Capítulo 3

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Caín

Hacía menos de 4 horas que tenía a los hijos de Dominic bajo mi poder. No, no era lo mismo tenerlos a ellos que a él, pero con el pasar de los años he aprendido que la venganza es dulce, que se sirve en un plato grande y se come bien fría. Mi meta era destruirlo poco a poco, dejarlo sin nada y al final, acabar con él tal como su madre lo había hecho con mi padre.

Ni siquiera puedo decir que lo recuerdo porque no, la verdad no lo hago. Su rostro se convirtió en una imagen difusa escondida en alguna parte de mi memoria y no es para menos, después de todo, han pasado 22 años de su muerte. Algunos dicen que me parezco a él, que no solo heredé su forma de vida, también mi físico. Mamá decía que era una versión mejorada de él y aun con tengo 34 años me sigue repitiendo lo mismo.

Dejé esas cavilaciones a un lado en cuanto escuché los gritos de esos mocosos. Heriberto y Humberto los tenían en una habitación bastante pequeña y, según lo que escuchaba, los estaban torturando. Darnos a la fuga fue demasiado fácil, sabía perfectamente que no nos encontraría porque jamás vendría a este sitio, era demasiado obvio. Durante toda mi vida me encargué de estudiar la vida de los Storm, todo lo que hicieron y lo que dejaron de hacer y a decir verdad, ese librito de Dominic me fue de mucha ayuda.

Él no vendría al sitio en el que murió su madre, esa vieja casa abandonada en la que ella mató a su hermana y posteriormente torturó a su padre. La vida es un boomerang y era el momento de que todo lo que los Storm habían hecho, se les regresara. Caminé a paso relajado hasta esa habitación, abrí la puerta y vi a Humberto, el más alto y fuerte de mis hombres, golpear con fuerza el estómago del más pequeño de los niños.

Los dos estaban atados y la habitación estaba a oscuras, solo se distinguía un poco con la ayuda de la luz que se colaba por las grietas del techo y de las paredes. Las manos estaban cubiertas con una soga que, de manera estratégica, conectaba con el sueño. Los pies estaban sujetos con grilletes y bien afirmados en el suelo, de manera que sus cuerpos reflejaban una X humana. Estaban muy golpeados, sudados y cubiertos de sangre en una buena parte del rostro, pero no tenían una sola lágrima en sus ojos.

Extraño

-¡Cállate ya, demonios! –se alejó del mocoso, Mario, según sé, para mirar al otro, Mathias. –Procura no seguir con tu retahíla de comentarios porque juro que... –le interrumpí de inmediato.

-Quiero que él los vea lastimados, no moribundos, Humberto. –él se giró para verme, yo estaba recostado en el marco de la puerta. Solo asintió y se hizo a un lado para darles a los niños una vista panorámica de la habitación y finalmente, observarme.

-¿Quién es usted? –Heriberto le dio una bofetada a Mathias y el impacto de su palma con la mejilla del niño hizo que volteara la cara y apretara los ojos y labios fuertemente. Yo me reí.

-Yo soy Caín. –sonreí de oreja a oreja mostrando mis dientes. Ellos se distrajeron viéndolos y los comprendía. Mis colmillos eran afilados, parecidos a los de un lobo y tenían su razón de ser. –Será mejor que le hagan caso a Humberto y a Heriberto o durarán menos de lo esperado. –me di la vuelta para irme de ese lugar.

-¿Crees que tenemos miedo a morir? –escupió el menor. Eso hizo que me detuviera en seco. Volví a darme vuelta para mirarle y lo que vi en sus ojos me dejó perplejo... No había miedo, al contrario, su mirada era fiera.

–Mátanos si quieres. –bramó el mayor con la misma mirada que su hermano. –De cualquier manera, hagas lo que hagas, mi padre va a encontrarte y te arrepentirás. Lo harás. Y nos encontraremos en el infierno.

Quedé atónito por las declaraciones de ambos, estos niños no eran normales. Mis hombres dieron un paso al frente para golpearlos nuevamente pero los detuve. Me acerqué a ellos y sin ningún tipo de suavidad les tomé del rostro. Ellos soltaron un jadeo de dolor pero no apartaron la vista.

El último StormDonde viven las historias. Descúbrelo ahora