#00.7

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Cuando Shadow estuvo en el hospital mejorandose de su primer batalla, fue el presidente Blade The Cat, quien lo visitaba y brindaba su atención.

Fue porque Blade se compadeció del azabache. Y ciertamente, ya sentía culpa por toda la situación días anteriores, pero por sobre todo, lo sentía por su gran amigo y compañero, el Dr Evil Robotnik. Sin embargo, no pudo ayudarlo con su locura, de todas formas ambos lados de la moneda tenían sus propios beneficios. Aprovecharse de ello no tuvo nada de malo, o al menos, el gato morado lo pensó.

Lo que nunca esperó ni vió venir, fue la tración del doctor. En un parpadeo todo ya era un desastre, habían llegado tan lejos en sus conflictos que su ex amigo amenazó con tomar parte del dominio del planeta, solo para así preservar sus deseos y planes a futuro.

Temió por todos, ya que conocía del poder de ese genio, no durarían mucho en una batalla o guerra contra él. Todo apuntaba a que serían robotizados y esclavizados. Entonces lo que menos imaginó pasó. Y ese hallazgo era Shadow, como consiguiente quedó eternamente agradecido. A sus ojos él era una esperanza, bondad y heroísmo que emergió desde la oscuridad y cuando más lo necesitaron.

Aún cargaría con la culpa de sus decisiones pero lo que le motivaba día a día era ir a visitar al joven. Shadow al pasar de los días le contó un poco de su historia. Fue huérfano y aquello le llevó a vagar libremente, todo esto hasta que Dr Robotnik lo rescató, le dió un hogar, lo mantuvo a salvo y le brindo una vida plena.

Pero cuando supo de sus planes y éste perdió la cabeza, se encontró en una encrucijada. ¿Apoyarlo por amistad o detenerlo para salvar miles de vidas? Obviamente tomó la decisión más importante de su vida. Hacer lo correcto...

Debía estar feliz por lo que hizo, pero nunca lo estuvo. Cada que Blade iba a visitarlo, el chico miraba a la ventana de la habitación del hospital, sus ojos mostraban perdición y anhelo.

¿A qué costo? ¿Qué costo tuvo hacer lo correcto? Pelear hasta que no pudo más, dejar el lugar que una vez llamó hogar, más bien, destruirlo con sus propias manos. Y recientemente, saber que había hecho un desastre la fortaleza Robotnik, le dejaba sin aliento. ¿Alguien salió de vida de allí? No lo sabía. Por las noches pedía perdón en cientos de formas mientras lloraba uno que otro día.

Un buen día, el señor Blade le dijo algo que cambió un poco su panorama.

—Sé que esto es repentino pero, me gustaría hacerte una petición...

El joven lo miró sin mucha emoción, estaba perdido en un mar mental, aún así... todavía tenía fuerzas para cualquier otra cosa —Claro, puede decirme lo que sea, señor.

—¿Puedes ser aquel que pueda tomarme la mano? —el gato le sonrió comprensivo, mientras que el azabache abrió sus ojos curioso —, no solo mi mano, también la mano de cuya persona esté pasando por un penar horrible.

—S-Señor...

—Te comprendo —colocó una mano en su hombro —. Yo también hice cosas de las que no estoy orgulloso, cada cosa que hemos hecho tuvo y tiene consecuencia. Igual si no es un castigo tan despiadado, el peor de todos es vivir con ello y pensándolo, es una tormenta que nunca para aquí —hablando suave, el presidente colocó una mano en el pecho de nuestro héroe, quien atento lo escuchaba.

—Usted no tiene idea de lo difícil que es vivir con esa tormenta —titubeó molestandose, ¿Quién podría entender? Absolutamente nadie. Le comenzó a poner nervioso y frustrado —, yo no puedo...—flaqueó bajando su mirada, avergonzado de sí mismo.

—Pero lo hacemos, Shadow. Aprendemos a vivir con eso y separar nuestras razones. Todos tenemos razones para hacer algo. La diferencia es que podemos dividir las buenas de las malas, lo justo de lo injusto. Lo correcto de lo equivocado y lo mejor de lo peor... Eres un héroe, decidiste serlo a un costo pero nadie va a negarte eso...—le hizo levantar la cabeza, al sacudirlo de sus hombros para animarlo.

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