Epílogo

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El plan de Jenni había salido a la perfección. Después de una serie de llamadas, la fiscal había ordenado la investigación y la detención de Caín. Por supuesto, todos estaban al tanto de que esa detención no iba a ocurrir. Luego de persuadir y hablar de negocios no solo con la fiscal, sino con los principales funcionarios del SEBIN y del C.I.C.P.C, se llegó al acuerdo de que no solo mi equipo estaría involucrado en la misión, también yo lo estaría.

Nos proporcionaron únicamente los uniformes, pues las armas ya las teníamos nosotros. Primero tomamos sus empresas y las desvalijamos a nuestro antojo. Ahora eran propiedad del Estado. Yo no tenía interés en ellas. Las aborrecía. Luego, fuimos directo a él, aunque claro, queríamos verlo desestabilizarse y caer derrotado. Estábamos saboreando la victoria y se sintió tan bien cuando él encendió la TV y vio las noticias. Ver su rostro asombrado a punto de un colapso fue exquisito, pero lo fue aún más cuando vio mi rostro.

Quería vivir este momento desde hace muchos años y ahora que lo estaba viviendo, parecía un sueño. Golpearlo a mi antojo había sido bueno. Ver a Tatiana dispararle fue lo mejor. En principio no quería que mis hijos se vieran involucrados con él, pero ellos querían vengar a sus hermanos, así que verlos apuñalar al depredador que había acabado con Mario y Mathias fue una especie de éxtasis. Pero lo mejor fue cuando llegó el momento de matarlo. Apuñalé su cuello como me vino en gana y cuando noté que se ahogaba en su propia sangre, lo hice con mayores ansias.

Su cuerpo temblaba bajo el mío, su sangre me salpicaba y sus gritos ahogados eran música para mis oídos. Al final, cuando su último aliento fue robado por mi causa, corté su cabeza y la separé de su cuerpo. Sus ojos inyectados en sangre estaban finalmente apagados, muertos. Caín había muerto.

Nadie en esa casa se había opuesto a esa muerte, al contrario, todos la deseaban, pero solo yo podía cobrarla y lo hice. Pronto la casa se fue vaciando, dejándome solo con la compañía de mis hijos, Tatiana y Erick. Vengué a mi familia, quienes estaban ahí, a mi lado, viendo como todo ese infierno finalmente había acabado. Poco a poco ellos fueron desapareciendo, primero mis tíos, luego mi abuelo, quedando únicamente mis padres y mis hijos. Allí lo entendí. Era el momento de dejarlos ir: Iba a hablar sin importar que no estuviera solo, pero mamá me detuvo.

-Lamento que todo esto ocurriera. Pero mírate ahora, saliste adelante tú solo, sin nuestra ayuda, al menos no la física, para variar. –sonrió con melancolía y se limpió una lágrima. –Estoy orgullosa de ti y de todo lo que has logrado, tanto lo bueno como lo malo. Y me hubiese encantado pasar más tiempo de mi vida contigo, disfrutarte, criarte... Aunque Marco y Gabriel hicieron un excelente trabajo.

-Sí, lo hicimos. –dijo papá Gabriel. –Pero todo gracias a ti. –ella tomó su mano y la de papá Marco y los tres se acercaron a mí, envolviéndome en un abrazo, uno que sabía a despedida.

-Gracias por todo lo que hiciste hijo. Y perdón por no haber cumplido con la promesa de mantenerte al margen de todo. –papá Marco tomó mi rostro con cariño y yo cerré los ojos con su tacto.

-No tienen que disculparse por nada. –dije bajito, aunque Tatiana y Erick pudieron escucharme. –Ustedes son mi familia. Yo se los debo todo.

Ellos asintieron en respuesta y segundos más tarde, se hicieron a un lado, dejando pasar a mis hijos. Mario y Mathias corrieron a abrazarme y yo correspondí el abrazo, soltando varias lágrimas en el proceso. Sentía la mirada de Erick, sin embargo, no me importaba. Tenía a mis hijos conmigo, aunque fuera la última vez.

-Te amamos papá, sin importar nada. –Mario vio detrás de mí y sonrió. –Y ustedes lo hicieron muy bien. Ojalá los hubiésemos podido ayudar, pero igual, buen trabajo. –no me sorprendió el hecho de que Mario le haya hablado a Christian y a Gregorio, pero sí me sorprendió la respuesta.

El último StormDonde viven las historias. Descúbrelo ahora