Impulso.

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"Elijo amarte en soledad, porque en soledad solo a mí me perteneces ".

-Autor desconocido.

Remueve sus dedos sin intención de empeorar al chico entre sus brazos, dicha mano se encuentra tintada de tibio carmesí que convierte las hebras de el del clan serpiente en mechones del mismo color. Deduce que el golpe fue superficial, aún así logrando afectar la carne y como resultado el sangrado abundante; a pesar de ello se permite respirar con alivio. El ojiazul recuesta primero las piernas contrarias y una vez uno de sus brazos queda libre procede a recostar el resto del torso, tomando uno de los hombros mientras mira aquel rostro con preocupación. Lo que había hecho era muy peligroso. Con delicadeza aparta algunos cabellos blanquecinos de sobre la frente pálida.  Terminó en quitar por completo el cubre-bocas negro sostenido en las orejas de su compañero.  

 — ¿Mostaza..? —El que ahora yace recostado murmura haciendo esfuerzo y parpadea, con la vista aún un tanto borrosa aturdido, sin embargo sabe bien que es Yuta a quien tiene en frente. Podía reconocer su colonia y aquel toque de cítrico característico a limón en su ropa. Se encargó de asegurarse de aquel hecho al dejar que su propia mano trazase la mandíbula del chico, quien le sostuvo la muñeca con dulzura. Al estar la señorita Shoko ausente, agradecía la existencia de la técnica de maldita inversa y él que por su parte, pudiera ejercerla sobre otros. 

— Lo siento...  —El de vestimenta clara deseaba haber podido evitar todo lo sucedido. El de chaqueta frunce el ceño y niega con lentitud. Quería decirle que no tenía nada por qué disculparle. Su mente estaba en blanco al momento de cruzarse en la trayectoria de aquella bola, su cuerpo había reaccionado por inercia. Había sentido lo mismo que la primera vez que ambos combatieron juntos, poco le había importado si Yuta era de un rango mayor al suyo, tampoco la cantidad de poder... Solo quería que estuviera bien. Quizá jamás lo confesaría, pero sentía que el otro tenía mucho más que ofrecer; además de un gran potencial capaz de hacer un bien mayor. Así que no le importaba haberse arriesgado así.

De nuevo sintió pequeñas nauseas, por lo que se cubre el rostro con uno de sus brazos en busca de volver a cerrar los ojos y aminorar dicha sensación; la habitación le daba vueltas. Yuta se percata de ello y se riñe mentalmente por no haber hecho nada aún, desvía la vista y divisa un hematoma. Eso era lo que se mostraba en el abdomen bajo del otro. Desconcertado lleva su diestra al sitio, levantando un poco más la camiseta para así revelar pocos más como aquel primero. Tantea la piel de tonos violáceos hasta el otro extremo hacia la cadera y el resto del abdomen, no eran recientes y sin embargo las hemorragias internas no habían cesado. Se preguntaba si habían más de éstas marcas y cómo habrían sido causadas. Al necesitar una respuesta se encuentra con una mirada filosa, como si de un felino con ojos zafiro analizando a un posible atacante se tratase. Al dejar la camiseta como antes provoca en el de cabellos blancos escalofríos al rozarle con sus nudillos. 

Inumaki no hubiera querido que el chico se percatara de aquellas manchas en su piel autoprovocadas, si es que así podía llamarlas. Se exigía más que nadie cuando entrenaba a solas, solía sentir que estorbaba y deseaba aportar más. Los enfrentamientos cuerpo a cuerpo no eran su fuerte, y eso lo hacía entrenar de manera ardua. Pedía ayuda a Itadori algunas noches y ciertas mañanas ya que aquel destacaba en dicha área. No quería ser culpable de hacer que alguien quede herido de gravedad o en el peor de los casos, que muriera, por quedarse atrás con él al haber llegado al límite del discurso. 

El de cabellos azabache si embargo no preguntaría ahora, quizá luego. Debía enfocarse en sanarle lo más pronto posible.

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"𝐄𝐧𝐬𝐞́𝐧̃𝐚𝐦𝐞" ‖ 𝖸𝗎𝗍𝖺𝖨𝗇𝗎.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora