Capítulo 2

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-Entonces ¿Nos enseñarás a pelear? –Christian y Gregorio apenas estaban ingresando al gimnasio que teníamos en casa. Nunca lo habían hecho y estaban totalmente emocionados.

-Sí, al menos eso es lo que pretendo. Por ahora solo serán ustedes dos porque sus hermanos aún están muy pequeños para aprender. –mientras hablaba me quitaba la camisa y me colocaba unas vendas en las manos. Les enseñaría tal y como lo hicieron conmigo, como todos los Storm aprendieron. –Deben saber que no serán tratados como niños mientras estén dentro de este gimnasio. Haremos como si estuviéramos frente una situación real.

-¿Quieres decir que nos golpearás en serio? –preguntó Gregorio. –Yo renuncio. –Christian lo tomó del brazo e impidió que se fuera.

-¿Estás loco? Hemos deseado esto desde que nos enteramos quién era papá ¿Y ahora vas a desperdiciar la oportunidad? –me miró. –Golpéame mientras puedas, pero cuando aprenda, seré yo el que te golpee a ti. –me reí. Tatiana tenía razón, ellos son como yo.

-Bueno campeón, será mejor que prestes mucha atención porque nadie, aparte de mis padres, ha podido golpearme y salirse con la suya.

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Estuvimos prácticamente todo el día entrenando. Christian era el más emocionado por empezar, pero el que tenía una destreza digna de un Storm era Gregorio. Atribuyo eso a su personalidad obstinada y para nada alegre, sin embargo, Christian ponía de su parte y se esforzó en seguir el ritmo y no recibir demasiados golpes. No fui muy duro con ellos, eran unos niños, pero si salieron lastimados... Solo un poco.

Fuimos directo a la cocina para comer lo que sea que Tatiana había preparado, lo cierto es que olía delicioso.

-¡Dios mío! –Tati corrió hacia Christian, quien tenía el labio partido y algunos moretones en el pómulo y brazos. –Dom, te pasaste.

-¡Hey, hey! –levanté mis brazos- Yo no fui, fue Gregorio. –el aludido se encogió de hombros y se sentó en uno de los taburetes de la cocina.

-Papá explicó lo que teníamos que hacer y practicábamos entre nosotros.

-¿Y por qué no utilizaron el saco de boxeo? –preguntó molesta.

-Porque lo estaba utilizando yo, si no lo hacía significaba golpear a los niños y nunca lo he hecho, no comenzaré ahora.

-Claro, que conveniente. Por eso dejaste que se mataran entre ellos.

-No es como si no lo hiciéramos antes mamá, cálmate. Mañana le toca a Gregorio, ya verás. –mencionó Christian con una sonrisa malvada en la cara. Sus ojos clamaban venganza.

-Claro, suerte con eso. –y eso fue lo último que dijo mi hijo porque decidió ignorar olímpicamente a su hermano y a todo aquel que le hablara, tal como lo hacía siempre.

Detallé a Tatiana por unos cuantos minutos. Tenía sus piernas cubiertas con unos pantalones holgados y sospechaba que, debajo de ellos, tenía algunas vendas con cremas para las heridas que le hice anoche. Los niños tenían que bañarse antes de comer, así que esperé a que se fueran para hablar con ella.

-Supongo que ya tienes pensado el tatuaje que te harás.

-Hmm, la verdad es que no. Supongo que puedo dejar que tu imaginación vuele y me tatúes algo lindo, significado y que se parezca a mí. –besó mi nariz con cariño para seguir con lo suyo. Estaba preparando un jugo de manzana para la cena, ya lo demás estaba hecho.

-Me tienes demasiada fe Tatiana, no sé si eso sea bueno. –pasé mi mano por mi cara, tratando de dejar a un lado el sudor y mi nerviosismo.

-¿Recuerdas cuando te dije el Sí acepto el día de nuestra boda? Pude decir que no. Tuve la opción de arrepentirme, sobretodo porque sabía quién eras, pero te amé desde el primer día en que te vi y ese sentimiento se intensificó la primera noche en la que estuvimos juntos. –se giró para verme y abrazarme por el cuello. –Sabía en donde me estaba metiendo y aun así acepte. Sé con quién me casé, Dominic. Y no me arrepiento de nada.

El último StormDonde viven las historias. Descúbrelo ahora