Capítulo 32: Salir de Aquí

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Había un silencio inquietante en el aire que el conde podía escuchar el sonido de los latidos de su corazón y con cada uno de ellos su preocupación crecía más y más como si supiera que algo malo estuviera a punto de pasar, algo que no podría superar tan fácilmente. Sus labios temblaron amenazando con sollozar, tuvo que ser rápido para limpiarse las lágrimas de los ojos que estaban saliendo, no podía verse débil en ese momento, no cuando quería regresar a casa y ver que todo estuviera bien.

Escuchó como William se movía mientras dormía. Quizá teniendo una pesadilla, no lo juzgaba, él las tenía con frecuencia, la diferencia es que a él lo tranquilizaba la sonrisa más dulce que había visto, tanto así que las burlas de su mayordomo le dejaron de importar. -William.- decidió despertarlo. Por lo general, cuando sus sueños eran inquietos, él se cansaba, y la verdad aún no era valiente como para enfrentar la situación en la que estaba por sí solo. Menos cuando sabía que algo fuera de lo común estaba jugando con él y los invitados de su mansión.

Cuando William despertó hizo que el conde se preocupara más. Los ojos del rubio estaban rojos, parecía que estaba llorando en su sueño nada fuera de lo común para él. Ambos habían visto a un ser querido morir de una manera cruel, que la sangre les salpicó el rostro y se limpiara con sus lágrimas.

Había algo en William que el conde no pudo entender en ese momento, más que la sed de venganza, William parecía tener un brillo extraño en su mirada. Como si las puertas del mundo se hubieran abierto ante él, y todas las piezas en su juego de ajedrez lo hicieron posible.

El pánico creció cuando notó que los ojos de William lo miraban fijamente. Lo había sentido antes cuando conoció a su mayordomo. Esa aura de superioridad y arrogancia que siempre tenía Sebastian cuando le hablaba, y la presión en el aire que lo incomodaba eran iguales. Era como si tuviera a su mayordomo de enemigo y lo hacía sentir aterrado ante ese pensamiento, el pensar que lo último que vería cuando su alma finalmente fuera consumida por el demonio que actuaba, era los ojos rojos envueltos en llamas que albergaban todos los pecados conocidos por el hombre y aquellos que estaban por conocer.

"¿Podría ser...?" el conde comenzó a pensar. No podía ser posible que él y su mayordomo sean iguales. Sebastian se habría dado cuenta de ello.

-¿Está bien, conde? Se ve pálido. - William llamó su atención y de pronto todo parecía normal, como si el fuego que se veía en sus ojos nunca hubiese existido, incluso su aura ahora no parecía tan pesada era más bien la de una persona preocupada. ¿Se imaginó todo? Ese cambió de actitud le devolvió el estómago y regresó el poco alimento que le habían dado. Sintió escalofríos recorrer su cuerpo cuando el mayor se acercó y comenzó a sobarle la espalda.

En las investigaciones que se realizaron sobre los Westbrooke para la misión, se había deducido que William era el más difícil de los hermanos debido a las tantas acusaciones que los demás hacían de él, alguien violento y egoísta, inclusive los empleados de su hogar le temían por su actitud tan agresiva, así que era sorprendente verlo preocupado, todo el conocimiento que habían obtenido de las noches sin descanso se volvió obsoleto.

Mientras toda la situación seguía, el conde se daba cuenta de que nada de los Westbrooke tenía sentido y no sabía si eso era algo bueno o no. Por lo general, cuando las cosas no encajaban era una señal de que las personas ocultaban algo, aún así por más que buscaba respuestas no las encontraba, y el no tener algún tipo de señal de estar avanzando o alejándose de su meta, lo frustraba demasiado, muchas veces haciéndolo sentir atrapado en un espiral que solo iba hacia abajo, y ya lo había mareado.

Sintió como su cabeza le comenzaba a doler. Necesitaba salir de ahí, sentía como la locura poco a poco comenzaba a enredarlo, no sabía nada de lo que pasaba, no sabía quién lo tenía o la razón. La pesadez que sentía en el pecho solo lo ayudaba a desesperarse más. Inclusive creyó escuchar lo que parecía ser picoteos en la pequeña ventana que tenían y de pronto, esa desesperanza que sentía se desvaneció al ver que era el cuervo negro de Evangeline que llamaba su atención.

La Doncella de AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora