Capítulo 3-El Circo

494 40 3
                                    

Ken

¿A donde fue el? ¿Acaso es que huyó? No pude ver qué pasó, pues los niños mayores me impedian ver. Solo pude sentir su mano alejandose. Tampoco podía llamarlo, pues no conocía su nombre.
¿Hace Risas? Podía llamarlo de esa forma, pero nunca supe si le molestaba o no. Salí de mis pensamientos, por primera vez ese niño me hizo sentir que alguien creía en mi, pero si yo no era el único a quien hacia reír, tal vez eso fue algo natural.

- ¡Hace Risas! -grité, esperando respuesta. Ya me encontraba afuera de la carpa del circo, solo esperaba que pudiera escucharme.

Estaba a punto de gritar otra vez, cuando vi a un hombre alto con un cigarrillo en la boca a lo lejos, a un lado de las afueras del circo. El me miró fijamente por unos segundos, unos segundos que me congelaron. Mi voz se fue por el terror, pues supe quien era. Ni siquiera yo lo reconocía como mi padre, el era solamente «el maestro de ceremonias».

Me destrozaba en el fondo, tenia que decirle a Hace Risas que los niños se iban, pero tampoco podía dejar de temblar.

- ¡Pequeño, si tu, el llorón de ojos azules!

Era la voz de la encargada, volteé para asegurar que se refería a mi, me estaba llamando para ir con los demás. Asentí para que supiera que iba en un momento, pero tenia que dejarle algo a mi amigo, no quería hacerlo pensar que lo abandoné.

Me quité mi gorro blanco, esperando a que lo pudiera reconocer, o que por lo menos pudiera llegar a verlo. Quería dejar otra señal para el, pero no tenia recursos ni tiempo. Fui con el resto del grupo, al parecer nadie notaba que faltaba uno. Las lágrimas corrían por mi rostro, apenas había hablado con el, después de siempre que el me hizo reír. Solo quería poder volverlo a ver, pero sabia que el orfanato no podría volver al circo por falta de dinero.
¿Nos volveríamos a encontrar? Realmente sabia que había muy pocas posibilidades, pero era algo que yo realmente deseaba.

┃Pierrot┃

Todo había pasado tan rápido, habían sido horas o minutos, para mi no había diferencia. Sequé mis lágrimas, no ensuciaria el gorro de Ken, pues ese objeto ahora era mi único amigo.
¿Qué haría ahora? No sabría como regresar al orfanato, todos se habían ido ya. Ken también con ellos.
Tampoco podría regresar a mi vieja casa, aunque en el tiempo que se ahorraron sin cuidarme, mi madre pudo haberse recuperado, sin embargo yo ya no pertenecía ahí.
No era una opción, pero decidí caminar más atrás del circo, cerca del pueblo hay un bosque. Mis pensamientos de niño creían que ahí podía tener por segunda vez una nueva vida, donde mi familia serían las ardillas y mi cama las hojas de un árbol.
Era bastante tarde ya, ese punto entre el mediodía y el anochecer, por lo que tendría que llegar hoy a mi futuro hogar. Yo era pequeño y aún no corría bien, aunque en efecto nunca lo hice. En cuanto comencé a correr, pasé por el circo, despidiendome de aquella carpa que ahora para mi significaba bastante. En cuanto fui moviendome, cuando algo me hizo caer al suelo. Solo sujeté el gorro de mi amigo, por lo cual al rodar por el humedo suelo mi máscara cayó de la parte inferior de mi camiseta. Me quedé en el suelo, confundido, esperando unos segundos para pararme; pero de pronto vi humo a lo lejos.
Me levanté para ahora quedar sentado, dirigiendo mi mirada hacia el humo, cuando llegue a ver a un hombre alto con una pipa, sosteniendo mi máscara.
- Vaya niño, al parecer te gustó el circo, ¿Eh?
Yo creía que el hombre me quitaría la máscara, ya que en realidad yo la había robado, por lo que me sorprendí cuando la lanzó hacia mi.
- Si, me gusta... -respondí algo lento. Me gustaba el circo, mas no el final -o más bien dicho, comienzo- de mi historia en el.
- Te he visto lamentandote afuera, al parecer decidiste entretenerte aquí antes de irte~ -el desconocido me lanzó una mirada penetrante, de esas que sacan escalofríos.
- No. -dije, antes de seguir hablando, necesitaba evitar tener que contener mis lágrimas-. Es solo que, ellos se han ido, yo no fui con ellos, así que ya no tengo a donde ir.
El hombre tomó unos segundos, mirándome detenidamente. Supuse que decidió ahorrar sus palabras, por lo que fue directo al grano.
- Eres joven, si tomas buena preparación podrías ser el mejor. Quiero que trabajes para mi.
Me quede quedé perplejo. ¿Trabajar para el? Pero, si yo era solo un niño, no podría conseguir trabajos.
- ¿Cómo? -dije ocultando la confusión en mi voz.
- Veo que te gusta -el hombre señaló mi máscara, la cual ahora sería «mía»-. Deberías entrenar como un payaso, si el orfanato vuelve por ti volverás a ser su problema.
El mayor volvió a sacar humo de su pipa, el cual antes de poder responderle me hizo comenzar a estornudar. No pude hablar, pues mi garganta estaba adolorida por solo aspirarlo a la distancia en la que me encontraba.
- La mayoría me llama Master aquí, pero al final nadie usa sus verdaderos nombres. - «Master» extendió una mano bastante grande hacia mi, la cual solo rocé con mis delgados dedos-. ¿Qué dices, te unirás?
Tomé unos segundos, era lo único que podría hacer, pues ya había obscurecido y no podría ir al bosque. Tal vez escapar del circo después podría servir.
- Aceptaré. -dije levemente.
- Pues bien, bienvenido a la familia. - «Master» sonrio, mostrando sus cuatro dientes podridos. Sin más, entramos al circo, a mi nueva vida.

Pierrot(BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora