Capítulo 5: Un Honor Para Ella.

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La siguiente mañana fue diferente. La casa de la capital se escuchaba con vida gracias a los invitados, pero lo que Mey-rin, Bard, Finnian y Evangleine encontraron al comenzar con su trabajo fue extraño. Todo estaba hecho, las sábanas estaban lavadas y tendidas, la comida estaba hecha y no había rastros de nieve en el jardín.  Los cuatro se voltearon a ver y una cosa en común se reflejó en sus ojos, se echaron a correr a buscar al mayordomo.

-¡Sebastian!- todos gritaron cuando lo vieron. 

-¿Pueden recordar que estamos frente a los invitados?- les preguntó aunque fue más una orden disfrazada. Era temprano en la mañana, no podía ser algo desastroso. 

El cuarteto explicó lo que pasaba mientras Agni levantaba al conde. -¡Ha pasado algo extraño!- El mayordomo los siguió hacia el patio trasero donde todo estaba en orden. Ninguno de ellos lo había hecho así que se sorprendieron y es por eso que decidieron ir con Sebastian a averiguar lo que había pasado. 

Agni fue quien hizo todos los deberes de los cuatro. -Yo soy un simple mayordomo- explicó. -Así que lo último que puedo hacer es dejar en manos de Sebastian el trabajo duro. 

-Agni,- dijo el mayordomo de negro sorprendido y volteó a ver a sus compañeros empleados-¿Porque no se arrodillan en el suelo y suplican por una sobra del talento de Agni? Tal vez podrían mejorar un poco. 

Los cuatro pensaron un poco las palabras dichas por Sebastian congelados hasta que todos menos Evangeline se colgaron de Agni suplicando por las sobras para después ver cómo se iba. -Muchas gracias por su ayuda, señor Agni. -dijo sonriendo haciendo que los demás se detuvieran e hicieran lo mismo. 

El día siguiente las noticias en el periodico informaba que otro ataque se llevó a cabo durante la noche, era por eso que ahora Evangeline se encontraba en la sala de estar junto al conde, Lau y Sebastian. Escuchaba la información que se le había dado acerca de las sospechas del conde de los visitantes de la India. Si querían seguirlos sin ser vistos, ella les podría ayudar. 

-Evangeline, ven conmigo.- le ordenó el mayordomo.. Ella lo siguió hacia la biblioteca que era más pequeña que la de la mansión. -Esta es la primera vez que llevamos a alguien con nosotros a un caso asignado por la reina, ¿Entiendes lo que tienes que hacer?- A sebastian no le agradaba mucho la idea de que la moza fuera con ellos, trabajaba mejor solo, era su estilo pero con alguien que estaba a la par como un demonio como lo era Agni no podía arriesgarse, aun le sorprendía que empataron en el duelo de esgrima que tuvieron el día anterior. 

-Sí,  señor.- Le respondió. Era simple, solo tenía que ir con ellos acompañada de Alex y seguirlos a distancia para no perderlos de vista. No había que pelear, solo era seguir a la distancia. 

-Bien, hay algo que te tengo que advertir- el mayordomo la vio directamente a los ojos e inmediatamente se sintió pequeña e indefensa, sus ojos rojos siempre tan imponentes y vacíos contra los suyos que albergaban esperanza y luz. De inmediato su respiración se detuvo. -no cuestiones nada de lo que se te diga, y esto se queda en secreto de los demás. ¿Entendido?

Ella solo asintió, siempre que estaba sola con el mayordomo sus sentidos se agudizan, y sentía la sangre correr por sus venas. Era como si todo además de ellos dos desaparecieran, para después pelear aunque ella sabía que él era el que siempre saldrá victorioso, y ella derrotada. -Bien, puedes retirarte. -terminó Sebastian y como una marioneta manejada por el miedo ella salió y cerró la puerta. Dejó salir un suspiro de aire y continuó su camino. 

Sebastian solo la vio salir y esperó algunos segundos para salir detrás de ella. La detestaba, no sabía cuál era la razón por la cual esa sensación no lo dejaba tranquilo, pero por ahora el miedo que le incitaba era suficiente. 

...

La noche llegó lento para Evangeline quien esperaba despierta a que Sebastian llegara a buscarla. Sus manos sudaban y no podía dejar de acariciar su cabello. Cada segundo era lento, hasta que Sebastian tocó a su puerta. Ella salió con el gran cuervo sobre su hombro, parado delicadamente para no lastimarla. El mayordomo le dio un saco ya que afuera estaba frío. -Espero que estés lista.

-Lo estoy.- respondió. Recordaba lo que el conde le dijo sobre el príncipe y su mayordomo y sobre sus sospechas sobre ellos.  

Ambos caminaron hacia la oficina del conde quien esperaba con Lau, al abrirse la puerta ella se inclinó. -Evangeline.- dijo el conde y le extendió la mano para que ella la tomara. Ese gesto no pasó desapercibido por ninguno de los dos caballeros que se encontraban en el cuarto. Todos se dirigieron hacia la puerta principal donde el gran cuervo emprendió su vuelo para encontrar a sus invitados. 

Pasaron algunos segundos cuando el cuervo regresó y se paró frente a ellos, señal de que había encontrado a quienes se le había dicho que buscara. Evangeline sonrió y puso el gorro del saco sobre su cabeza para seguir al cuervo que estaba por los aires una vez más. -Impresionante.- escuchó decir a Lau. -¿Tú lo entrenaste?

-No hubo necesidad. -le respondió no dejando de ver a su compañero ni un segundo. -Él entiende. 

-A Evangeline la sigue una parvada de cuervos.- dijo el mayordomo viendo al cuervo fijamente. Ella podría no ser mucho de su agrado pero era útil y eso le ayudaba a proteger al conde sin levantar sospechas de su verdadero origen. 

Lau la volteo a ver con la máscara que siempre usaba  y se dirigió al conde-¿crees que me la podrías prestar? ella y sus cuervos me servirían mucho en mi negocio. -bromeó.

El conde lo vio pero no le contestó nada. De inmediato vieron a las dos figuras a lo lejos preguntando por una persona que ella aún desconocía. Así pasaron alrededor de dos horas hasta que Sebastian propuso regresar a la casa y esperar hasta más noche.

Cuando regresaron a la casa, Sebastian les ofreció té. Era la primera vez que ella lo tomaba con el conde en la sala de estar. -Hicieron un buen trabajo. -admitió el mayordomo. Ahora solo tenían que descansar y esperar a que alguna actividad sospechosa por parte de los invitados del conde se hiciera presente. 

-Buen trabajo, Evy.- le dijo el conde. -Puede que vengas con nosotros en más ocasiones. 

Ella le sonrió, eso sería un honor para ella. -como usted desee,  mi lord.

La Doncella de AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora