Capítulo 1: El Perro Guardián de la Reina

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El sol no había salido aún, pero los sirvientes de la mansión Phantomhive ya se preparaban para hacer sus deberes del día a día. Evangeline se vestía para ir a alimentar y cepillar a los caballos y limpiar sus establos, ya que ese era el trabajo que Sebastian le asignó para ese día, debía regresar lo antes posible a la mansión, pronto tendrían una visita importante.

Toda la mañana transcurrió tranquila, todos haciendo lo que debían de hacer por la mañana temprano mientras Sebastián iba a revisar que sus tareas fueran elaboradas bien. Evangeline casi no recibía regaños del mayordomo de negro como sus demás compañeros de trabajo, y se sentía agradecida por ello ya que Sebastian le daba un poco de miedo, y más por lo que ella sabía que iba a suceder en ese momento.

Sebastián y el Maestro en artes marciales estaban a punto de tener una pequeña demostración para que el joven amo, Ciel Phantomhive repasará sus lecciones. En ese momento todos decidieron tener un pequeño "descanso" para después seguir con sus respectivos trabajos. El maestro atacó primero, gritando algo que para ella era innecesario y para el joven amo irritante, que al final resultó ser inefectivo contra el gran mayordomo oscuro de la casa Phantomhive. Sebastián recibió la admiración de la mucama Mey-rin, el chef Bard y del jardinero Finnian, inclusive una sonrisa pequeña de Evangeline que seguía sin creer lo fuerte que él podía llegar a ser, hasta que sus palabras la dejaron helada. -Por cierto ¿Qué hacen ustedes aquí?- preguntó aunque era una pregunta retórica que puso a temblar a los cuatro. Cada quien recibió una pregunta respecto a sus labores y de inmediato se fueron a hacerlas. Evangeline, quien ya había terminado fue ordenada a limpiar y arreglar la habitación que el invitado iba a disponer a usar una vez que llegara.

Uno de sus brazos se dirigió detrás de su espalda y el otro hacia sus frente -¡Si, señor!- dijo como junto a sus compañero y prosiguió a entrar a la gran mansión detrás de sus compañeros a quitarse el uniforme de trabajo de campo y vestirse para el trabajo doméstico. Su uniforme era igual que el de Mey-rin, excepto que los zapatos eran diferentes, Evangeline usaba un tipo de bota sin tacón (iguales a los que usaba cuando trabajaba fuera) mientras que Mey-rin usaba unos más adecuados para trabajar dentro y tampoco usaba el pequeño velo en la cabeza ya que ella trenzaba su cabello.

Ciel quien estuvo observando toda la escena casi cómica de sus empleados, y es que era algo que se repetía a diario, se sorprendió de que en poco tiempo de que Evangeline trabajara para él era la más competente de los cuatro empleados. Quizás se debía a que había estado conviviendo con animales por mucho tiempo y que ya estaba acostumbrada a hacerlo de manera natural por lo que no tenía problemas en atender a los caballos ni limpiar los establos.

Una vez que todos estaban adentro de la mansión al chef Bard se le ocurrió una idea que parecía maravillosa: Hacer lo mejor posible para impresionar a Sebastian. Evangeline solo lo miró mientras todos los demás celebraban, lo que ella tenía que hacer era muy simple, demasiado para llegar a impresionar a alguien tan perfecto como al mayordomo de la familia Phantomhive. Suspiró decepcionada y se dirigió a la alcoba del huésped, algo decaída por no poder hacer algo tan emocionante como los demás, pero se sintió aliviada cuando en no más de un par de horas se escucharon quejidos de los chicos que trabajaron duro y terminaron arruinando sus deberes, por no recibir los regaños de Sebastian. Ella terminó de desempolvar los muebles, cambió las sábanas por unas limpias, y hasta limpió las ventanas por dentro y por fuera con la ayuda de la parvada de cuervos que siempre la seguía a donde fuera gracias a su mejor amigo Alex. Bajó por una cubeta de agua, un cepillo, un trapo y algo de jabón para limpiar los pisos y vio a los pobres siendo cuestionados por el desastre que hicieron.

-Evangeline- Sebastián la llamó una vez que la vio bajar- dime que todo va bien en tu caso.- Había visto como los cuervos la ayudaron a limpiar las ventanas de la alcoba del huésped y quizás, en la más mínima posibilidad ellos terminan arruinándolo todo.

La Doncella de AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora