causa del fuerte golpe.

Su garganta le dolía, pero se negó a callarse y aún cuando sentía su garganta desgarrarse ella dijo:

— Vete al infierno, cabrón.

Él hombre suspiró.

— Trate de ser amable contigo, chica. Pero no has hecho más que portarte como un perra.

Otro golpe le fue dado a BeoNa. Sus compañeros luchaban deseando ayudarla.

Pero nada pudieron hacer. Los golpes comenzaron, pero ella no pidió por piedad.  Torturas dolorosas le siguieron. Pero ella jamás rogó.

Aún cuando sentía que le dolía y que moriría, y sus gritos desgarraban su garganta, BeoNa no se quejó.

Ella no estaba dispuesta a rogar, ni a traicionar a los suyos. Porque ella los cuidaba, BeoNa siempre protegía lo que era suyo. Incluso a costa de su vida.

El brillo lleno de malicia en los ojos de sus captores le hizo ver que venían cosas peores, no se quejó y lo soportó valientemente.

— ¡No! — gritó con agonía cuando vio que comenzaban a asesinar sin piedad a sus compañeros. A las personas bajo su mando.

Las risas aumentaron, conforme el tiempo pasaba. BeoNa luchaba y pateaba, gritaba e incluso rogó para salvarlos, pero no pudo hacer nada. Todos y cada uno de ellos murieron.

Él hombre que la torturó, se acercó a ella y tomó su mentón bruscamente.

— ¿Ves lo que pasa cuando no obedeces, perra? ¿Seguirás siendo fiel a Shin? — cuestionó.

BeoNa lo miró con odio.— No le soy fiel a nadie. Solo a mi misma. — escupió.

Él hombre río a carcajadas tras oírla. Sus ojos brillando con loca diversión.

— Para ser un perro del presidente Shin, eres bastante valiente. — río, apuntando un arma a la cabeza de la chica.— ¿Ultimas palabras?

— La próxima vez que te vea me asegurare de arracarte la cabeza con mis dientes.

Y él hombre disparó, matándola al instante.



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Puck. Puck. Puck.

El sonido frío de las gotas de agua que caían y chocaban contra el piso resonaron en sus oídos.

Frunció el ceño confundida tratando de adivinar donde se encontraba. Su cuerpo parecía flotar en el aire, pero no podía moverse. Trató de abrir sus ojos sin resultado alguno, a su alrededor todo era negro. Y aparentemente líquido también.

El liquido comenzó a llenarla, entrando por su boca y nariz, quemándole la garganta dolorosamente.

La muerte era dolorosa y rápida. BeoNa estaba segura.

Te asfixia, pero te también te calma. Una voz te llama y no vez nada más que un negro intenso por todas partes. Y a pesar de que eres rodeado por liquido, sientes que estás flotando en algo parecido al aire.

Desde que tenía uso de razón, a BeoNa siempre le gustó la acción, la adrenalina pura y el romance apasionado entre un hombre y una mujer, por supuesto, aquello ultimo solo le gustaba en los libros y novelas que solía leer.

Ya que, generalmente, ella era una persona cobarde y desconfiada en cuanto a las relaciones. Tenía miedo de amar y de todo lo que podía suceder, no podía confiar en nadie—por mucho que lo intentase— y no se arriesgaba si no era necesario hacerlo.

Como chica huérfana, ella solo se tenía así misma. Es por esto mismo que, sus acciones siempre estaban metódicamente calculadas, sus movimientos fríamente contados y sus palabras bien pensadas, todo el tiempo.

Aún así, apreciaba lo que era suyo. Tenía un fuerte sentido de posesión obsesiva y protección por aquello que era suyo. Ya fuesen personas u objetos, a ella le gustaba cuidar de sus propiedades, incluso si los apreciaba o le gustaban, eran sus cosas y nadie más podía tenerlas o dañarlas.

Es por eso mismo que BeoNa no quería arriesgarse a cometer algún error que le costara la vida, tanto figurativa como literalmente. Ella no sabía de donde provenía aquel miedo tan aterrador, pero existía. Era real y no podía deshacerse de el.


Aún así, siempre trataba de ignorarlo y vivía tranquilamente su vida. O bueno, tan tranquila como podía con esas misiones que le encomendaba su ejercito.

Porque ella era miembro y lider de un grupo secreto creado por el ejercito se su país para encargarse de las peores y más difíciles cosas. Asesinatos a sangre fría, torturas para conseguir  información, todo aquello lo hacía su equipo.

Y BeoNa sabía que aquello no era algo que la llevaría al cielo, pero poco le importaba. Estaba bien haciendo lo que hacía.

O eso quería hacerse creer. Ella sabía que desde que tenía uso de razón, un vacío en su pecho le impedía vivir en paz consigo misma. Siempre lo atribuyo a la perdida de su familia, nada más que eso. Y trató de ignorarlo.

El líquido a su alrededor fue vaciándose, BeoNa lentamente dejó de flotar. En medio de la negrura, una luz apareció. Y donde antes hubo silencio, ahora mismo comenzaban a escucharse ruidos y voces. 

Un tacto cálido tocó su piel fría, un aroma a hierbas invadió su nariz. Un líquido tibio pasó por su garganta.

BeoNa tosió fuertemente, sintiendo como su garganta ardía. Inhaló profundamente y luego abrió sus ojos.

— ¿Qué...? — murmuró incorporándose, mirando a las personas a su alrededor.

Una punzada en su cabeza le impidió continuar con sus palabras, haciéndola apoyarse en lo que estaba más cerca. Miles de recuerdos invadiendo su mente, su mano apretando fuertemente aquella tela a la que se encontraba aferrada.

BeoNa entonces lo supo. Ella había vuelto. Había vuelto a donde originalmente pertenecía.

Sueños lucidos |jjk|BTS|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora