Capítulo 10: Amigas

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Pocos días pasaron cuando llegó un carruaje. Fue una sorpresa para los empleados ya que no habían recibido ninguna llamada de visitas. El estómago de Evangeline se apretó cuando vio que dentro del carruaje estaba la señorita Elizabeth, la prometida del conde. La moza le dedicó una sonrisa falsa cuando entró a la mansión.

Desde la primera vez que se conocieron Evangeline se había dado cuenta de lo diferente que eran, cosa que no era mala. Lo que le desagradaba a Evangeline de Elizabeth era que quería que dejara a Alex por que el color negro del cuervo no le agradaba y según ella daban mala suerte. Decidió abrir la jaula para que Alex se fuera y después la sentó para adornar su cabello con listones rosas y blancos como si nada hubiera pasado.

-Señorita Elizabeth, es un gusto tenerla aquí.- habló el sr. Tanaka. Los demás la saludaron como a cualquier otro invitado de la mansión. -¿Puedo preguntar qué hace aquí?

Elizabeth le regaló una sonrisa grande al ex-mayordomo y saludó a los demás empleados de la mansión con su alegre voz, como era de costumbre. -Pues he venido a ver a Ciel, ¿En dónde está?-preguntó impaciente. Hacía tiempo que no visitaba la mansión o mandaba alguna carta para el conde. -¿Por qué no ha salido a recibirme?

-Verá, el joven amo y Sebastian fueron a la capital algunos días por órdenes de la reina.- le explicó el sr. Tanaka con calma. -Si gusta seguirme para instalarla en una habitación mientras les hago saber de su llegada.- Ambos caminaron hacia las escaleras con Finnian detrás de ellos cargando las maletas de Elizabeth, que para sorpresa de la doncella eran más pequeñas y menos que la última vez que visitó al conde.

-Espero que no intente forzarme a usar ese ridículo atuendo de la última vez.- habló el cocinero, una mueca de disgusto en su rostro al recordar como la prometida del conde le puso un disfraz de bebé. Mey-rin soltó una pequeña risita que no pasó desapercibida por Bard. -¿De que te ríes?- preguntó algo irritado solo para que la doncella se riera.

-Esperemos que no.- dijo Evangeline todavía riendo -y que tampoco decore la mansión, la última vez nos tomó horas quitar los adornos. -recordó lo irritado que estaba el conde al ver la mansión y a Bard a Finnian, al señor Tanaka y a ella luciendo el color rosa.

-Pues yo creo que se veían bien.- Mey-rin opinó aún riendo. -En especial tu Bard.

El cocinero gruñó por lo bajo después de recordarles a ambas que tenían tareas que hacer. -Sí señor- respondieron ambas.

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-¿Cómo te sientes, Evy?- cuestionó la mucama mientras tendían las sábanas, cobijas y algo de ropa. El día había pasado de estar soleado a estar un poco nublado y con algo de viento. Era el clima perfecto para lavar la ropa. Mey-rin sabía muy bien sobre los sentimientos que Evangeline tenía hacia Elizabeth. No era solo sobre su cuervo, no. Evangeline envidiaba a Elizabeth. Se lo había confesado cuando la había conocido por primera vez. Envidiaba la inocencia que tenía, el no tener que luchar contra una vida sin lujos como ella lo había hecho, como el no tener frío por las noches, el no tener que robar para sobrevivir y el no tener que preocuparse por saber si al día siguiente iba a tener alimento sobre su mesa.

Esa noche Mey-rin se había dado cuenta de lo similares que ella y la doncella de cabello negro eran, ambas sabían lo duro que la vida podía ser para una huerfana en un país como Inglaterra donde todos se guiaban por el estatus de su familia. Donde podías convertirte en una víctima fácil si no aprendías las mañas de la ciudad y de las personas en ellas. Y eso hizo que ambas se hicieran más cercanas de lo que eran.

Evangeline sacudió una de las sábanas para después colocarla sobre la soga. -Eso creo.- le contestó -Aunque se me hace extraño no verla sabiendo que el joven amo no está.

Mey-rin sonrió al verla. Su rostro estaba tranquilo, y estaba enfocada en lo que hacía. Generalmente cuando Elizabeth visitaba, Evangeline se estresaba y hacía todo lo posible por no ver a la joven noble. -Si algo cambia puedes hablar conmigo.

-Te preocupas demasiado, Mey -Evangeline soltó una pequeña risa- pero sí, si algo llega a pasar voy a ir directamente contigo.

La mucama le sonrió -Anda y ve a cambiar las sábanas de la señorita Elizabeth.

Evangeline subió hacia la habitación pidiendo que estuviese vacía, pero para su mala suerte Elizabeth le respondió cuando tocó la puerta. -Señorita Elizabeth, - le habló se encontraba sentada en una silla junto a la ventana viendo hacia el lugar donde estaba Mey-rin tendiendo más prendas. -Vengo a cambiar sus sábanas por unas recién lavadas.

La joven en rosa la volteo a ver con una sonrisa, -claro, gracias.- regresó su vista hacia la ventana en silencio. El ambiente de la habitación era incómodo, así que Evangeline quería salir lo antes posible. Antes de que ella saliera de la habitación Elizabeth le habló. -Evangeline.

La doncella apartó su mano de la puerta y se giró para ver los ojos verdes de Elizabeth. -Dígame, ¿en qué le puedo ayudar? - Elizabeth se acercó a ella y de pronto la abrazó. No había notado lo parecidas que eran de estatura, aunque Evangeline era un poco más alta ya que era al menos un año mayor. -¿Sucede algo, se siente bien?

-Lo siento no debí de actuar así, - se disculpó -una señorita no se debe comportar así- se susurró repitiendo las palabras que el joven conde le había dicho cuando se enteró de lo ocurrido entre ella y su empleada.

Evangeline fue quien rompió el abrazo. -No se preocupe.- le respondió y Elizabeth le dio una sonrisa. Sabía que se arrepentía de lo que hizo en especial después de que el conde habló con ella. Evangeline sabía que para Elizabeth fue difícil escuchar al conde Phantomhive hablarle de esa manera.

-¿Amigas?- preguntó Elizabeth estirando su mano hacia ella.

La doncella dudó algunos segundos, sabía que lo que sentía por Elizabeth no iba a cambiar y eso la hacía no querer aceptar. Pero por otro lado si no lo hacía, la prometida del conde no iba a poder ser del todo liberada de la culpa que el joven amo le había hecho sentir. Así que estrechando su mano le dirigió las palabras que jamás creyó decirle. -Amigas.

La Doncella de AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora